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NY y Riviera Maya - Domingo 26: La despedida... por el momento

El último despertar en Riviera Maya, el último amanecer del viaje de novios... todo lo bueno termina, y esto terminaba justo hoy. Ya habíamos disfrutado mucho durante las dos semanas anteriores, así que hoy tocaba hacer todo bien para que no hubiera problemas y llegar sanos y salvos a Madrid.

Nos levantamos antes de lo habitual, recogimos nuestras cosas y llamamos a recepción para que uno de los botones viniera a recogernos las maletas. El equipaje se quedó en la entrada del lobby y nosotros nos dispusimos a tomar el último desayuno en el hotel.

Mery hizo el check-out (simplemente devolver las tarjetas de la habitación y de las toallas, pues la noche anterior ya habíamos liquidado la cuenta) y nos fuimos andando hasta el exterior del hotel. Justo pasaba un microbús, así que nos montamos. Estuvo esperando un buen rato (y nosotros poniéndonos más nerviosos pues, para variar, no íbamos sobrados de tiempo) hasta que arrancó.

Llegamos a Playa del Carmen y allí cogimos el autobús que va directamente al aeropuerto de Cancún. Al llegar allí, hicimos todo el proceso de pasar por los controles y dirigirnos a la puerta de facturación. Con prisas, porque íbamos justos. De hecho, no nos dio tiempo a comprar ningún recuerdo del viaje. Bueno, pensamos, ya lo cogeremos en Charlotte, donde íbamos a hacer escala.

Efectivamente, en Charlotte también fuimos apurados, principalmente por las colas de inmigración (puesto que entrábamos en EEUU desde otro país). Nos equivocamos de cola y nos pusimos en la de los ciudadanos estadounidenses. Al llegar al final, en lugar de dejarnos pasar nos obligaron a ponernos al final de la cola de los extranjeros, que iba lentísima porque había muchos menos mostradores atendiendo esta cola.

Finalmente pasamos y embarcamos, aunque tuvimos que correr una vez más. En el avión, relajación. Eso sí, el viaje transoceánico fue peor que a la ida, porque no teníamos pantallas de televisión individualizadas. Pero con el cansancio acumulado fuimos echando cabezaditas hasta llegar a Madrid.

Puesto que llegamos a primera hora de la mañana del lunes, según la hora española (para nosotros estaba empezando la noche) no pudieron venir a buscarnos, así que cogimos un taxi que nos dejó en nuestra casa. Y así terminamos este viaje tan maravilloso, dejando las maletas y preparándonos para descansar en la cama el resto de la mañana y reposar durante esa tarde. Nuestro primer viaje a América había terminado.

NY y Riviera Maya - Sábado 25: Último día de snorkel, masajes, etc...

Hoy sí que sí. Era el último día para disfrutar de nuestra luna de miel, así que había que aprovecharlo al máximo. Por la mañana fuimos a la playa. Mientras Mery tomaba el sol, yo cogí un equipo de snorkel y me metí en el agua. Es impresionante la cantidad de peces que se pueden ver en las aguas turquesas del mar Caribe.

Al salir, Mery me tenía preparada una sesión de fotos en la playa. Cuando la terminamos, nos fuimos a la piscina de agua salada, que está comunicada con el mar. La verdad es que es difícil estar mejor que en un sitio como éste.


Después de comer, Mery tenía una sesión de masaje, así que nos fuimos a la zona del spa. Estuvimos un rato en la piscina del spa y, cuando ella se fue a su sesión, yo me acerqué a la playa un rato. Cuando volví, estuvimos jugando al minigolf.

Por la noche cenamos en el restaurante pegado a la playa (una pena que hiciera demasiado viento, por lo que las mesas estaban protegidas por unas lonas e impedía tener la sensación de que el mar estaba al lado). La comida era principalmente pescado a la parrilla, lo que atrajo a un mapache que se asomó a nuestra mesa en busca de algo que llevarse a la boca.

Tras la cena, de nuevo al bar de los deportes a jugar un poco al billar y, cuando lo cerraron, hicimos el check-out pagando lo que debíamos (que era únicamente el masaje, el resto ya estaba pagado por internet) y nos fuimos a la cama.

NY y Riviera Maya - Viernes 24: Disfrutando del Grand Palladium

Por fin, primer día completo para disfrutar de nuestro hotel (aunque iba a ser el penúltimo de nuestra estancia). Es cierto que habíamos disfrutado de las instalaciones, las piscinas y la playa durante las jornadas anteriores en los ratos que nos dejaban libres las excursiones, pero este día el plan era disfrutar del hotel. Y, desde luego, había mucho que disfrutar.

Para empezar, las instalaciones del hotel, que incluían hasta una capilla, dos templetes, 4 lobbies, puentes para cruzar entre las islitas, etc. Dentro de los lobbies había bares, las recepciones, prensa… en fin, de todo para no aburrirte.

Las piscinas eran espectaculares. A nosotros la que más nos gustaba era la principal, con su bar incluido. Podías estar tomándote un cocktail dentro del agua, tumbarte en las camas acuáticas, etc.

La fauna también era muy abundante. Iguanas, peces, pájaros, coatíes, agutíes (un pequeño roedor), mapaches, cocodrilos, flamencos… era una delicia ir paseando por las calles del hotel y encontrártelos. Además, la gran mayoría están acostumbrados a los seres humanos y no se asustan cuando te ven.

A los peces, por ejemplo, puedes echarles la comida que la gente del hotel tiene preparada a tal efecto. Yo les eché varias veces. De hecho, una de las veces se me cayó al agua la tapa por error.

También me encantaba acercarme a los coatíes, intentado darles algo de comer.

Por la tarde nos fuimos al polideportivo y estuvimos jugando un rato al minigolf. Era la primera vez que lo hacíamos, y el campo no estaba en la mejor condición, pero nos lo pasamos muy bien. Eso sí, los mosquitos nos estuvieron atacando continuamente.

Después del deporte, nada como una visita al spa para relajarnos. Contaba con jacuzzis, sauna, baño turco, etc.

Para cenar esa noche fuimos al mexicano. Nos intentaron decir lo mismo que el día anterior, pero les paramos los pies y les dijimos que no nos importaba esperar, así que finalmente pudimos comer en dicho restaurante. Lo mejor de todo era la decoración y los postres. El mío (tarta de 3 leches) estaba delicioso.

Después de la cena, nos acercamos al sports bar café, donde se puede jugar al futbolín, billar, ver deportes en pantalla gigante… Estuvimos jugando un rato al futbolín y al billar mientras tomábamos otro cocktail hasta que cerraron el bar y ya nos tuvimos que ir a la habitación a dormir.

NY y Riviera Maya - Jueves 23: Playa del Carmen

Una vez realizadas todas las excursiones, tocaba devolver el coche de alquiler que habíamos recogido en el aeropuerto el primer día de nuestra estancia en México. Lo íbamos a devolver en Playa del Carmen, por estar más cerca que Cancún.

Al llegar a Playa del Carmen, lo primero que hicimos fue dejar el coche. Nos costó encontrar las oficinas de Hertz. Además, cuando las encontramos, nos dijeron que primero teníamos que dejar el coche en un garaje suyo y luego ya firmar los papeles de entrega.

Finalmente hicimos todos los trámites y ya estábamos listos para recorrer Playa del Carmen. Eso sí, la vuelta la tendríamos que hacer en una de los microbuses que recorren la carretera de la Riviera Maya.

Lo primero que hicimos fue acercarnos a la Playa. Allí había una curiosa estatua de nombre “Portal Maya”. La verdad es que es enorme y reúne bastantes elementos de la ciudad: desde los antecedentes mayas hasta el turismo actual.

En los alrededores también se encontraba una iglesia cuya mayor curiosidad era que en lugar del altar tenía un ventanal. Eso permite ver las palmeras que se encuentran detrás y la playa, con lo que se obtiene un bonito paisaje sin tener que gasta nada en construir el altar.

Continuamos nuestro paseo por la llamada Quinta Avenida, la calle principal y más turística. Está llena de tiendas, así que aprovechamos para hacer unas pequeñas compras.

Hecho todo esto, cogimos un microbús que nos dejó en el exterior de nuestro hotel, donde comimos y aprovechamos la tarde para disfrutar de la piscina y playa. Para rematar, fuimos a cenar. Intentamos ir al mexicano, pero nos dijeron que estaban completos de reservas y que no nos daba tiempo a cenar. Así pues, fuimos al chino y ahí sí que no hubo problemas.

NY y Riviera Maya - Miércoles 22: Chichen Itza

Era nuestro último día de visitar ruinas mayas y tocaba Chichen Itza, las más famosas y mejor conservadas de la peninsula de Yucatán. Otro largo viaje por el México real nos llevó hasta allí. Esta vez dejamos el coche fuera del parking oficial. Como curiosidad, hay que pagar la entrada en dos taquillas distintas.

Una vez dentro, la primera gran impresión es la de ver la piramide de Kukulkan en el medio de la explanada central. En Chichen Itza todo está mejor conservado que en Cobá, pero especialmente la pirámide está en un estado de conservación inmejorable.

Una vez que te repones de esta impresionante imagen, toca descubrir el resto de rincones que la gran ciudad maya tiene escondidos en su amplia superficie. Empezando por el terreno de juego de pelota. Enorme en comparación con el de Cobá. Los aros se encuentran a una gran altura, lo que hace improbable que la modalidad que aquí se jugaba consistiera exclusivamente en pasar la pelota a través de ellos impulsada por caderas, brazos, etc.

Continuamos nuestra visita visitando otros edificios, hasta que tomamos lo que fue en su momento un sacbé o calzada maya, que nos conduce hasta el cenote sagrado. Es una pena que las aguas estén cenagosas y no se pueda uno bañar, porque la verdad es que estaba haciendo un calor brutal que nos dejaba sin fuerzas. De hecho, Mery prefirió no continuar la visita y se quedó descansando a la sombra de un árbol. Yo continué por mi cuenta, haciendo fotos de los edificios que vi. Entre ellos, los que más me gustaron fueron el Templo de las mil columnas (que realmente son columnas que ya no soportan ninguna techumbre, puesto que la original era de madera, no de piedra) y el Observatorio (un edificio coronado por una cúpula en forma de caracol).

Cuando terminé las fotos, volví a donde estaba Mery y nos fuimos de Chichen Itza. Compramos una bolsa de patatas para comer por el camino y nos fuimos a Valladolid, la ciudad más cercana. Aunque cuando llegamos allí, nos dimos cuenta de que la palabra ciudad no es algo que le haga mucha justicia a Valladolid. Quitando la plaza de la iglesia principal, el resto de calles parecen suburbios. Así pues, paramos en dicha plaza, Mery se bajó para ver la iglesia (Iglesia de San Gervasio) y nos fuimos rápidamente, puesto que estábamos cansados.

Llegamos al hotel con tiempo para ir a la piscina y arreglarnos para la cena romántica que teníamos esa noche. La cena la verdad es que nos encantó. Nos habían invitado el primer día que llegamos al hotel y era en el restaurante que está al lado de la piscina principal, donde a mediodía está ubicado el buffet Gran Azul. Incluyó una copa de bienvenida y luego un menú muy cuidado y romántico, con detalles como los trozos de pan, que tenían forma de corazones. Además, la comida estaba estupenda.

Para rematar la noche, brindamos con champagne por nuestro flamante matrimonio.

NY y Riviera Maya - Martes 21: Cobá y cenote Dos Ojos

Este día nuestros pasos exploradores nos llevaron hasta las ruinas mayas de Cobá. Para ello, cogimos el coche hasta Tulum y continuamos hacia Cobá, adentrándonos por zonas menos turísticas. Se notaba la diferencia entre el México construido para los resorts, con toda su opulencia, y el México de los pueblos que encontrábamos por el camino, pequeñas aldeas en las que se adivinaba la precariedad en la que viven sus habitantes.

Una vez llegamos a Cobá entramos en la zona de ruinas. Teníamos pensado coger bicicletas para desplazarnos pero, puesto que un bicitaxi no costaba mucho más (35 pesos por bicicleta, frente a 100 pesos del bicitaxi), nos decantamos por esta opción. Fue todo un acierto. Nuestro conductor, Miguel, además de ahorrarnos el cansancio de ir pedaleando, nos fue explicando un montón de cosas, como un auténtico guía. Fue super amable y simpático, así que al terminar le dimos la misma propina a él que lo que nos costó el bicitaxi.


La visita en sí estuvo muy interesante, sobre todo la gran atracción de Cobá, la subida a la pirámide, una de las más altas de mesoamérica y la más alta a la que se puede subir. Las vistas desde arriba son impresionantes, se domina una enorme extensión de terreno. Además de la pirámide, vimos otras construcciones mayas como los campos de Juego de pelota, actividad que tenía un sentido más religioso que deportivo, y los sacbés (los caminos que construían los mayas, el equivalente a las calzadas romanas). Y muchas cosas más, gracias a las explicaciones de Miguel.



Volvimos de Cobá al hotel para comer allí y por la tarde fuimos a visitar un cenote, el de Dos Ojos. Los cenotes son piscinas naturales en la roca. Abundan en la península de Yucatán debido a la composición de su suelo. En Dos Ojos nos bañamos en una cueva donde volaban los murciélagos y que estaba llena de peces.


En otra zona del complejo (se llama Dos Ojos porque hay dos cuevas con agua) aprovechamos para tumbarnos en unas hamacas a descansar. Estuvo bien la experiencia del cenote, las aguas son cristalinas y da gusto bañarse en ellas, rodeado de peces y viendo perfectamente el fondo en la semioscuridad de la gruta. Lo único malo es que la zona estaba infestada de mosquitos.

Después de salir del cenote fuimos a Akumal, otra de las playas descritas como "paradisíacas" de la zona, y en la que según cuentan se puede nadar rodeado de tortugas. Pero cuando llegamos nosotros ya era tarde, así que me pegué un baño sin ver tortugas y cuando ya empezaba a refrescar.

Esa noche cenamos en el restaurante italiano, el Portofino, que no me convenció tanto como las noches anteriores. Supongo que estamos demasiado acostumbrados a comer en buenos italianos. Por cierto, el primer día nos dejaron en la habitación una botella de tequila y una cesta de fruta como bienvenida por nuestra luna de miel. Le dejamos a nuestra camarera, Claudia, una nota de agradecimiento y una propina y este martes nos había dejado unas figuritas de dos cisnes hechos con toallas y pétalos de rosa. ¡Precioso!

NY y Riviera Maya - Lunes 20: Tulum y Playa Paraíso

Iniciamos la jornada en el buffet Tikal, donde desayunamos todos los días. Para mi, la principal delicia del buffet eran los zumos naturales recién hechos. Era adicto al de naranja y piña. Además, no perdonaba mi sandwich de queso, pavo, tomate y lechuga a la plancha. Dependiendo del día, también comía un huevo frito o una tortilla con daditos de tomate y queso. Luego pasaba a lo dulce, donde el plato estrella era una tortita sepultada bajo virutas de chocolate y sirope. Mery, en cambio, prefería sólo lo dulce.

Este primer día de excursiones fuimos a Tulum, ciudad maya que tiene la curiosidad de ser la única pegada a la costa, con las vistas que esa ubicación proporcionan. Dejamos el coche en el aparcamiento y, después de lidiar con varias personas que nos intentaban vender paquetes de visita, cogimos la entrada sencilla.

El día transcurrió bajo un intenso calor, así que tras dar una vuelta por el complejo amurallado (no demasiado grande, la verdad) nos bajamos a la zona de la playa. Era un lujo poder bañarse y observar las ruinas mayas desde el agua y la arena.

Tras refrescarnos, volvimos a subir y continuamos hasta la salida. Nos dimos un paseo hasta Playa Paraíso y allí nos pegamos un nuevo chapuzón refrescante. Aprovechamos una palmera con el tronco inclinado para hacer unas fotos. La playa era la típica paradisíaca.

Volvimos andando hasta el coche y regresamos al hotel. Esa tarde aprovechamos para ir al spa, el mejor modo de terminar un día de calor. Por la noche cenamos en el Rodizio, el restaurante brasileño.

NY y Riviera Maya - Domingo 19: Llegada a Riviera Maya

Este día lo íbamos a utilizar para desplazarnos desde Nueva York a la Riviera Maya (por supuesto, con su correspondiente transbordo) y para conocer el hotel en el que nos alojaríamos allí. Las visitas las dejaríamos para los próximos días.

Dormimos en el aeropuerto La Guardia de Nueva York. Cuando abren la zona de embarque pasamos a ella. Llueve mucho, el vuelo va retrasado, por lo que nos cogen las maletas para llevarlas directamente a Cancún sin que tengamos que recogerlas en la escala de Philadelphia. Algunos pasajeros pierden sus vuelos de conexión, nosotros por suerte no. Al llegar a Philadelphia salimos corriendo a la puerta de embarque a Cancún (por suerte no hay que pasar controles de inmigración) y llegamos por los pelos a coger el avión.

Al llegar a Cancún vamos al mostrador de Hertz y nos llevan en microbús a sus oficinas. Cogemos el coche (un Hyundai Atos i10, que allí llaman Dodge Atos, fabricado en la India y que no tiene ni cierre centralizado ni elevalunas eléctrico, de color blanco). Tomamos la carretera que recorre la Riviera Maya hasta Playa del Carmen y luego hasta Tulum. Hay puestos de policía cada poco tiempo, y a los lados de la carretera (de dos carriles para cada sentido) sólo se ve jungla muy, muy espesa. Vemos cada poca distancia carteles de "Retorno", puesto que no hay pasos elevados, se cambia de sentido por la izquierda.



Llegamos a nuestro hotel, el Grand Palladium, y vamos a nuestra zona, la del Kantenah. Los botones (con traje de explorador de la jungla) nos recogen el equipaje. Hasta las 3 de la tarde no estará lista nuestra habitación, así que vamos al buffet "El gran azul" a comer. Allí será donde comamos casi todos los días. A las 3 vamos a nuestra habitación, que está en un edificio que llaman Villa. Es la habitación 4604 de la villa 46. Hemos tenido suerte y nos han dado la que pedimos, recomendada por internet: la más cercana a la zona central del hotel, llamada lobby.

Dedicamos la tarde a explorar la zona central del Kantenah (hay otros tres hoteles en el mismo complejo Palladium: el Colonial, el Riviera y el White Sand, además de las Mayan Suites). También nos damos el primer chapuzón en la piscina central y en la playa, donde empezamos a disfrutar de la fina arena y las aguas azul turquesa. Ese primer día cenamos en el Sumptuori, el restaurante japonés. De entrada un sushi delicioso y luego carne teriyaki y tepanyaki también muy buenas. El primer día hemos empezado a disfrutar del maravilloso hotel que tenemos, algo que iremos reafirmando cada día.

NY y Riviera Maya - Sábado 18: La ciudad de los contrastes

Último día completo en Nueva York. Hemos ido dejando para esta última jornada ciertas áreas de la ciudad que, aunque son pequeños barrios, le dan a Manhattan ese aire multicultural tan característico. Sitios reconocibles en el imaginario colectivo como Chinatown, Harlem, el Soho, Little Italy…

Pero antes de todo eso, por la mañana hacemos los deberes. Al terminar el desayuno imprimo en el hotel los billetes de embarque para el vuelo del día siguiente, mientras Mery hace las maletas. Abandonamos la habitación y dejamos las maletas en una consigna del hotel.

Vamos en metro a Harlem. Resulta muy curiosa la sensación de salir por la boca del metro y encontrarte con que toda la gente que hay en la calle (y en ese momento había mucha gente en una gran avenida) son de raza negra… excepto nosotros. Como con todo, al cabo del tiempo te acostumbras y te olvidas de ello. Vemos el Apollo Theather (el famoso escenario donde numerosas estrellas negras de la canción dieron sus primeros pasos artísticos) y varias iglesias del barrio pero, al ser sábado, no hay misa góspel en ninguna.

Tomamos el metro rumbo a Little Italy. La zona está atestada de gente pero conseguimos mesa en el restaurante que nos habían recomendado en internet, Il Pallazzo, en la calle Mullberry (la única calle que queda más o menos intacta de Little Italy, que está siendo fagocitado por Chinatown). Al terminar, paseamos por Little Italy y Nolita y visitamos la Old Saint Patrick, la antigua iglesia de los colonos irlandeses.

Vamos a Chinatown, recorremos Mott Street, tal vez la calle más famosa de la zona y que más está empapada de la cultura china. Es increíble cómo uno, si se olvida de dónde se encuentra y se deja guiar por los sentidos, pensaría con total convicción que este sitio pertenece a China, no a EEUU. Hay un intenso olor a pescado, todos los habitantes son de raza asiática, y se oye una lengua extraña para los oídos occidentales. Guiados por estas sensaciones llegamos a la Plaza Confucio y visitamos el templo budista que se encuentra allí.

Paseamos hasta Five Points y volvemos a entrar en Chinatown, pero vamos con el tiempo justo, así que debemos acelerar el paso. Cruzamos SoHo y Greenwich Village. Tal vez por las prisas, no nos da para más que para quedarnos con la impresión de que son barrios elitistas (sobre todo el primero) y acogedores (el segundo).

Una vez más (ya de las últimas de este viaje) cogemos el metro hasta el Rockefeller Center para subir al Top of the Rock, el observatorio que se encuentra en la última planta del rascacielos y que últimamente le está haciendo sombra (en cuanto a las vistas de Manhattan) al Empire State Building. Vemos anochecer desde allí. Como digo, las vistas son parecidas a las del Empire, con la ventaja (obvia) de que también se puede ver este edificio. Además, tiene mejores vistas de Central Park.



Al bajar no encontramos la parada de metro para ir a Century 21 (el outlet que nos habían recomendado visitar para realizar compras de ropa en la ciudad). Vamos a Time´s Square y allí echamos un vistazo en las tiendas de M&M´s, Disney y Toys´r´us.

Cenamos un pretzel y un perrito comprados en un puesto callejero. Recogemos las maletas, tomamos nuestro último metro hasta la parada del M60 (el mismo autobús con el que entramos en Manhattan por primera vez) y lo cogemos para ir al aeropuerto de La Guardia. Nuestra estancia en Nueva York ha terminado, muy a nuestro pesar. Menos mal que ahora nos aguarda otra semanita en un destino distinto pero también apasionante, la Riviera Maya.

NY y Riviera Maya - Viernes 17: Sobrevolando Nueva York

Hoy ha sido un día de altos vuelos, aunque al arrancarlo realmente no lo sabíamos. Nuestra primera visita del día era el curioso Flatiron Bulding, así que cogimos un metro y nos plantamos en los alrededores. Al salir del metro divisamos el edificio, pero no lo vimos tan espectacular como esperábamos (además de ser uno de los primeros rascacielos de Nueva York, tiene una curiosa forma de plancha, de donde recibe su nombre). Hechas las fotos de rigor, nos encaminamos a Union Park, un animado espacio verde de la ciudad. Allí, mientras descansábamos en un banco, vimos en nuestros folletos que la mejor posición para ver el Flatiron era una ubicación distinta a la que teníamos antes. Así pues, desandamos el camino hasta llegar a la zona del Flatiron de nuevo. Ahora sí, podíamos admirar el edificio que no parece un edificio, sino una curiosa fachada inhabitada.

Tras ello, cogimos un metro hasta el Downtown. Nos acercamos al helipuerto, puesto que estábamos dispuestos a hacer uno de los recorridos en helicóptero sobrevolando la ciudad. Cogimos un viaje en helicóptero de 15 minutos, pero en la compañía que gestiona los vuelos nos comunican que nos van a hacer un upgrade (una mejora) a un vuelo de 20 minutos, advirtiéndonos de que no se lo digamos a otros pasajeros. Así, hemos podido subir por encima de Central Park, llegando al Bronx y al Yankee Stadium. Fue una gran experiencia, pese a que yo me mareé ligeramente al final del viaje. Mery lo disfrutó un montón, se hizo aficionada a esto de montar en helicóptero, pese a que al principio tenía miedo a subirse.



Al terminar el vuelo, cogemos el metro para llegar al puesto de Tkts de Time´s Square. Tkts es una empresa que se dedica a vender entradas de todos los musicales de Broadway a precios reducidos, para las sesiones de ese mismo día. Conseguimos entradas para el musical "Phantom of the Opera" con 20% de descuento. Es la primera ocasión en que vamos juntos a Time´s Square (yo ya había pasado durante el recorrido de mis carreras matutinas). La verdad es que no nos sorprende tanto como esperábamos, tal vez sea que por la noche el ambiente mejora.

Una vez que las entradas están en nuestras manos, comemos en un Subway y nos vamos a pasar lo que queda de tarde (antes de ir al musical) en el MOMA. Entramos gratis por ser viernes tarde (a Mery le ponen pegas para pasar la mochila, pero finalmente lo consigue). El museo es posiblemente el más famoso del mundo en cuanto a arte moderno. Para nosotros, que no somos expertos en dicha materia, es una nueva experiencia. Algunas obras están muy bien, otras no dicen mucho y otras nos parecen una chorrada.

Volvemos al hotel a descansar un poquito y cambiarnos, y vamos al teatro Majestic para ver el musical. Impresionante. Es un torrente de emociones, una gran historia y números musicales espectaculares. Nos vino fenomenal haber visto la película el día antes de partir hacia Nueva York, puesto que así conocíamos la historia y no nos perdíamos en los momentos en los que no entendíamos todas las conversaciones. Al salir, en otro teatro de la misma calle está saliendo Tom Hanks. Cogí a caballito a Mery para que le pudiera fotografiar.


Vamos a Time´s Square a cenar, al Bubba Gump (especializado en gambas y ambientado en Forrest Gump). La mejor forma de cerrar un día de película. Y acabamos en el sitio mimado por la industria del espectáculo, Time´s Square, una de las plazas más famosas del mundo. De noche es distinta. Llena de gente, llena de luz (de hecho, no parece que sea de noche porque los carteles iluminan toda la zona como si estuviéramos a plena luz del sol). Un montón de puestos callejeros, con gente pintando cuadros, muchos viandantes entrando en las tiendas que abren hasta bien entrada la noche… es la plaza del consumismo y de la diversión.