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Fin de semana extremeño (II): Mérida y Trujillo

El domingo por la mañana no madrugamos, puesto que estábamos cansados del día anterior. Cuando nos levantamos, dejamos el hotel, así que llevamos nuestro equipaje al coche (que estaba aparcado en la calle de al lado) y nos fuimos a pasear por la ciudad. He de decir que coger este hotel fue todo un acierto, porque su excelente ubicación nos ha permitido movernos por toda la zona turística sin tener que caminar largas distancias. ¡Teníamos todo al lado!


Volviendo a hacer el recorrido del día anterior, pasamos por el pórtico del foro y el templo de Diana y bajamos hasta la plaza de España. Allí encontramos una agradable terracita que pertenecía a un bar situado al principio de la calle de Santa Eulalia, llamado "My Mucca". Nos sentamos y pedimos nuestro desayuno: un batido de chocolate y horchata, un cola-cao y unas tostadas con mantequilla y mermelada. Las tostadas eran enormes, de pan de verdad (no de molde) y el batido y el cola-cao también tenían muy buen tamaño. Y el precio, baratísimo. Creo recordar que no llegó a los 5€, ¡y eso en la terraza! Además, el camarero era muy amable y en la terraza se estaba de lujo, así que otro acierto gastronómico más para nuestro viajito. 


Fue un lujo poder disfrutar de una tranquila mañana de domingo en un emplazamiento como ese. 


 Una vez acabado el desayuno, nos dirigimos a la concatedral de Santa María la Mayor, el edificio más antiguo de la plaza.  No pudimos ver su interior porque estaba cerrada. Aunque, como la habíamos visitado en otra ocasión anterior, no le dimos mayor importancia.



Rodeando la concatedral y callejeando un poco llegamos al arco de Trajano. Dicho arco no es un arco triunfal, ni está dedicado al emperador Hispano. Se llama así por encontrarse en la calle Trajano, y en realidad era la puerta de acceso al "temenos", o espacio sagrado,  y estaba situado en el "Kardo Maximus", la vía principal de Emerita Augusta.



Desde allí volvimos al coche para dirigirnos a nuestro siguiente destino: Trujillo. Otra localidad que ya conocíamos, pero que nos apetecía volver a visitar. 
Dejamos el coche fuera de la zona turística y dirigimos nuestros pasos hacia la imponente Plaza Mayor.


Después de disfrutarla durante un rato y de admirar cada uno de sus elementos (iglesia de San Martín de Tours, estatua ecuestre de Pizarro, soportales, palacios, etc.), nos acercamos a la oficina de turismo. Estaba cerrada, pero vimos un cartel que anunciaba una visita guiada para esa tarde y decidimos hacerla. Así que, hasta la hora de comer, dimos un paseo por sus callejuelas empedradas y con importantes cuestas.

Subiendo una de las primeras cuestas nos encontramos con la puerta de Santiago y la casa de Luis de Chaves "el Viejo" (a día de hoy contiene las aulas de un centro de enseñanza). Al lado se encuentra la iglesia de Santiago, que veríamos durante la visita guiada.



Más arriba se encuentra la iglesia de Santa María la Mayor, también incluida en la visita de por la tarde.
  
 Esta iglesia cuenta con dos torres: la nueva, que funciona como campanario, y la antigua, que está desmantelada y era la que tenía esa función en la antigüedad.
 Paseando por las callejuelas pudimos ver de lejos los restos del convento de San Francisco el Real de la Puerta de Coria, actualmente sede del Museo de La Coria, dedicado al descubrimiento de América.

La verdad es que en Trujillo cada rincón tiene un encanto especial.

Paseando llegamos hasta la Puerta de La Coria. Como a Julián le encanta hacerme "sufrir" a causa de mi vértigo, no dudó en subirse a lo alto de la puerta a hacer equilibrios.


Al lado de dicha puerta repetimos una foto que nos habíamos hecho, 6 años antes, justo en el mismo sitio. 


 Como ya empezábamos a tener hambre, volvimos a la Plaza Mayor para comer en "La Troya", sitio que ya conocíamos y que hemos recomendado a todo el que nos decía que iba a ir a Trujillo.


El menú, a un precio fijo de 15€ por persona, es amplio y variado, a la par que abundante. El que resista todo el rato que hay que hacer cola (siempre está hasta arriba), podrá disfrutar, antes de pedir sus platos, de una ensalada, una tortilla y un plato de ibéricos, acompañados de una barra de pan y unas botellas de agua, vino y gaseosa. 





Sólo con este "aperitivo" ya podría irse uno bien saciado; pero eso es sólo el comienzo, ya que los 15€ incluyen también un primero, un segundo y un postre. Nosotros pedimos gazpacho y migas, y después secreto ibérico con patatas y flan. Vamos, como para reventar. La sensación que sacas de allí es la de ir a comer a casa de la abuela.

Al salir del restaurante fuimos directamente a la oficina de turismo para comprar los tickets de la visita guiada. Dicha compra incluía también las entradas (sin guía) a la iglesia de San Martín y la Torre del Alfiler. Por si no nos daba tiempo a verlas después de la visita, decidimos entrar a la iglesia antes de que empezase.

Desde el coro pudimos apreciar el bonito órgano y la iglesia en todo su esplendor. Últimamente nos estamos aficionando a las vistas "aéreas".





Al bajar del coro, recorrimos la iglesia y nos fuimos a la puerta de la oficina de turismo. Tras un ratito de espera llegó el guía y comenzamos el paseo. Las primeras explicaciones tuvieron lugar en la misma Plaza Mayor.

Saliendo de ella por la parte de la iglesia está la estatua de don Ramón Núñez, un párroco muy querido en el pueblo.

Volvimos sobre los pasos que nos guiaron por la mañana y llegamos a la iglesia de Santiago, construida sobre una ermita románica.

Hoy día no funciona como parroquia, aunque puede ofrecer servicios religiosos bajo petición.

Uno de los tesoros de esta iglesia es la talla del Cristo de las Aguas, del siglo XIV.

Al salir de la iglesia, el guía nos enseñó una cosa muy curiosa. En una de las calles (Altamirano, si no recuerdo mal) se encuentran una especie de surcos en la pared, hechos para que los carruajes pudiesen girar en los cruces sin que sus ejes se quedasen encajados en las estrechas vías. 


Muy cerca se encuentra el aljibe árabe de la ciudad. Su exterior parece una plazoleta.
Pero, entrando por una calle situada en unos de los laterales de dicha plaza, se encuentra el aljibe del siglo X, de 10 metros de profundidad.

Desde el aljibe nos dirigimos a la iglesia Santa María la Mayor, cuyo exterior vimos por la mañana. Se trata de la iglesia más importante de Trujillo, cuya joya principal es el retablo mayor, de finales del siglo XV.

Uno de los principales atractivos de esta iglesia es la subida a la torre. Esta vez estaba muy animada a hacerla. Hace 6 años, casi "empujada" por Julián, subí con lágrimas en los ojos, pues el vértigo y una escalera de madera con los peldaños rotos no son una buena combinación. Ahora he superado bastante ese miedo (y la verdad es que el estado de la escalera también ha mejorado bastante). Así que, aunque sin aliento por la rápida subida, pude disfrutar junto a Julián de las magnificas vistas.

Al salir de la iglesia nos dirigimos a la casa de los Pizarro. Si bien no es la casa natal del conquistador trujillano, sí perteneció a su familia. En ella se encuentra un museo sobre la conquista de Perú y una recreación de las casas de la época. Sólo tenemos imágenes del exterior porque en el interior está prohibido fotografiar, por temas de derechos de autor.

Nuestra última parada fue la alcazaba árabe, construida entre los siglos X y XI.

Desde ella se puede disfrutar de unas magníficas vistas de Trujillo y su comarca.

Sobre la entrada principal al castillo se encuentra el santuario a la patrona de Trujillo, la Vírgen de la Victoria  (aunque nosotros lo vimos al salir del recinto).

Salimos del castillo justo a la hora del cierre. Esta hora coincidía con el cierre de la Torre del Alfiler (la otra entrada sin guía que estaba incluida en el precio de la visita guiada).  Así que tuvimos que conformarnos con verla por fuera en nuestro camino de regreso a la Plaza Mayor.


Un último vistazo a la plaza y de vuelta al coche para emprender el viaje de regreso a Madrid, no sin antes parar un momento para ver la picota o rollo de justicia que habíamos visto de pasada al entrar a Trujillo. Concedido a Trujillo por los Reyes Católicos por su ayuda a los monarcas, y emplazado originalmente en la Plaza Mayor, fue movido en tiempos de Felipe II a su ubicación actual, en el cruce de las carreteras a Madrid, Miajadas y Mérida.


 Y ya si que nuestro viaje tocaba a su fin. Tras unas horas de carretera llegamos a casa, con ganas de empezar nuestro siguiente viaje, que será en breve.

Fin de semana extremeño (I): Olivenza y Mérida

Desde la primera vez que estuvimos en Mérida, allá por el 2007, Julián ha dicho varias veces que le encantaría ir al Festival Internacional de Teatro Clásico de la ciudad. Esta 59ª edición ha sido la elegida para cumplir su deseo. Como ya habíamos visitado la romana Emérita Augusta hace unos años, decidimos hacer alguna visita a otros lugares cercanos a la ciudad. El primer destino elegido fue Olivenza, en la comarca de La Raya, muy cerca de Portugal.


Al llegar al pueblo dejamos el coche fuera de la muralla y la recorrimos por el exterior hasta llegar a la puerta de Santa María, por la que entramos a la ciudad antigua. 




Tras entrar a la oficina de turismo a pedir un plano y algo de información, nos encaminamos a la capilla de la Santa Casa de la Misericordia. Habíamos leído que es una capilla con mucho encanto, llena de azulejos portugueses que representan escenas de la Biblia. Desafortunadamente no pudimos comprobarlo, puesto que al llegar nos encontramos con la puerta cerrada (a pesar de que en la oficina de turismo nos habían dicho que estaba abierta). Así que tuvimos que conformarnos con ver su sencillo exterior. 


Lo que sí que pudimos contemplar fue el suelo de las calles, adornado con unas baldosas muy de estilo portugués (influencia de la época portuguesa de la villa). 


Justo enfrente de la capilla se encuentra la puerta de los Ángeles, uno de los accesos a la antigua ciudadela amurallada.

En la misma calle donde están la capilla y la puerta de los Ángeles (la calle Caridad) se encuentra uno de los cinco pasos de Olivenza, que simbolizan las cinco estaciones de la Vía Sacra. Se trata de un especie de capillas situadas en las calles, adornadas con azulejos y rejerías. Este paso, en concreto, reproduce la segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas


Seguimos paseando por la misma calle hasta llegar a la plaza de la Constitución, donde se encuentra el ayuntamiento (antiguo palacio de los duques de Cadaval). Se trata de un edificio con una bonita puerta de estilo manuelino, en cuya entrada podemos admirar un plano de la ciudadela amurallada de Olivenza, construido con baldosas.




El ambiente en esta zona es muy bueno: es una especie de paseo peatonal con varias terracitas donde lugareños y turistas pueden disfrutar de las vistas mientras toman un aperitivo.



Al lado del ayuntamiento se encuentra la iglesia de la Magdalena, una de las joyas de la ciudad. 

De estilo manuelino y con motivos marineros, fue sede del Obispado de Ceuta, cuando ambas ciudades formaban parte del reino portugués. 

Su decoración interior es chocante al principio: una mezcla de piedra, azulejos y retablos barrocos que se funden creando un ambiente maravilloso. 

Pero el gran espectáculo que se produce al mediodía es lo más destacable del templo: a esa hora, el sol entra por las coloridas vidrieras, tiñendo las columnas, las bóvedas y el suelo de colores rosados, amarillos y azulados. Por esta imagen de singular belleza este monumento ha ganado la distinción de "Mejor Rincón de España 2012", otorgada por la Guía Repsol.


Volviendo sobre nuestros pasos, nos dirigimos a la calle Duque Cadaval para llegar a la plaza de Santa María, donde se encuentra la zona del castillo.


En esta plaza se encuentra la iglesia de Santa María del Castillo, situada en el lugar donde se erigió la primera iglesia de la ciudad.



Es una iglesia más sencilla que la de la Magdalena, en la que también destacan los azulejos del retablo mayor.


 Pero, sin duda, la joya del templo es el espectacular Árbol de Jessé, (el mayor de los que se conservan, con más de 10 metros de altura), inspirado en la profecía de Isaías. 




Justo al lado de la puerta principal de este templo se encuentra otro de los cinco pasos de Olivenza. Éste representa a la Verónica limpiando el rostro de Jesús.



En la misma plaza también encontramos un monumento dedicado al grupo de coros y danzas "La Encina", que se encarga de hacer pervivir las tradiciones folklóricas de la ciudad. 



Un singular edificio que se levanta en la misma zona es la Panadería del Rey, de estilo pombalino. 


En ella destacan las cuatro chimeneas que, en aquella época, pertenecieron a los cuatro hornos que albergaban, respectivamente, una tienda de ultramarinos, una bodega, una almazara y una fragua. 




En cada rincón de esta localidad se respira ese aire portugués que nos evoca su pasado luso. Por ejemplo, en todos los carteles de las calles, aparece el antiguo nombre que tuvo la vía en la Olivença portuguesa.


Cruzando la puerta de Alconchel para salir de la plaza, se puede observar parte de la muralla, magníficamente conservada.

Dando un paseo por la zona extramuros llegamos a la Plaza de España, un agradable paseo con una típica calzada portuguesa llena de terrazas.


Justo al lado de la plaza se encuentra la Avenida de Portugal, donde está otro de los pasos de la villa. Éste representa la cuarta estación del Vía Crucis: Jesús encuentra a su madre.


Muy cerca de este paso comienza la calle Colón, donde tendría lugar nuestra siguiente parada. Esta vez no para deleitar a nuestros ojos, sino a nuestro paladar. Nos detuvimos en el restaurante "Casa Maila" para cargar las pilas, y el acierto no pudo ser mayor. Decidimos comer de tapas, y las elegidas fueron las de salmorejo, rulo de cabra al gratén con cebolla caramelizada, brochetas de gambón con mojo picón y solomillo ibérico al horno con reducción de Pedro Ximénez.

De postre, un flan y una tarta de galletas que nada tenían que envidiar a las elaboradas tapas.


Después de la abundante (y baratísima) comilona, nos dirigimos de nuevo al coche para salir de Olivenza en dirección a Mérida. Antes de llegar al coche, pasamos por la plaza de toros (construida en el interior uno de los baluartes de la muralla, en concreto, el de la Cortadura).


Una vez en el coche, y saliendo de Olivenza, pudimos admirar algunos de los baluartes mejor conservados de la ciudad.

Cuando nos disponíamos a poner rumbo a Mérida, vimos un cartel que indicaba que el puente de Ayuda estaba sólo a 11 kilómetros de Olivenza, así que decidimos ir a verlo.

Situado entre los municipios de Olivenza (España) y Elvas (Portugal), este puente sobre el río Guadiana se construyó por orden del rey portugués D. Manuel (a principios del siglo XVI) para facilitar la conexión con Olivenza (en aquella época, territorio portugués). Se trata de un puente de 380 metros de largo y 19 arcos, siendo el central el de más amplia luz de su época.

Pero las continuas guerras entre portugueses y españoles por la posesión de esos territorios tendría fatales consecuencias para dicho puente. Por ejemplo, durante la guerra de Restauración (siglo XVII), en la que se consigue la independencia de Portugal de la corona española) se produjo la destrucción de un arco a cada lado del puente para colocar puentes levadizos.

Pero la última y más importante destrucción tuvo lugar durante la guerra de Sucesión española, cuando el Marqués de Bay (general de las tropas españolas) mandó volar los arcos centrales del puente para cortar los socorros a la plaza de Olivenza.

Una vez visitado el puente, nos dirigimos al nuevo puente que se construyo para recuperar esta conexión hispano-lusa. Desde él se puede apreciar con mayor detalle el estado del puente de Ayuda. 



Una vez tomadas las fotografías de rigor, volvimos al coche (que habíamos dejado en una cuneta) para dirigirnos a Mérida.


Mirando el mapa de carreteras nos dimos cuenta de que la manera más rápida de llegar a nuestro destino era pasando por Portugal, en lugar de deshacer nuestros pasos y volver a Olivenza. Y eso hicimos: una excursión al país vecino que duró apenas unos minutos y en la que ni siquiera nos bajamos del coche.

Una vez llegados a Mérida nos dirigimos a nuestro hotel, el Nova Roma, que habíamos elegido por su excelente ubicación. Al llegar nos echamos una siestecita reparadora antes de volver a salir a la calle.

Una vez descansados, duchados y arreglados, nos dispusimos a salir.


Lo primero que hicimos fue dar un pequeño paseo por la zona cercana a nuestro hotel, donde se encuentran monumentos como el pórtico del foro municipal de Augusta Emérita, que data de mediados del siglo I y está hecho a imagen y semejanza del del Foro de Augusto de Roma.


A escasos metros del pórtico se puede ver el templo de Diana, dedicado al culto imperial.


Parece ser que el excelente estado de conservación de este templo se debe a que, durante siglos, sirvio de cimiento para otros palacios, como el renacentista del Conde de los Corbos, que aún se conserva en parte.

Nuestro paseo prosiguió hasta la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento de Mérida.


Se trata de una plaza muy concurrida y con un ambiente muy agradable para pasear o tomar algo en una de sus terrazas.

Pero nosotros ya teníamos decidido dónde íbamos a cenar. Julián había encontrado en internet una recomendación de un sitio que nos había gustado, así que no nos quedamos con las ganas de probarlo.

Se trataba de "La Despensa del Castúo", casi enfrente del museo romano.


Después de esperar un buen rato de cola (menos mal que fuimos con tiempo) pudimos sentarnos en la terraza y degustar algunas de las especialidades de la casa. La verdad es que estaba todo buenísimo y muy bien de precio. 




Una vez finalizada la cena, nos pusimos a la cola para entrar en el recinto del teatro romano. Da la casualidad de que esta cola estaba a tres o cuatro pasos de la mesa en la que nos sentamos, así que no tuvimos que andar mucho para encontrarla. Tras unos minutos en la fila, entramos rápidamente al teatro y nos acomodamos en nuestras respectivas localidades, no sin antes hacer alguna foto del monumento.


El teatro estaba lleno, y entre el ambiente del público y la iluminación nocturna se creaba un clima mágico que nos hizo sentir como dos romanos acudiendo a uno de sus espectáculos favoritos.

La obra elegida, el "Julio César" de Shakespeare, nos gustó mucho.




Aunque se echaba de menos (al menos yo lo sentí así) la ambientación romana, puesto que las túnicas de la época fueron sustituidas por unos trajes militares bastante modernos. Eso sí, conservaron el texto original del dramaturgo inglés. Tanto gustó la obra que los actores tuvieron que salir a saludar en varias ocasiones, a petición del público.



Al salir, unas cuantas fotos por el teatro y a dormir al hotel.


O al menos eso fue lo que pensamos. Pero cuando estábamos saliendo del recinto vimos que había una terracita con muy buen ambiente y decidimos dar media vuelta y quedarnos a tomar algo (no tengo fotos propias de la terraza, así que tomo prestada una de su página de Facebook). 


Y después de la copita ya sí que tocaba ir al hotel, que era tarde y estábamos cansados del madrugón, el viaje y las visitas turísticas. Y había que coger fuerzas porque todavía nos quedaba otro día muy intenso antes de terminar el fin de semana.