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NY y Riviera Maya - Martes 21: Cobá y cenote Dos Ojos

Este día nuestros pasos exploradores nos llevaron hasta las ruinas mayas de Cobá. Para ello, cogimos el coche hasta Tulum y continuamos hacia Cobá, adentrándonos por zonas menos turísticas. Se notaba la diferencia entre el México construido para los resorts, con toda su opulencia, y el México de los pueblos que encontrábamos por el camino, pequeñas aldeas en las que se adivinaba la precariedad en la que viven sus habitantes.

Una vez llegamos a Cobá entramos en la zona de ruinas. Teníamos pensado coger bicicletas para desplazarnos pero, puesto que un bicitaxi no costaba mucho más (35 pesos por bicicleta, frente a 100 pesos del bicitaxi), nos decantamos por esta opción. Fue todo un acierto. Nuestro conductor, Miguel, además de ahorrarnos el cansancio de ir pedaleando, nos fue explicando un montón de cosas, como un auténtico guía. Fue super amable y simpático, así que al terminar le dimos la misma propina a él que lo que nos costó el bicitaxi.


La visita en sí estuvo muy interesante, sobre todo la gran atracción de Cobá, la subida a la pirámide, una de las más altas de mesoamérica y la más alta a la que se puede subir. Las vistas desde arriba son impresionantes, se domina una enorme extensión de terreno. Además de la pirámide, vimos otras construcciones mayas como los campos de Juego de pelota, actividad que tenía un sentido más religioso que deportivo, y los sacbés (los caminos que construían los mayas, el equivalente a las calzadas romanas). Y muchas cosas más, gracias a las explicaciones de Miguel.



Volvimos de Cobá al hotel para comer allí y por la tarde fuimos a visitar un cenote, el de Dos Ojos. Los cenotes son piscinas naturales en la roca. Abundan en la península de Yucatán debido a la composición de su suelo. En Dos Ojos nos bañamos en una cueva donde volaban los murciélagos y que estaba llena de peces.


En otra zona del complejo (se llama Dos Ojos porque hay dos cuevas con agua) aprovechamos para tumbarnos en unas hamacas a descansar. Estuvo bien la experiencia del cenote, las aguas son cristalinas y da gusto bañarse en ellas, rodeado de peces y viendo perfectamente el fondo en la semioscuridad de la gruta. Lo único malo es que la zona estaba infestada de mosquitos.

Después de salir del cenote fuimos a Akumal, otra de las playas descritas como "paradisíacas" de la zona, y en la que según cuentan se puede nadar rodeado de tortugas. Pero cuando llegamos nosotros ya era tarde, así que me pegué un baño sin ver tortugas y cuando ya empezaba a refrescar.

Esa noche cenamos en el restaurante italiano, el Portofino, que no me convenció tanto como las noches anteriores. Supongo que estamos demasiado acostumbrados a comer en buenos italianos. Por cierto, el primer día nos dejaron en la habitación una botella de tequila y una cesta de fruta como bienvenida por nuestra luna de miel. Le dejamos a nuestra camarera, Claudia, una nota de agradecimiento y una propina y este martes nos había dejado unas figuritas de dos cisnes hechos con toallas y pétalos de rosa. ¡Precioso!

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