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En un lugar de la Mancha (I): Almagro

Los puentes son una ocasión excepcional para hacer turismo. Nosotros aprovechamos el de todos los santos para conocer una parte de La Mancha. Pero esta vez no aprovechamos el puente entero, sino que pasamos el viernes en casa liquidando asuntos pendientes que siempre se van dejando para más adelante, y empezamos nuestro viaje el sábado. Así que el sábado por la mañana salimos de Madrid y, tras unas tres horas de viaje, llegamos a Almagro.

 Lo primero que hicimos fue acercarnos al corral de comedias para intentar comprar entradas para la función de esa misma noche. Por internet ya no había forma de comprarlas, así que la única manera de conseguirlas era en la taquilla del propio teatro. Pero no tuvimos suerte. Y es que el plan de ver Don Juan Tenorio en el corral de comedias de Almagro durante el puente de los santos es un caramelo que todo el mundo quiere probar. Pero nosotros tuvimos que quedarnos con las ganas. Así que lo mejor que podíamos hacer era disfrutar de Almagro y de la excelente temperatura que nos brindaba. Tras aparcar nos dirigimos al hotel para dejar el equipaje. El alojamiento elegido se llamaba "La posada de los caballeros". Es un hotelito familiar situado en una casa típica, muy acogedora.



La situación del hotel era estupenda: teníamos la Plaza Mayor apenas a cinco minutos a pie. Como es el centro neurálgico de Almagro, tenía que ser nuestra primera parada. Para llegar a ella recorrimos la Calle Mayor de Carnicerías, en la que encontramos varios edificios destacables. Unos de ellos era el pósito, un antiguo almacén de trigo que ahora sirve como oficina de Correos.


Casi enfrente se encuentra la antigua cárcel, otro de los edificios notables de la ciudad.


Desde esa zona ya se veía parte de la Plaza Mayor. Ya la conocíamos de cuando, nada más llegar, intentamos coger las entradas para el teatro. Pero la verdad es que impresiona cada vez que se entra en ella. Esta vez, con más tiempo para recrearnos la vista, la disfrutamos mucho más.

Pero no sólo disfrutaron nuestros ojos en esta plaza. Si al bonito edificio del ayuntamiento, a la iglesia de San Agustín y a los soportales con sus columnas y sus casitas verdes le sumamos unas cañas con un buen aperitivo, la cosa mejora mucho. Así que elegimos una de las numerosas terrazas para saciar la sed y combatir el calor con unas bebidas bien frías, acompañadas (como no podía ser de otra forma) de unas deliciosas berenjenas de Almagro.

Daba pena levantarse del sitio, porque se estaba en la gloria. Pero teníamos que seguir descubriendo Almagro y ya se acercaba la hora de comer. Así que dejamos la plaza para adentrarnos en una de las calles más bonitas de la localidad. Como en todas las demás, pudimos encontrar un cartel de cerámica con el nombre de la calle.


La calle en sí no tiene nada especial, pero está salpicada por algunas de las fachadas más bonitas de Almagro. Como, por ejemplo, la de la casa solariega de los Rosales.


Otra de las fachadas más admiradas de esta calle es la de la casa de los Wessel, una familia alemana, administradores de los conocidos banqueros Függer.



Siguiendo por la misma calle encontramos una bella portada que se encuentra fuera de su emplazamiento original Se trata de la portada de la casa de los Xedler. Éstos también vinieron a Almagro como administradores de los Függer destacando, sobre todo, Juan Xedler, administrador de las minas de Almadén.

La casa de esta familia se encontraba en la calle Franciscas, pero desapareció al convertirse en una fábrica de harinas. Fue entonces cuando se trasladó la portada a su emplazamiento actual.




También en la misma calle encontramos la casa del prior de San Bartolomé. Se llama así porque la mandó construir don Francisco Ordóñez, primer prior del Priorato de Almagro, nombrado por Felipe II para desempeñar tal cargo.


Al final de la calle encontramos la casa del capellán de las Bernardas. Dicho capellán era don Bernardino de Oviedo, sobrino de los fundadores del convento.



La calle de Nuestra Señora de las Nieves desemboca en la Plaza de Santo Domingo, que está salpicada por algunos de los edificios más notables de la villa.  Uno de ellos es el monasterio de la Concepción Bernarda. Aunque el convento fue subastado y derribado para hacer casas, la iglesia (también subastada) aún sigue en pie y se utiliza para actos públicos y privados. Su estado de conservación actual (al menos lo que se ve desde la calle) no es demasiado bueno. Tanto es así que hasta pudimos ver el cartel de "se alquila" que hay en la puerta.


Casi enfrente del convento se halla el palacio de los marqueses de Torremejía, con otra bonita fachada. Ésta destaca especialmente por el color azul que la remata.

Los últimos marqueses que lo habitaron murieron sin descendencia, por lo que pasó a manos de las religiosas dominicas, que fundaron un internado de niñas que perdura hasta nuestros días.

Como se nos hacía un poco tarde para comer, decidimos abandonar la plaza y buscar el restaurante que nos habían recomendado en el hotel. Por el camino encontramos algunas calles empedradas que nos recordaban a las calles portuguesas, con sus dibujos en el suelo. Unos de los rincones que más nos gustaron fue éste.


Por fin llegamos al restaurante "La Muralla", situado en las afueras de la parte antigua de Almagro. Después de esperar bastante rato conseguimos que nos diesen mesa en el patio, la parte más bonita del local.
La comida estuvo bien, el servicio también (a excepción de una de las camareras). No faltaron las berenjenas, la carne y el típico pan de Calatrava.

Al salir del restaurante (bastante tarde porque empezamos a comer a eso de las cuatro) visitamos el parador de Almagro, que está justo enfrente. Como en todos los paradores, se puede visitar la recepción, el patio y poco más. La verdad es que éste tampoco es de los más bonitos que hemos visto.

Desandando nuestros pasos hacia la zona que habíamos visitado por la mañana llegamos a la iglesia de San Agustín, que se encuentra al lado de la Plaza Mayor. La verdad es que en este viaje no tuvimos mucha suerte con los horarios de los monumentos. No sabemos si la información que nos dieron en la oficina de turismo era errónea, si no se aplicaba a los días festivos... El caso es que nos íbamos encontrando todo cerrado, a pesar de que en nuestro "papelito" ponía que estaban abierto. Así que nos tuvimos que conformar con ver sólo la fachada de la iglesia.



Siguiendo por la calle de San Agustín encontramos el teatro municipal, construido en estilo greco-romano a mediados del siglo XIX por la necesidad de tener un recinto para actuaciones teatrales de un tamaño adecuado a las necesidades de la localidad (el corral de comedias tiene unas dimensiones bastante reducidas).


En la misma calle, pero en la acera de enfrente, se sitúa el teatro-hospital de San Juan. Este edificio funcionó como hospital (regentado por frailes de San Juan de Dios) hasta el siglo XVIII. Más tarde sirvió como bodega y desde 1994 es la sede fija de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Siguiendo nuestro camino encontramos la iglesia de San Blas. Aunque en algunos sitios aparece como "ermita de San Blas" o "Ermita del Salvador", sus dimensiones son mayores que las de muchas iglesias. Fue mandada construir por Jacobo Függer cuando su familia se instala en Almagro, para agradecer a Dios los bienes que les ha concedido.


Dando un tranquilo paseo llegamos al convento-universidad de Nuestra Señora del Rosario, edificio renacentista fundado por don Fernando de Córdova y Mendoza y construido extramuros. Lo más destacable es el ábside poligonal.


De vuelta hacia el centro de Almagro pasamos por la iglesia de San Bartolomé, fundada por licencia de Felipe III y dejada al cargo de los jesuitas, que posteriormente fueron expulsados de la misma por Carlos III.

 Al lado de la iglesia se encuentra el colegio de la Compañía de Jesús. Este antiguo colegio jesuita alberga actualmente la escuela municipal de música y danza de Almagro.

Ya cerca de la Plaza Mayor nos topamos con el Palacio Maestral. Construído en el siglo XIII sobre un castillo árabe. Utilizado por la Orden de Calatrava como Casa-Madre, tras la Guerra de la Independencia fue vendido a particulares, que lo destruyeron casi por completo. En la actualidad es la sede del Museo Nacional del Teatro.


Al llegar a la Plaza Mayor, cogimos las entradas para la visita teatralizada al corral de comedias que tenía lugar esa misma tarde. Como aún quedaba un buen rato para que empezase la visita y en nuestro paseo matutino nos habían quedado cosas por ver, volvimos a la Plaza de Santo Domingo para coger desde allí la Calle de Bernardas. Uno de los edificios más bonitos de esta zona (llamada el Barrio Noble), situado justo donde acaba la plaza y empieza la calle, es el palacio de los condes de Valdeparaíso. Residencia de Juan Francisco Ruiz de Gaona y Portocarrero, caballero de la Orden de Calatrava y primer Ministro de Hacienda de Fernando VI, quien le otorga la corona marquesal. 


Ahora pertenece a la Diputación de Ciudad Real, ha sido restaurado y se utiliza como centro cultural, sede de congresos, conferencias y otros eventos.   


En la calle de Bernardas pudimos disfrutar de más fachadas señoriales. Sirvan éstas como ejemplo.

Al llegar al cruce con la calle Mayor de Carnicerías, volvimos a encaminarnos a la Plaza Mayor para la visita al corral de comedias.

Aunque se denomina como "visita teatralizada" en realidad es una pequeña obra de teatro al uso, puesto que al entrar, cada uno se sienta en una silla y ve la obra. No explican nada sobre el edificio ni lo enseñan. Eso sí, un rato antes de la obra y un rato después se puede recorrer la platea (y los palcos) libremente y hacer fotografías.


Terminada la obra de teatro y hechas las fotos de rigor, salimos a la calle. Ya era de noche, pero aún era pronto para cenar, así que nos acercamos a ver el almacén de los Függer (o almacén de los Fúcares, como lo han castellanizado). Los Függer eran una familia de banqueros alemanes que ayudaron con un géneroso préstamo a que la balanza se inclinase del lado de Carlos I y éste se hiciese con el título de emperador de Alemania (al que también optaba Francisco I de Francia). A cambio, Carlos I les otorga las rentas procedentes de los maestrazgos de las órdenes militares y les concede el monopolio minero del mercurio de Almadén y la plata de Guadalcanal. Es por este motivo que los Függer se asientan en Almagro, trayendo consigo a otras familias de administradores como los Wessel y los Xedler, cuyas casas habíamos visto a lo largo del día.

Del palacio de los Függer nada queda, y el almacén, que acogía también las oficinas de la familia, fue comprado por el Ayuntamiento y, tras su remodelación, es la sede de la Universidad Popular de Almagro.


Cerca del almacén se encuentra el convento de la Encarnación. Es el único monumento que encontramos abierto en Almagro. Pero, lamentablemente, había misa y no pudimos visitarlo.


Así que decidimos ir a descansar un rato al hotel. Apenas habíamos disfrutado de nuestra habitación, y eso que era de lo más acogedora.



Por cierto, en este hotel, todas las habitaciones tienen nombres de obras de teatro, como "La Celestina", o "La vida es sueño". A nosotros nos dieron una suite y, como no podía ser de otra forma, la habitación más importante tenía que tener el nombre de la obra más importante de la literatura española. ¿Lo adivináis?


Tras un descanso reparador, salimos a cenar. Volvimos a elegir la Plaza Mayor, por cercanía y por variedad de sitios para cenar. Pero esta vez ya no estuvimos en la terraza porque hacía bastante más frío que por la mañana.

Entramos en el bar "El gordo" y pedimos unas raciones: carne, gambas y, como no, berenjenas. Cenamos muy bien, sobre todo nos gustó la carne por el guiso tan original que llevaba: era una mezcla entre carne con tomate y al ajillo (suena un poco raro, pero estaba de vicio).


Después de la cena dimos un pequeño paseo antes de ir al hotel. Después nos fuimos a reponer fuerzas para afrontar con energía las visitas del día siguiente.

De viaje por el Báltico (VIII): Vilnius y vuelta a casa

Ayer dejamos el apartamento de Vilnius y, tras llevar las maletas a recepción, salimos a conocer la ciudad. Como comentábamos al llegar, los apartamentos no están muy señalizados desde la calle.



El día empezaba soleado pero, como no sabíamos cuánto tiempo iba a durar esa situación, decidimos perder el menor tiempo posible y empezar a conocer cuanto antes los rincones más bellos de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Así que dirigimos nuestros pasos hacia la catedral de San Estanislao y San Vladislav. Aunque ya la habíamos visto la noche anterior, nos volvió a sorprender el hecho de que tenga el campanario delante de la iglesia. Pero lo comprendimos al leer que cuando se construyó el templo, se aprovechó una de las torres de la antigua muralla para utilizarla como campanario.

La catedral fue mandada construir por el rey Mindaugas en 1251, cuando él se convirtió al cristianismo. El templo, que se levantó sobre un antiguo lugar de rituales paganos en honor al dios báltico del trueno Perkūnas, volvió a ser escenario de tales ritos apenas 10 años después, cuando murió el monarca.

Unos 100 años más tarde, Lituania fue consagrada al Cristianismo (fue el último país de Europa en aceptar este credo) y fue en ese momento cuando se construyó una nueva catedral en el mismo lugar donde había estado la antigua. Pero su aspecto actual no es el de aquella época, sino que ha sufrido numerosas reconstrucciones a causa de los daños sufridos durante incendios, guerras, etc.



El interior de la catedral, de tres naves, está menos reconstruido que el exterior. En él podemos ver cuadros, sepulcros, esculturas de príncipes de Lituania y reyes de Polonia, y un museo que cuenta la historia de la Catedral desde el momento de su construcción hasta la actualidad. En la cripta, que data del sigo XII, están enterrados una gran cantidad de personajes destacados de la historia lituana y polaca.  De entre todas las capillas destaca especialmente la de San Casimiro. 


Al salir de la catedral buscamos la famosa Baldosa de los Milagros. Se trata de una de las baldosas del pavimento en la plaza de la catedral, situada entre la catedral y el campanario.  Está decorada con la palabra “stebuklas” (milagro en lituano) y señala el lugar del que salió la "Cadena Báltica" que unió Vilnius, Riga y Tallinn. Dice la leyenda que si pides un deseo poniendo un pie sobre la baldosa y das una vuelta completa sobre ti mismo, el deseo se cumple. 


En la plaza de la catedral también encontramos la estatua del Gran Duque Gediminas, que gobernó el Gran Ducado de Lituania de 1316 a 1341 y trasladó la capital de Trakai a Vilnius. 


Muy cerca de la estatua se encuentra la entrada al Palacio de los Grandes Duques de Lituania. Este lugar fue el centro cultural, político y diplomático de Lituania y uno de los palacios más famosos de Europa de los siglos XV a XVII. La construcción original del siglo XIII, emplazada en el lugar que ocupó un antiguo castillo, fue demolida a principios del siglo XIX, y la que podemos ver ahora tiene apenas unos años. Su uso actual es el de museo, pero nosotros solamente entramos a ver el patio central, puesto que no teníamos demasiado tiempo y no podíamos gastarlo en ver exposiciones.


De camino a nuestra siguiente parada pasamos por el Nuevo Arsenal, una de las sedes del Museo Nacional de Letonia. Este museo se encuentra repartido entre varias dependencias de lo que fue el antiguo castillo de Vilnius, y ésta es la sede más importante.

Frente a la entrada del museo encontramos la estatua de Mindaugas, primer Gran Duque de Lituania y único rey del país. Está sobre un pedestal adornado con símbolos del antiguo calendario báltico.


Sin duda, un interesante museo para visitar con tiempo. Pero como nosotros íbamos escasos, tuvimos que pasar de largo y seguir nuestro camino hasta el funicular. Por dentro es igual que un pequeño ascensor, y salva unos 80 metros de desnivel en apenas un minuto.


Al llegar arriba fuimos a la Torre de Gediminas. Se trata de la única estructura que se conserva en la actualidad de lo que fue el antiguo castillo de Vilnius. Es una de las imágenes más representativas no solo de la ciudad, sino de todo el país.


Esta torre se ha convertido en un excelente mirador desde el que se puede contemplar toda la ciudad y sus alrededores.


Si damos la espalda a la ciudad, podemos ver la famosa Colina de las Tres Cruces. Se trata de una colina situada en el parque Kalnu, al otro lado del río Neris. Es conocida por el monumento de las tres cruces que está situado en ella. El monumento original, de 1916, se situó en ese lugar para sustituir a unas viejas cruces de madera, colocadas hacia 1636 en recuerdo a unos monjes asesinados en el siglo XIV cuando intentaban cristianizar el reino. Dicho monumento fue demolido en 1950 por las autoridades soviéticas, así que el que podemos observar en la actualidad es el que se erigió en 1989. Se dice que desde este lugar se obtiene la mejor vista de la ciudad. 


Una vez vista la panorámica, entramos en la torre. Esta construcción, que se edificó con carácter defensivo, fue utilizada en el siglo XIX para conectar San Petersburgo, Vilnius y Varsovia a través de la línea telegráfica. En la actualidad forma parte del Museo Nacional de Lituania y contiene una pequeña exposición que da a conocer la historia de la ciudad.


Al salir de la torre volvimos a bajar la colina en el funicular y nos dirigimos hacia el centro del casco histórico. El primer edificio significativo en el que nos detuvimos fue el Palacio Presidencial. Este edificio clásico sirvió de residencia oficial de los obispos de la ciudad y más tarde, bajo el imperio soviético, fue la casa del gobernador general de Lituania. Por aquí pasaron personajes tan importantes como el zar Alejandro I, el rey francés Luis XVIII o el emperador Napoleón Bonaparte.


A escasos metros encontramos el conjunto palaciego de la Universidad de Vilnius. Creada por los jesuítas en 1579, la de Vilnius fue una de las universidades más prestigiosas de Europa. Se trata de un conjunto arquitectónico en el que predomina el estilo barroco, formado por varios conjuntos de edificios concentrados en torno a diversos patios, todos de color blanco.

Destaca sobre el resto el patio mayor, donde se encuentra la iglesia de San Juan.


Esta iglesia fue acabada en 1426 y reformada en varias ocasiones. Fue consagrada al cristianismo por última vez en 1993, tras el fin de la ocupación soviética.


En el complejo universitario también merece la pena visitar la biblioteca, la más grande de todo el país, decorada con preciosos frescos.


Al salir de la universidad tomamos la calle Pilies, la más turística de la ciudad, y en ella fuimos encontrando distintos monumentos.

Uno de ellos es la iglesia ortodoxa de San Paraskeva, de estilo neobizantino.


Muy cerca encontramos la iglesia (también ortodoxa) de San Nicolás. Es una de las más antiguas de toda Lituania, ya que en el lugar que ocupa esta iglesia siempre ha habido una capilla dedicada a este santo. La original, de 1340, era una pequeña capilla de madera. En 1514 se reemplazó por una iglesia más grande, que se incendió en 1740. Tras el incendio, se construyó una iglesia barroca que se remodeló en 1866, dándole el aspecto neobizantino que podemos observar en la actualidad. 


Finalmente llegamos a la plaza del antiguo Ayuntamiento. Durante unos 6 siglos, esta lugar ha sido el centro de la ciudad y el punto de encuentro de las principales vías de comunicación. Precisamente por eso se decidió construir aquí el Ayuntamiento. El edificio, originalmente gótico, presenta un aspecto neoclásico fruto de algunas restauraciones. La sede actual de este organismo se encuentra en la zona nueva de la ciudad, por lo que este edificio se ha usado como teatro, museo de arte y actualmente ha quedado como sala de exposiciones y oficina de turismo. 


Con este paseo se nos había hecho la hora de comer, así que buscamos un sitio donde saciar el hambre. El lugar elegido fue el restaurante Čili Kaimas, muy cerca de la plaza del ayuntamiento. 


Nos gustó mucho el ambiente y, sobre todo, el trato de la camarera, que fue de lo más agradable y nos explicó todo a la perfección. Para mi gusto, la única pega es que el sitio era un pelín oscuro.


Como era la única oportunidad que íbamos a tener de probar la comida lituana, hicimos una buena cata eligiendo algunos de los productos que más nos llamaron la atención.


Después de comer, seguimos nuestro paseo por la prolongación de la calle Pilies. Prácticamente al lado de la plaza del ayuntamiento encontramos la iglesia de San Casimiro. Es la iglesia barroca más antigua de Vilnius, construida por los jesuitas en 1618.



Siguiendo por la misma calle encontramos la Filarmónica Nacional de Lituania. 


Un poquito más arriba está la Puerta Basiliana, construida en estilo barroco en 1761. Cruzando la puerta nos adentramos en un callejón abandonado que antiguamente fue parte del monasterio de San Basilio. En la actualidad solo se conserva la iglesia uniata (de rito ortodoxo y obediencia católica) de la Santísima Trinidad, que está bastante deteriorada por dentro y por fuera.


Casi enfrente está la iglesia ortodoxa del Espíritu Santo.  El complejo fue inicialmente un monasterio, construido en 1567. Fue reconstruida en 1753, cuando pasó a ser un templo ortodoxo (de hecho, el santuario ortodoxo más importante de Lituania). La verdad es que el exterior es mucho más austero que el de otras iglesias ortodoxas, quizá debido a su pasado como monasterio. 

Lo más bonito se encuentra en el interior, de estilo barroco: un precioso retablo verde y múltiples iconos de gran belleza. Además, esta iglesia custodia las reliquias de tres mártires ortodoxos (Antonio, Juan y Eustaquio) que fueron ahorcados en 1347 por los paganos lituanos por negarse a comer carne durante la vigilia. 


Un poquito más arriba, pero en la misma calle, está la iglesia de Santa Teresa de Jesús (sí, la de Ávila). Fue fundada por la orden de Santa Teresa de Jesús, y construida entre 1633 y 1650, por lo que constituye una de las iglesias barrocas más tempranas de la ciudad. Su interior ha sido renovado varias veces, y se dice que el altar mayor es uno de los más bonitos de Lituania. He leído en algún sitio que es una copia de la iglesia de Santa María Della Scala de Roma.   


Al final de la calle se encuentra la Puerta de la Aurora, que es la única puerta de la muralla de la ciudad que aún se conserva.  Parece ser que se llama así porque está orientada hacia el este, es decir, hacia la aurora. En su interior contiene una imagen de la Virgen muy venerada y a la que le atribuyen varios milagros. Es un importante punto de peregrinación, especialmente de polacos, y siempre se puede ver a alguien en el piso de arriba, rezando junto al cuadro de la Virgen. La pintura, renacentista de mediados del siglo XVII, tiene como curiosidad que no tiene representado al niño Jesús. 
Al otro lado de la puerta se pueden ver las cañoneras, que recuerdan su función defensiva. 



Se nos estaba acabando nuestro tiempo en Vilnius, así que decidimos visitar la Calle de la Literatura. Se trata de una callecita peatonal convertida en una galería al aire libre. En ella podemos encontrar numerosas obras de artistas locales dedicadas a escritores que han tenido alguna relación con la ciudad. Es uno de los rincones más curiosos que he visto en mi vida.   


Muy cerca de esta calle encontramos la iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo renacentista. Hasta 2006 fue la sede del Museo de Arquitectura, y en la actualidad alberga una muestra de arte sacro. Tuvimos que conformarnos con verla por fuera, pues no teníamos tiempo para entrar. 


Nuestra última visita en la ciudad de Vilna fue el complejo de las iglesias de Santa Ana y San Francisco y San Bernardino.  



La iglesia de Santa Ana, del siglo XIV, es una de las construcciones más bellas de la ciudad y se considera una obra maestra del gótico tardío. Antiguamente en este lugar se encontraba una capilla de madera, construida en 1399 por orden de la mujer de Vitautas, Gran Duque de Lituania. Dicha capilla se quemó en 1419, por lo que la que podemos ver ahora es la que se construyó en 1747 y que formaba parte del muro defensivo de la ciudad.

El templo, que sirvió de refugio de las tropas francesas, está construido con 33 tipos diferentes de ladrillos y en su interior destacan una gran cantidad de sepulcros de suntuosa decoración. Cuenta una leyenda que Napoleón quedó tan impresionado al verla que le dijo a Josefina en una carta que le hubiese gustado trasladarla a París.


Justo al lado de la preciosa Santa Ana se encuentra la iglesia de San Francisco y San Bernardino. Esta iglesia, también gótica y muy austera, sirvió de almacén durante la ocupación soviética. Cuando se restauró el Reino Lituano, los monjes regresaron y se volvió a abrir como lugar de culto. En 2008 fue declarada como Monumento del Patrimonio Cultural Lituano. 


Y con esta visita dimos por terminada nuestra estancia en Vilnius. Así que volvimos al apartamento a recoger las maletas y nos fuimos caminando a la zona de Karaliaus Mindaugo tiltas para coger el autobús que nos llevaría hasta la estación de tren.

Como llevábamos tiempo, yo me quedé en la estación con las maletas y Julián fue a un supermercado que había al lado (de la cadena Iki) para comprar algo de cena y de desayuno para el día siguiente.

El tren nos llevó hasta Kaunas. Cuando llegamos, salimos de la estación y vimos un autobús de la línea 29, la que teníamos que coger. Pero, para que no nos pasase igual que al llegar a Vilnius, decidimos preguntar al conductor si teníamos que cogerlo en ese sentido o en el contrario, ya que lo único que sabíamos era que la parada se llamaba Gelezinkelio Stotis (estación de ferrocarril).  El hombre nos dijo que teníamos que cruzar la calle y esperar en el otro lado, así que eso hicimos.

Tras un buen rato de espera, por fin llegó el autobús. En unos 40 minutos nos dejó en  Karmėlava, el pueblo donde dormimos, que está al lado del aeropuerto de Kaunas. Nos bajamos en la última parada que hay antes del aeropuerto y caminamos por el pueblo hasta llegar a nuestro alojamiento. Bueno, la verdad es que no parecía un pueblo, sino unas cuantas calles en medio del campo y que no parecían tener nada que ver unas con otras. 

Por fin encontramos el Jūratės B&B Namai, aunque me da la impresión de que no cogimos el camino más corto para llegar. 

Después de instalarnos y descansar un rato, bajamos a la cocina-comedor para cenar y nos fuimos a dormir.

Esta mañana hemos desayunado y hemos dejado la casa para dirigirnos al aeropuerto.


Como está tan cerca, hemos ido andando. No se tarda ni 10 minutos, es una gozada.

A las 11 ha salido nuestro vuelo. Tras hacer escala en Oslo, por fin hemos llegado a Madrid.


Ahora ya solo nos queda deshacer las maletas, descansar y recordar este maravilloso viaje que nos ha encantado. Y, por supuesto, ir preparando el siguiente destino...