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Ciudades imperiales (VIII): Bratislava

En nuestro último día del viaje nuestro objetivo es dar una vuelta por Bratislava para conocer la ciudad. Tras ver Praga, Viena y Budapest, que eran el objetivo principal del viaje, Bratislava era la ciudad que mejor nos venía para coger el vuelo de vuelta a Madrid, pero ya que estamos aquí no vamos a desaprovechar la oportunidad de disfrutar de lo que nos pueda ofrecer. Así pues, tras hacer el check-out y dejar las maletas en el hotel, salimos para dar una vuelta similar a la que hice yo ayer.

Tras el paseíto de 10 minutos, llegamos al inicio del centro histórico. Allí se encuentra el Palacio Grassalkovich, palacio presidencial de Eslovaquia.



Continuando, llegamos a la iglesia de la Trinidad, de estilo barroco (aunque la fachada pueda sugerir una sencillez que no se corresponde con el interior).



A partir de ahí empieza el verdadero centro histórico, al que entramos a través de la puerta de San Miguel.



Llegamos a la Catedral de San Martín. Al principio pensamos que está cerrada, pero tras dar la vuelta vemos la entrada. El interior es sobrio pero bonito.



Cruzamos el puente sobre el Danubio y llegamos a la torre UFO.


Subimos a ella para ver las vistas de Bratislava.



Arriba hay un bar en el que nos tomamos una cerveza y aprovechamos para inmortalizar la estatua del paparazzi.



Las estatuas modernas se han hecho famosas en Bratislava. Ésta concretamente se encontraba en el centro, al lado de un restaurante italiano y tenía el mismo nombre que el establecimiento (paparazzo). Al cerrar el restaurante se la trajeron a esta torre UFO.



Desandamos el camino al centro. Empieza a chispear, pero el tiempo acaba respetándonos y no nos cae un aguacero. Llegamos al Teatro Nacional, que vemos por fuera.



Pasamos al lado de la estatua más famosa: el cumil, u hombre trabajando


Llegamos a la plaza del ayuntamiento, que tiene bastante encanto, dominada por el propio ayuntamiento.



A su lado está el Palacio del Primado



Ahora sí, abandonamos el centro histórico para ir a ver la iglesia azul (Iglesia de Santa Isabel). Pese a estar alejada, se puede llegar perfectamente andando, y el paseo merece la pena porque la iglesia es muy especial. construida en estilo art noveau, tiene un toque de cuento de hadas, o de casita de Hansel y Gretel, como hecha con nubes de algodón.



Empieza a ser tarde, así que vamos al Slovak Pub a comer. Es un restaurante muy famoso de cara a los turistas, decorado con objetos antiguos y en el que se narra la historia eslovaca. De entrante pedimos dos cesnaková polievka (sopa de ajo en pan que están riquísimas), y luego slovenský špíz o brocheta de pechuga de pollo, bacon y salchicha, y Bryndzové halušky o dumplings con queso de oveja típico de Eslovaquia.

Para llegar con tiempo al aeropuerto, decidimos regresar ya al hotel. Allí cogemos las maletas y nos vamos a la estación de tren, desde donde sale el autobús directo al aeropuerto. Ya solo nos resta coger el avión, lo que hacemos sin incidencias. Bratislava es una ciudad a la que puedes dedicar un día para recorrer su centro y ver la torre UFO o la iglesia azul, pero al lado de las ciudades que hemos visitado los días anteriores, palidece en cuanto a monumentos y belleza.

El viaje a las capitales imperiales de Centro Europa termina con el buen sabor de boca de haber redescubierto la belleza de Praga y haber conocido las maravillas de Viena y Budapest, cada una en su estilo pero muy bonitas ambas. Sus bellos rincones permanecerán en nuestra memoria hasta que volvamos, que ojalá sea lo antes posible.

Ciudades Imperiales (VII): Despedida de Budapest

Para nuestro segundo y último día en Budapest habíamos acordado con el dueño del apartamento poder ampliar la salida hasta las 3 o 4 de la tarde, para poder dejar las maletas y no tener que llevarlas a la estación de tren para luego tener que volver a por ellas. Así que dejamos todo listo para solo tener que recoger el equipaje y salimos a la calle.

Lo primero que hacemos es dar un paseo por el centro histórico de Pest, a un ritmo tranquilo, aprovechando para hacer fotos.



Nuestros pasos nos llevan hasta la catedral de San Esteban. Esta vez entramos al interior. En ese momento están en misa y, aunque está ricamente decorada, lo que vemos no nos impresiona.



Lo que sí está muy bien es la subida hasta la cúpula, que hago yo solo porque Mery prefiere quedarse abajo. Desde lo alto hay unas vistas estupendas de toda la ciudad.



Tras otro paseo llegamos a la Sinagoga Dohany, la Gran Sinagoga de Budapest. Es un templo magnífico, la segunda sinagoga más grande del mundo. Aunque, como cuenta la guía (hay una visita guiada gratuita) el estilo es poco ortodoxo, con muchos toques que recuerdan más a una iglesia que a una sinagoga.



Nuestra siguiente parada también es en el barrio judío en el que nos encontramos. Cerca de la sinagoga se encuentra uno de los bares de ruinas más famosos de Budapest, el Szimpla Kert. Estos bares de ruinas son edificios abandonados que el ayuntamiento permitió que emprendedores reformaran y convirtieran en bares con un toque muy particular. Se han convertido en sitios muy famosos, y merece la pena pasarse a tomar una cerveza como hicimos nosotros.



Tras reponer las fuerzas, cogemos el metro hasta la Plaza de los Héroes, como habíamos hecho ayer por la tarde. Esta línea tiene la particularidad de que es de las más antiguas de Europa; los vagones son los originales y las estaciones tienen un sabor añejo.



La plaza está atestada de gente, ¡qué distinto a anoche!.



Pero esta vez no nos quedamos solo en el cartel de Budapest, sino que nos acercamos a admirar las estatuas de los héroes húngaros que le dan nombre a la plaza.



Volvemos al centro, a la plaza Vorosmarty, donde decidimos comprar algo para comer en el mercadillo que está instalado en la plaza. Nos decidimos por un langos y por un trdelnik (cuidado, aquí en Hungría reciben un nombre distinto: kurtoskalacs). ¡Nos encanta este dulce, tan calentito y con sabor a canela!



Con el estómago lleno volvemos al apartamento, recogemos las maletas y, con pena, dejamos la llave dentro para no regresar más. Ya solo nos queda llegar a la estación de tren y coger el que nos lleva a Bratislava. Tren que, por cierto, se retrasa como una media hora. La distribución del vagón es como en el que nos había traído a Budapest, con un compartimento para 6 personas, pero se ve todo más nuevo. Nuestros acompañantes son un padre y su hijo checos, que tienen algunas nociones de español. Aprovechamos el viaje para ver unas películas juntos, ya que Mery no puede usar el móvil después del problema del día anterior en las termas.

Una vez en Bratislava, el hotel está al lado de la estación, así que solo tenemos que dar un corto paseo. Como ya nos imaginábamos al hacer la reserva, es el mejor de los hoteles del viaje. Una pena que sólo vayamos a pasar una noche.

Puesto que aún no es muy tarde, dejo a Mery en la habitación y salgo a dar un paseo por el centro. La única pega del hotel es que por su ubicación en las afueras hay que dar un paseo de 10 minutos hasta llegar al centro, pero no se puede tener todo. Mi primera sensación al llegar al casco antiguo es que la zona es pequeña pero bonita. Se recorre rápidamente en un rato. Mi error es querer abarcar mucho, puesto que me acerco hasta la iglesia azul, que está más alejada, con lo que se me va mucho tiempo y luego tengo que volver prácticamente corriendo para que Mery no se preocupe.

Ciudades imperiales (VI): Budapest y sus aguas termales

Nos despertamos en nuestro flamante apartamento (el único que hemos cogido en el viaje) y salimos pronto para unirnos a una visita guiada gratuita de la ciudad de Budapest. Estas actividades se están poniendo muy de moda últimamente, y son una interesante forma de conocer la ciudad. Pese a ser gratuita, al final "pagas" lo que consideras que ha valido. En nuestro caso la guía, una húngara que hablaba muy bien el castellano, lo ha hecho muy bien, así que se ha merecido que le demos bastantes florines.

El recorrido comienza en la Plaza Vorosmarty, donde nos explica en qué va a consistir la visita. Nos acercamos al Danubio, desde el que nos explica las vistas de la otra orilla.



Budapest está compuesto por la unión de las ciudades de Buda (en la orilla opuesta del Danubio) y Pest (donde nos encontramos).

El recorrido contina por la Plaza de Erzsebet, que en húngaro quiere decir Isabel. Efectivamente, debe su nombre a la emperatriz Sisi. Debido a su espíritu libre, nos resultó curioso que mientras que en Viena parecía que la consideraban demasiado rebelde, en Budapest era como un símbolo de esa rebeldía y ansias de libertad que sentiría la parte húngara, al pertenecer la mayoría del poder del imperio a la parte austriaca. En cualquier caso, la plaza ya nos empieza a resultar familiar, puesto que fue ahí donde nos bajamos del metro Deak Ferenc ter anoche para llegar al apartamento.



La siguiente parada es la catedral de Budapest: la basílica de San Esteban. Solo la vemos por fuera, así que nos la apuntamos para visitarla cuando hayamos terminado la visita guiada y estemos dando una vuelta por nuestra cuenta. Es de estilo neoclásico, terminada de construir en el siglo XX.



En los alrededores vemos tiendas de helados en los que hacen cucuruchos, poniendo el helado en forma de rosa en lugar de esférica, y la verdad es que nos quedamos con ganas de comprarnos uno. ¡El calor está apretando a estas alturas de la mañana!



Seguimos caminando con el grupo hasta la Academia Húngara de las Ciencias, de donde nos explica la guía que han salido los mayores talentos del país. También nos enseña en este momento algunas palabras en húngaro. Comenta de forma jocosa lo fácil que es el idioma, pero la verdad es que a nuestros oídos no resulta nada sencillo.



Tras ello, nos dirigimos hacia Buda, cruzando el Puente de las Cadenas, el más famoso de la ciudad y primer puente permanente sobre el Danubio de la historia. Yo voy pensando que mañana cuando salga a correr tengo que cruzarlo para correr un rato por Buda.



Al llegar a la otra orilla nos toca dar una pequeña caminata cuesta arriba para subir hasta la entrada del Castillo de Buda. Del castillo original no queda apenas nada; en su lugar hay un Palacio del siglo XVIII de estilo barroco.



Desde esta elevación las vistas son muy bonitas, al igual que un rato después veremos desde el Bastión de los Pescadores. Al fondo se distingue perfectamente el Parlamento húngaro, tal vez el edificio más representativo de la ciudad.



Tras callejear un poco por esta zona y ver desde las alturas la zona de Buda, que nuestra guía nos comenta que es más residencial que Pest (se intuyen muchas más zonas verdes, en contraposición a Pest, que parece que ha quedado más enfocada al turista), llegamos a la iglesia de Matías (que no San Matías como pensábamos erróneamente, puesto que ese nombre no oficial lo recibe por el rey Matías Corvino, que ayudó a restaurarla). Es una pequeña joya en la que destaca sobre todo su tejado. La guía nos comenta que las tejas son de una fábrica de Budapest que les da ese toque tan característico, que se puede ver también en otras iglesias y edificios que usan las tejas de la misma fábrica (por ejemplo el mercado de Budapest).



En este punto terminamos la visita guiada y nos vamos por nuestra cuenta al vecino Bastión de los Pescadores, que es una terraza-mirador desde la que se disfrutan las mejores vistas de Pest, contando con siete torres, una por cada una de las tribus magiares que llegaron a Europa desde Asia para fundar la nación húngara.



Tras coger un autobús y un tranvía llegamos al mercado a tiempo para poder comer algo antes de que cierre a mediodía (no abre ni esta tarde ni mañana domingo). Nos han recomendado comer algo en alguno de los puestos de la planta alta, así que es lo que hacemos. Probamos unos langos (que es una masa como la de los churros con forma de pizza y al que se le añade salsa, queso y otros ingredientes al gusto) y la verdad es que nos gusta mucho. Los langos son uno de los descubrimientos culinarios del viaje.



A las 4 de la tarde tenemos compradas las entradas para la visita al Parlamento, así que pasamos un rato por el apartamento a descansar, que la semana de turismo ya va haciendo mella.

El Parlamento es un edificio muy bonito y majestuoso por fuera, así que pensé que la visita al interior podría decepcionar. Pero nada más lejos de la realidad. El interior es aún más impresionante. Está claro que cuando lo construyeron no repararon en gastos. El lujo y la ornamentación que se ve deja impresionado al visitante.



Tras esta visita volvemos a pasar por el apartamento para coger nuestros bañadores, ya que el final de la tarde lo vamos a dedicar a relajarnos en una de las termas más famosas de Budapest, las Szechenyi. La ciudad es recorrida por numerosas aguas subterráneas, así que cuenta con varios baños termales.

Al llegar a las 7 de la tarde, las piscinas interiores ya están cerradas. Pero las exteriores no, y es una experiencia muy placentera pasar casi tres agradables horas allí. Estar en el agua caliente mientras fuera hace frío y empieza a oscurecer no tiene precio.



Además, estas termas son muy famosas porque es habitual ver a gente jugando al ajedrez en las piscinas. Este juego es muy popular en Hungría. Así que tuvimos la suerte (al menos yo, que soy más aficionado al ajedrez) de seguir como espectadores algunas partidas.



Al caer la noche decidimos que es hora de salir de las piscinas e irnos a cenar. La lástima es que el móvil de Mery, que había metido en el agua dentro de una funda protectora, se ha mojado y empieza a fallar, hasta que definitivamente se apaga. Eso nos estropea un día que estaba siendo muy entretenido.

Cenamos en los alrededores del parque en el que se encuentran las termas, en el restaurante Paprika, muy acogedor y con una bonita decoración tradicional. Yo no dejo pasar la ocasión de tomarme un delicioso gulash bien caliente. Aunque por lo visto el gulash más típico de Hungría es un caldo con la carne dentro, yo prefiero la versión que es un estofado de carne. En cualquier caso, está muy rico. Mery cena medallones de cerdo (Magyaros szűzérmék) con verduras y patatas.


Tras hacer unas últimas fotos nocturnas al cartel iluminado de Budapest que se encuentra en la Plaza de los Héroes, cogemos el metro y nos volvemos a nuestro apartamento a descansar. Como nos suele pasar en casa, el ir a la piscina acaba dejando una sensación de enorme agotamiento.


Nos habíamos dejado por la mañana pendiente el visitar la catedral. Aunque a estas horas obviamente está cerrada, nos pasamos por allí para verla iluminada.


Y con esto termina nuestro día. Budapest no nos ha decepcionado, lo que es mucho teniendo en cuenta las altas expectativas que teníamos. El día ha sido muy completo, considero que ha sido un acierto ir al balneario, puesto que ha sido una experiencia distinta y muy representativa de la ciudad.

Ciudades imperiales (V): Despedida de Viena

Dejamos la residencia por la mañana y lo primero que hacemos es ir al café Eiles. Está muy cerquita de nuestro hotel y es un típico café vienés. Aunque no somos de café, nos pedimos un chocolate y un vaso de leche, y yo aprovecho para probar la tarta sacher, la típica de Viena, inventada en la cafetería del Hotel Sacher y que se ha hecho un emblema de la ciudad.



Cogemos el tranvía 2, que nos deja enfrente de la Ópera (¿seguirán representando a estas horas el Parsifal que dejamos ayer en el primer intermedio, jejeje?). Tras otro corto paseo, vamos a la Karlsplatz, donde se encuentra la iglesia de San Carlos Borromeo (Karlskirchen). Es un edificio en el que predomina el estilo barroco, y en el que destacan por encima de todo las dos enormes columnas que presiden la fachada principal. Al tener un parque delante con un pequeño lago, se pueden hacer fotos de gran belleza por la zona.



Dentro de la iglesia están restaurando la cúpula, y han aprovechado para financiar las obras cobrando una entrada a los turistas para subir hasta arriba y poder apreciar los frescos desde una distancia mínima. Realmente merece la pena, puesto que estamos acostumbrados a verlos desde el suelo, y aquí encontramos otra perspectiva. Además, también se puede subir hasta la linterna y se dispone de vistas sobre la ciudad, pero al estar cerrada y las ventanas tener hierros, no es todo lo interesante que podría ser.



Tras salir de la iglesia vamos al metro. Por el camino echamos un vistazo al Musikverein, que es el edificio donde se celebra cada 1 de enero el famoso concierto de año nuevo de Viena (concretamente en la Sala Grande o Sala Dorada (Große Saal o Goldener Saal)).



También captan nuestra atención un par de quioscos de estilo modernista.



El metro nos lleva hasta la zona del Palacio de Schönbrunn.



Se nota que es un sitio muy turístico, está todo perfectamente indicado para llegar al palacio. Cogemos la entrada Classic Pass, que da derecho a visitar el palacio y 4 jardines privados (en general, la mayoría del espacio de los jardines es pública). Como para nuestra hora de entrada al palacio aún queda tiempo, visitamos antes los jardines.

Atravesamos el Gran Parterre (sin flores porque las están replantando) hasta llegar a la fuente junto a la cual empieza la subida.



Llegamos hasta el templete elevado desde el que se tienen las mejores vistas.



La caminata es dura, puesto que los jardines son muy grandes y la pendiente es elevada para llegar a dicho templete.



La entrada al templete es de pago, pero está incluida en nuestra entrada. Las vistas compensan, aunque al estar tan lejos del centro de Viena no se aprecian demasiados monumentos. Pero sí que se pueden ver todas las cercanías del palacio.



Visitamos de camino al palacio el laberinto, otra de las zonas incluidas en nuestra entrada. Nos cuesta unos minutos llegar hasta el árbol central (que es donde termina el laberinto y, al estar elevado, desde donde se puede ver todo el recorrido). Para salir decidimos tomar el atajo, que es un camino al exterior del laberinto en el que no es posible perderse.



Finalmente visitamos el palacio. Es un exponente de la grandeza y opulencia de los Aubsburgo, la dinastía que gobernó el imperio durante 6 siglos (primero como imperio germánico, y luego como austro-húngaro). Si Viena de por sí ya es monumental y ostentosa, sin duda este palacio es fiel reflejo de ello. Las habitaciones son impresionantes, a cual más bella. Pero es cierto que cuando sales te quedas pensando en la enorme desigualdad que habría entre la riqueza de los monarcas y el status económico que tendrían sus súbditos. Aunque pensándolo bien, ricos sigue habiendo y tal vez las cosas no han evolucionado tanto. Dentro del palacio no se puede hacer fotos, así que en este caso tendréis que fiaros de mis palabras o buscar imágenes en internet.

Tras salir del palacio, visitamos los dos jardines privados que nos quedan: en primer lugar el Kronprinzengarten (el jardín del príncipe coronado).



Y, por último, el de la orangerie. No están mal, pero creo que ya hemos tenido bastante Schönbrunn por hoy.

Antes de irnos, aprovechamos que hay un mercadillo en la entrada del Palacio, y cogemos algo de los puestos para comer. El menú consiste en un plato de käs spätzle (plato de spätzle, que es un tipo de pasta, combinado con queso), un crepe de salsa boloñesa y una salchicha.



Finalmente regresamos en metro al centro y cogemos el tranvía 1 para ir a la zona de la casa  Hundertwasser . El nombre es el del arquitecto que hizo el edificio. En las fotos se aprecia lo particular del mismo, con esos detalles, colores y formas que nos recordaron tanto a los edificios de Gaudí. Incluso han construido al lado un centro comercial que sigue el mismo patrón.



Se empieza a hacer tarde, así que regresamos en el tranvía 1 hasta la zona del ayuntamiento, pasamos por la pensión para recoger las maletas e irnos a la estación del tren, donde decimos adiós a Viena y nos encaminamos a Budapest, siguiente parada de nuestro viaje por las ciudades imperiales de Europa central.

Al llegar a Budapest, conectando los dos polos del antiguo imperio austrohúngaro, cogemos el metro hasta la parada Deák Ferenc tér, y vamos andando hasta nuestro apartamento cruzando la plaza Erzsébet (Erzsébet tér), que está muy animada con el ambiente nocturno, al igual que las calles cercanas. Casi que me dan ganas de salir a dar una vuelta al dejar las maletas, pero Mery está cansada, así que nos quedamos en el apartamento reponiendo fuerzas para el día de mañana.