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Semana Santa 2015 (IV): Logroño, Laguardia y Santo Domingo de la Calzada

En nuestro último día del viaje de semana santa nos tocaba visitar Logroño. A primera hora salí a correr por Fuenmayor, para ver un poco el pueblo en el que habíamos pernoctado. Tras arreglarnos y recoger nuestras cosas, dejamos la pensión en la que habíamos dormido y nos fuimos a la capital riojana, aparcando en una gran zona de aparcamiento cercana a las murallas de Revellín.



A partir de ahí dimos nuestro habitual paseo por la ciudad. La primera parada fue para contemplar la fachada barroca del Parlamento de La Rioja, situado en el antiguo convento de la Merced.


Nos acercamos a la Iglesia de Santiago, pero en ese momento se encontraban en misa. Son los inconvenientes de ir de turismo un domingo de resurrección. Gracias a un hombre que estaba pidiendo dinero en la entrada nos enteramos de que terminaba en media hora, así que decidimos irnos y volver luego.


De la iglesia imperial de Santa María de Palacio lo que más destacaba era su aguja gótica piramidal, aunque para conseguir sacarla en una foto había que buscar el sitio adecuado, debido a la proximidad de los edificios más cercanos a la iglesia.


La tercera de las iglesias que quedaban en nuestro camino era la de San Bartolomé, que por supuesto también estaba en misa. Eso no nos impidió disfrutar del magnífico pórtico gótico ojival.


Por último, vimos la concatedral de Santa María de la Redonda, sede de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño junto con las catedrales de estas dos ciudades.


Desandando parte del camino llegamos al Palacio de los Chapiteles, que fue el edificio del ayuntamiento hasta 1980.


Nos acercamos hasta la calle Muro del Carmen, donde terminaba laVuelta Ciclista a La Rioja. Llegamos justo para ver el sprint final, en el que se impuso el australiano Caleb Ewan.

En los alrededores se encuentra el convento del Carmen, que en la actualidad es el Instituto Sagasta, en honor al político riojano, hijo predilecto de la ciudad.


Continuamos nuestra caminata, pasando por la Escuela de Artes y Oficios y por el Monumento al Fuero de Logroño, de camino al Ayuntamiento.


Este edificio del Ayuntamiento provocó opiniones contrastadas entre Mery y yo. A ella el edificio (obra de Moneo) no le gustaba. A mí, pese a que reconozco que no tiene la prestancia o belleza de los ayuntamientos construidos en edificios antiguos, no me desagradaba. Bien es cierto que sus formas tan lineales le hacen parecer simplemente un colegio "mastodóntico".


Pasamos por el edificio del Mercado de San Blas (en la Plaza de Abastos), el Teatro Bretón de los Herreros, el Museo de La Rioja y el edificio de Correos (que está en obras). No nos detuvimos ante ellos, puesto que ya íbamos con hambre.


Y para comer, nada mejor que volver a La Laurel como hicimos la noche anterior y probar suerte en otros de los muchos bares que pueblan la zona. Volvimos a quedar satisfechos de la calidad media de los pinchos que nos pusieron.


Nuestra visita por Logroño estaba terminando, pero aún nos dio tiempo a acercarnos al Paseo del Espolón, donde se encuentra el monumento a Espartero, puesto que el famoso general del siglo XIX pasó los últimos años de su vida retirado en esta ciudad.


De camino al coche nos compramos un heladito, porque la verdad es que el día estaba siendo particularmente soleado.


Nuestro siguiente destino era Laguardia. Inicialmente no estaba en nuestros planes, pero vimos que la recomendaban como destino turístico en los alrededores de Logroño y decidimos hacerle hueco en nuestro itinerario del día.

Laguardia es un pueblo con mucho sabor medieval. Cuenta con unas murallas que, una vez cruzadas, parece que te transportan en el tiempo. Eso sí, hay que condimentar esta sensación con la masificación de turistas que sufría. Pero lo cierto es que merece una visita: cruzar las citadas murallas, pasear por la calle principal del interior del casco antiguo, ver las iglesias de San Juan y de Santa María, las múltiples bodegas que asoman por todos lados... solo pasamos un rato allí, pero fue una agradable sorpresa.


La siguiente parada también estaba cerca, concretamente en el municipio de Elciego. Allí se encuentran la bodega y hotel del Marqués de Riscal, un edificio muy singular, obra de Frank Gehry. Desde hace mucho tiempo me había impresionado este edificio cuando lo había visto en fotos. Sabiendo que estábamos tan próximos a él, no podía perder la oportunidad de verlo de cerca, así que Mery me concedió el capricho.


En persona no defrauda, me encanta el juego que hacen la luz del sol junto al colorido de su fachada, sus formas y sus texturas.


Ya solo le quedaba una parada a nuestro camino, y qué mejor lugar que Santo Domingo de la Calzada. Puesto que era tarde, visitamos el monumento principal de la ciudad, la catedral construida en honor del santo que creó allí el hospital para los peregrinos del Camino de Santiago. En ella, además de la agradable sorpresa de que en el claustro-museo tenían una exposición de clicks de Playmobil, se encuentran la tumba del santo, el gallo y la gallina que recuerdan el milagro atribuido a estos animales en la ciudad, que revivieron después de muertos para atestiguar contra una injusticia.


Al salir de la catedral tan solo nos quedaba el camino de vuelta a Madrid, que se hace largo por el cansancio acumulado, pero a cambio habíamos pasado unos días de semana santa muy entretenidos y agradables, conociendo unas cuantas ciudades de España que hasta el momento nos faltaban en nuestra colección de la parejita.

Semana Santa 2015 (III): Olite y Pamplona

Nos levantamos por la mañana en el hotel del polígono industrial. Es un buen hotel, aunque por su ubicación no tiene nada cerca que merezca la pena. Por tanto, decidí dejar la carrera matutina para otro día.



Habíamos decidido que nuestro itinerario del día arrancaría en Olite, puesto que teníamos ganas de ver el palacio real de los reyes de Navarra. Por tanto, dejamos Pamplona para volver luego y nos encaminamos a la antigua corte de Olite

Aparcamos en las afueras y recorrimos las calles medievales hasta la plaza principal, desde donde se veía una imponente panorámica del Palacio.


Para visitarlo, tuvimos que hacer una cola que en aquel momento era muy larga (aunque bien es cierto que avanzó rápido). Media hora después nos asomamos desde la muralla del palacio y no había nadie haciendo cola.


El recorrido lleva un rato en realizarse, puesto que hay numerosas estancias y torres. Nosotros decidimos coger una audioguía para enterarnos de toda la historia del Palacio. Que por cierto, así debe llamarse, puesto que es una edificación de caracter cortesano más que militar.


Tras salir del palacio fuimos dando un paseo por el pueblo hasta llegar a la iglesia de Santa María la Real. Destaca sobre todo su fachada, al lado de la cual estuvimos esperando durante un rato hasta que abrieron el interior y pudimos visitarlo.


El día estaba muy despejado, con lo que lo que más apetecía era comer en una terracita bajo el sol. Eso hicimos, pidiendo unos bocadillos en una terraza cercana al palacio, si bien hacía un poco de frío cuando se levantaba el viento.


Tan cerca estábamos del Palacio que solo teníamos que cruzar por debajo de esta torre para llegar a la plaza principal.


Antes de despedirnos de Olite visitamos la iglesia de San Pedro, que está junto al palacio. Esta iglesia es la más antigua de la villa.


Volvimos a Pamplona. Como ya nos conocíamos la zona, aparcamos en el mismo sitio que el día anterior y cogimos el ascensor al casco histórico.

Lo primero que hicimos fue dar un paseo por las calles del centro histórico, siguiendo el recorrido de los Sanfermines. Como teníamos una audioguía en el móvil, fuimos escuchando todas las anécdotas relacionadas con los encierros.


La plaza del ayuntamiento tiene algo especial, después de verla tantas veces por televisión en los momentos previos al chupinazo de San Fermín. La verdad es que parece mucho más pequeña que por televisión.


Continuamos el recorrido, pasando por la famosa curva de la estafeta, hasta llegar a la plaza de toros, con el busto de Hemingway, gran admirador de la fiestas pamplonesas.


Puesto que la plaza de toros está ya algo alejada del centro, retornamos a él pasando junto a la estatua en homenaje a los encierros. Está claro que todo en Pamplona recuerda a sus universales fiestas.


En nuestro paseo, cruzamos la Plaza del Castillo.


Llegamos a la Catedral pero estaba cerrada, así que solo pudimos ver la fachada, con la famosa campana de la torre. En los alrededores se encontraba un grupo de turistas cuyo guía comentaba que era la campana más grande de España, haciendo chanza con la de Toledo, puesto que (pese a ser más grande que la navarra) no está en uso debido a una raja. Estas chanzas no gustaron demasiado a Mery...


Continuando la caminata llegamos a uno de los extremos del casco antiguo, el rincón del caballo blanco, junto a las murallas.


Volvimos al centro para visitar la iglesia de San Cernín (en honor del primer obispo de Toulouse). Este templo cuenta con dos partes muy diferenciadas: una gran capilla barroca y la nave principal, gótica, siendo esta última la más bonita con gran diferencia, al menos en mi opinión.


Otra de las iglesias que visitamos en el centro es la de San Nicolás.


Alejada del centro se encuentra la iglesia de San Lorenzo, famosa por albergar la imagen de San Fermín.


Aunque ya empezábamos a estar cansados de las muchas vueltas dadas, aún nos dio tiempo para visitar el Parque de la Taconera, donde vimos varios animales que tienen aquí su hogar.


Finalmente volvimos a la zona en la que teníamos el coche y nos fuimos a nuestra parada de esa noche, en La Rioja. El alojamiento lo habíamos cogido en el pueblo de Fuenmayor, muy cerca de Logroño.

Dejamos las maletas en la pensión y nos fuimos a cenar a Logroño. Los dueños de la pensión nos habían comentado que para cenar en Logroño la mejor zona es la que llaman La Laurel, que comprende dicha calle y las que están alrededor. Y desde luego que no se equivocaron, estuvimos cenando de pinchos en dicha zona y es un auténtico paraíso para los que nos gusta ir de tapeo o de pinchos.


Tras probar los ricos pinchos, nos volvimos al hotel a dormir para afrontar al día siguiente la última jornada del viaje.

Semana Santa 2015 (II): Vitoria

A primera hora me fui a correr por el humedal de Salburua, que estaba al lado del hotel. Se trata de unas lagunas que el ayuntamiento está dejando muy bien acondicionadas para que tengan la función de parque en el que los vecinos puedan darse una vuelta. En mi opinión les ha quedado muy bonito, es una mezcla de parque y zona salvaje. Luego dejamos el hotel y fuimos en coche al centro.

Lo primero que fuimos a ver cuando llegamos al centro de Vitoria fue la casa del cordón, que es un antiguo palacio en el que destaca la bóveda de la sala principal. Lo malo fue que estaba cerrada, así que nos quedamos sin verla.



Continuamos paseando por la "almendra" como llaman a las calles que forman el centro histórico, por su forma. Fuimos al BIBAT, que es un museo conjunto: el Arqueológico y el de naipes.


Visitamos el último, con toda la colección de naipes antiguos de Heraclio Fournier y las antiguas planchas en las que se imprimían los ejemplares en épocas pretéritas. Luego el Arqueológico, aunque solo nos pasamos por las exposiciones sobre romanos, puesto que no teníamos tiempo para más.


Bajamos por la calle de San Francisco (pasando al lado de sus conocidos soportales) y llegamos a la Plaza de España. Posteriormente volveríamos a ella para comer algo.


Pero en ese momento continuamos hasta llegar a la plaza de la Virgen Blanca, todo un símbolo de Vitoria.


Alejándonos cada vez más del casco antiguo, llegamos a la conocida como Catedral Nueva (aunque en realidad no es catedral). Construida en estilo neogótico, hicimos una breve visita a su interior.


Al lado se encuentra el Parque de la Florida, donde hicimos una pequeña parada para descansar.


Regresamos a la plaza de la Virgen Blanca y desde ahí subimos las escaleras que llevan a la Iglesia de San Miguel. Lo malo es que en ese momento estaba cerrada.


Así que decidimos comer en Plaza de España. Elegimos una terraza.


Continuamos la visita paseando por el casco histórico (la almendra). Ya la habíamos visto la noche anterior, pero esta vez tocaba verla de día.


Para no dejarnos nada si ver, volvimos a San Miguel, donde esta vez sí que estaba abierto el templo.


El último paseo nos llevo a la Plaza del Machete, que debe su nombre al machete que se conserva expuesto, que es ante el que el procurador general debía hacer el juramento al alcalde de Vitoria.


Para terminar el día, cogimos de nuevo el coche y nos acercamos a la calle Francisco de Vitoria, donde se encuentran numerosos palacetes (entre ellos el de Ajuria Enea, sede del gobierno vasco).

Después de esto volvimos a coger el coche hasta nuestra siguiente ciudad (Pamplona). El hotel estaba en un polígono industrial de las afueras. Tras instalarnos, hicimos el ritual de todos los días, acercándonos al centro para comer en un bar de pintxos. Esta vez fuimos al bar Gaucho. Aquí los pintxos fueron una auténtica delicia. Sin duda, fue el sitio donde mejor comimos de todo el viaje. En este bar sí que se cumplía al pie de la letra eso de que los pintxos son alta cocina en miniatura.