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Italia (V): Lago di Garda y Bergamo

Cuando nos despertamos por la mañana hace mucho viento y llovizna. Incluso vemos que en algunos puntos de las montañas que rodean el lago ha nevado. Desde luego, no es un día primaveral, pero eso no nos impide que arranquemos nuestra última jornada de turismo por Italia.

Dejamos nuestro apartamento en Garda y vamos hacia el norte disfrutando de los bellos paisajes del lago, hasta llegar a Malcesine. Aparcamos cerca de la oficina turística, donde cogemos un mapa, y damos un paseo, acercándonos hasta el pequeño puerto del pueblo. Recorremos el casco histórico, que tiene un ambiente muy bonito. Finalmente llegamos hasta el Castello Scaligero, aunque decidimos no entrar. Es una pena que el día esté desapacible, porque Malcesine tiene pinta de ser un sitio tremendamente agradable en verano.




Decidimos no seguir avanzando hacia el norte, puesto que todo el camino que recorramos lo tendremos que desandar posteriormente. Así que cogemos dirección sur, y hacemos nuestra última parada del Lago di Garda en Lazise. Otro pequeño pueblo turístico, con pinta de ser muy agradable cuando las condiciones atmosféricas son agradables.

Aparcamos fuera de las murallas y entramos en el pueblo por la Porta San Zeno. Cerca de ahí se encuentra la iglesia de los santos Zenone e Martino. A través de la Piazza Vittorio Emanuele (con el suelo en damero) se accede al puerto. Damos un paseo hasta llegar al correspondiente castillo (por esta zona parece que todos los pueblos cuentan con uno. En una pizzeria cercana (Pizzeria Al Paradise) encargamos dos pizzas para llevar, y nos las vamos comiendo en el coche de camino a Bérgamo.




Llegamos a Bérgamo y aparcamos en la parte conocida como Città Bassa. Es la parte nueva de Bérgamo, la menos interesante turísticamente hablando. Como solo tenemos una tarde para visitar la ciudad lombarda, vamos directamente al funicular que nos sube hasta la Città Alta. Pasamos por la oficina de turismo y nos dirigimos a la Piazza Vecchia, con la fontana en el centro y el Palazzo della Ragione enfrente.



Por detrás del Palazzo se encuentra el conjunto monumental de la Cattedrale di Sant'Alessandro, la Basilica di Santa Maria Maggiore y la adyacente Capilla Colleoni. Las fotos no hacen justicia a estos 3 bellísimos edificios.






Subimos al Palazzo della Ragione y visitamos la exposición Bergomum, una visión sobre el pasado romano de la ciudad. Aunque es interesante, me quedo con la arquitectura viva que hay en la plaza, con esa escalinata tan bella que sube hasta el Palazzo.


Aunque no hace un día en el que apetezca tomarse algo para calmar el calor, no puedo irme de este viaje sin haber tomado un spritz. Esta bebida hecha combinando vino espumante, soda y aperol, con su característico color anaranjado, es típica principalmente de la zona del Veneto, pero su influjo llega hasta Lombardía (¡y cada vez se va extendiendo más por toda Italia!). Así que, aunque no la pude beber en Venezia, no pierdo la ocasión de disfrutarla en una terraza de Piazza Vecchia. Y tengo que reconocer que me ha gustado mucho.


Tras disfrutar de la bebida (aunque Mery estaba pasando más frío del deseable) cogimos el funicular a San Vigilio, la zona más alta de Bérgamo y donde se encuentra el castillo homónimo.

Desde allí se ven las vistas de Milán a lo lejos.



El Castillo de San Vigilio es una fortificación actualmente medio en ruinas, convertida en un parque en el que se respira mucha tranquilidad.



Además, también se ven bonitas vistas de la Città Alta.



Volvemos en el funicular a la Città Alta. Ya es la hora de cenar, así que vamos al restaurante Da Mimmo. En un ambiente muy acogedor, pedimos casonsei (pasta rellena típica de Bérgamo) y de postre un coulant y un cannolo.


Ya cenados, bajamos de nuevo en funicular hasta la Città Bassa, cogemos el coche y nos vamos a Orio al Serio, donde tenemos el hotel (una casa elevada tipo "casa en el árbol").

Mañana cogeremos el avión a primera hora y el viaje habrá terminado. Unas vacaciones muy cortas pero que nos han permitido pasar unos días agradables por Milán, Venecia, el Lago di Garda y una visita express a Bérgamo.

Italia (IV): Sirmione

Al despertarnos por la mañana comprobamos que desde la ventana de nuestro apartamento se ve perfectamente el Lago di Garda. Aunque el día está nublado, las vistas son muy bonitas, así que en verano con tiempo soleado deben de ser espectaculares.

Cogemos el coche y nos dirigimos a Sirmione, posiblemente el pueblo más famoso de todo el lago, por su casco histórico que forma una península, la cual se adentra en las aguas del lago, prácticamente partiéndolo en dos en su parte meridional.

Es complicado aparcar en las afueras del casco antiguo (en el interior está prohibido acceder con un vehículo), pero tenemos suerte y encontramos un hueco en el aparcamiento gratuito, no demasiado lejos de la entrada.

Lo primero que se ve al entrar en el pueblo es la Rocca (o Castello) Scaligera, la fortificación que protegía la entrada a la localidad. Decidimos visitarla más tarde, porque tras dar un pequeño paseo por el interior del casco histórico, buscamos un sitio donde comer.


Lo encontramos en la Piazza Giosuè Carducci, donde se aglutinan varios restaurantes con terraza. Nos decantamos por L'Accanto. En la terraza (pese a que no hace calor, no se está mal) comemos un plato de pasta (para Mery) y una pizza (para mi) mientras vemos periódicamente llegar grupos de turistas en los barcos que atracan en el puerto, que está al lado de la plaza.



Estando en Italia, no me quería ir sin probar un helado, así que de postre me compro uno en una gelateria cercana.



Nos acercamos a una de las orillas del lago, donde descansamos un rato viendo la parte este del mismo. Se está muy a gusto, algo que también deben de pensar los patos que se acercan a las rocas y se nos ponen al lado.



Muy cerca se encuentra la iglesia de Santa María Maggiore, la iglesia parroquial de Sirmione. También llamada Santa María della Neve, conserva su aire medieval tanto en el exterior como en los frescos que se encuentran en el interior.



Recorremos el pueblo, pasando por la puerta de las termas de Catullo. El recinto tiene un gran jardín en la entrada, a mi se me da un aire a las termas Tettuccio de Montecatini Terme.

Una vez que hemos abandonado el pueblo, de camino a la punta de la península nos encontramos con la iglesia de San Pietro in Mavino. Es la más antigua de Sirmione. Pese a sufrir muchas remodelaciones, aún cuenta con restos de los primeros siglos después de Cristo, como por ejemplo algunos frescos. El nombre viene derivado de su ubicación geográfica (en lo alto de una colina): "ad summa vineas" en latín denota el lugar de las viñas situadas en lo alto, ya que la zona debía estar rodeada de viñedos. En el exterior se encuentra una enorme campana en homenaje a los caídos en las guerras mundiales.



Iniciamos el descenso de la colina, entre olivos y campos de hierba y margaritas. Dando este paseo llegamos hasta la zona conocida como las Grotte di Catullo, si bien ni son unas grutas ni hay pruebas fehacientes de que guarden relación con el poeta Catulo. Se trata de una villa romana, la mejor conservada de la zona, a la que se llamó así en primer lugar porque cuando se descubrió, con la tierra y maleza que cubría las estancias, parecían grutas. En segundo lugar, se sabe que Catulo tenía una casa en Sirmione, en la que vivió durante algún tiempo de su vida. No obstante, los restos encontrados son posteriores a la época en la que vivió el poeta. En cualquier caso, la zona es ideal para pasearla, deteniéndose en las ruinas mejor conservadas y disfrutando de las vistas del mar acompañadas de los restos romanos.



De regreso al casco urbano de Sirmione visitamos la Rocca Scaligera. El castillo es único por su dársena fortificada, en la que vimos una abundante cantidad de peces, y desde lo alto de sus torres y almenas se disfrutan unas vistas espectaculares de Sirmione.



Ya estamos despidiéndonos de Sirmione, pero justo en la entrada, en frente del castillo, está la iglesia de Sant'Anna, que visitamos rápidamente (es muy pequeñita).



Con esto termina nuestra visita a Sirmione, un pueblo muy bonito que ha merecido la pena.


Nuestra idea era visitar Lazise, pero está lloviendo, así que seguimos hasta Garda. En lugar de detenernos en nuestro apartamento, seguimos un poco más hasta la Punta san Vigillio, donde hay unas impresionantes vistas de todo el Lago di Garda. Está anocheciendo y hace frío, pero en un día caluroso tiene que ser un planazo tomar un refresco en este lugar.



Una vez que llegamos al apartamento, salimos a cenar en Garda. Concretamente, elegimos el Cena en La Losa, uno de los restaurantes con más historia del pueblo. Aprovechamos que en los soportales del exterior tienen puestas unas estufas para comer ahí, decantándonos por un plato de pasta para mi y otro de carne para Mery.

 


Cuando terminamos, está lloviendo, así que regresamos rápidamente al coche y de allí al apartamento, donde aprovechamos para descansar en nuestra última noche a la orilla del lago.


Italia (III): Verona

Hoy nos toca visitar Verona, una ciudad famosa principalmente por Romeo y Julieta, pero que tiene muchos otros atractivos.

Gracias a la cercanía del hotel al centro histórico, nada más salir del mismo ya vemos la Porta Nuova, que te indica que estás entrando en un mundo mágico y medieval.



Por detrás de la Porta se encuentra Piazza Bra, con su fuente central, rodeada de vegetación y con la famosa Arena por detrás.




Una postal que no puede faltar en la visita es la de la Arena di Verona, el famoso anfiteatro romano. Aunque lo haga de una forma distinta al Coliseo de Roma, también impresiona y retrotrae a los tiempos en los que los gladiadores se jugaban la vida y la muerte en su interior.



En la época actual los que ocupan el lugar de los gladiadores son los cantantes, que aprovechan la grandiosidad del escenario y gradas para sus conciertos. Cuando visitamos el interior, están preparando la actuación de la noche.



Continuamos dando un paseo por las encantadoras calles veronesas hasta llegar a la Casa de Giulietta. Su interior es un museo sobre la vida cotidiana en la época.



Mientras que en su exterior destaca el balcón de Giuletta, en el que los turistas hacen turnos para hacerse la foto como si fueran la trágica doncella de la obra de Shakespeare. En realidad, el balcón se construyó en el siglo XX, si bien es cierto que la familia Cappelletti (de donde vendrían los Capuleto literarios) habitó la casa durante la Edad Media.



En el patio se encuentra una escultura de Giulietta, en la que es tradición hacerse la foto con la mano en su pecho.



Por último, los muros de la entrada se encuentran decorados con miles de declaraciones de amor.



En las cercanías de la casa de Giulietta está la Piazza delle Erbe. Una de las más bonitas de la ciudad, y que conserva plenamente su ambiente medieval mezclado con el toque moderno que le dan sus restaurantes y terrazas.



En la plaza se encuentra la Torre dei Lamberti, la torre medieval más alta de Verona. Se puede subir hasta arriba para ver las vistas de la ciudad, pero nosotros decidimos seguir paseando a ras de suelo.



Detrás de la Piazza delle Erbe se encuentra la Piazza dei Signori. Una zona rodeada de edificios históricos, entre los que destacan la Loggia del Consiglio, el Palazzo di Cansignorio o el Palazzo della Ragione. Además, también está en esta plaza la estatua de Dante, que pasó un tiempo en Verona durante su exilio de Florencia.



Continuamos más allá de la Piazza dei Signori hasta llegar a las Arche Scaligere (Arcas de los Scaligeri o Della Scala). Para mi, uno de los secretos escondidos de Verona. Se trata de un conjunto de monumentos funerarios construidos por la familia Della Scala en el atrio de la iglesia de Santa María Antica. La belleza de estas tumbas góticas es verdaderamente impactante.



Continuando con el paseo por las callejuelas veronesas llegamos a la Casa de Romeo (llamada así por ser la casa de la familia Montecchi). En contraposición con la Casa de Giulietta, ésta no se puede visitar, así que en mi opinión el atractivo que tiene es estar en esta zona tan bonita de la ciudad.



Dentro del Palazzo della Ragione se encuentra el patio, conocido como el "cortile" del Mercato Vecchio para diferenciarlo del mercado que se desarrollaba en Piazza Bra. El característico estilo "rayado" de las paredes y la bella escalera son sus elementos más representativos.



No perdemos la ocasión de hacer una foto en la que se pueda ver a la vez la escalera y la Torre del Lamberti.



Para comer decidimos volver a Piazza Bra y sentarnos en el restaurante Olivo 1939, desde donde podemos disfrutar de unas maravillosas vistas de la Arena mientras degustamos unos gnocchi al ragù y una pizza quattro formaggi.



Después de comer vamos a la oficina de turismo, que está en Via degli Alpini, la calle que separa Piazza Bra de la muralla de la ciudad. Empieza a chispear un poquito, pero por suerte la lluvia no acaba haciendo acto de presencia.



Llegamos hasta la Tumba de Giulietta, que se encuentra en el museo degli affreschi Giovanni Battista Cavalcaselle (en honor del crítico de arte veronés). Este museo está ubicado en el interior del convento de San Francesco al Corso. Aquí entra Mery solamente, porque a mi me da la impresión de que es más que otra cosa un intento de atraer visitantes con la famosa tumba. Además de ésta, se pueden ver distintas piezas de arte de la ciudad, destacando los frescos de diversas iglesias y palacios.



Remontamos el curso del río Adigio (conocido también como Adige, que es el nombre en alemán) hasta llegar a la Basílica di Santa Anastasia.



Por la hora que es, vemos que alguna de las iglesias de la ciudad se nos van a quedar sin poderlas visitar, ya que están cerca de cerrar. A paso acelerado nos dirigimos al menos a ver el Duomo (Cattedrale di Santa Maria Matricolare). La fachada es muy armoniosa, al igual que el interior. Otra joya de la ciudad véneta.



Cruzamos hasta la otra orilla del Adigio por el Ponte Pietra.



El Teatro romano solo lo hemos podido ver desde fuera. Cuando llegamos ya estaba cerrado.



Tentando la paciencia de Mery, le propongo regresar a la zona de nuestro hotel por esta margen del río (es un camino un poco más largo) para poder ver mejor el centro histórico detrás del Adigio. Además, así cruzamos el Ponte di Castelvecchio (Ponte Scaligero). Efectivamente, aquí en Verona los Della Scala tuvieron una gran influencia (no en vano, fueron los señores de la ciudad del año 1260 al 1387).




El puente parte al otro lado del río del Castelvecchio, llamado originalmente Castello di San Martino in Aquaro.



Tras echar una última ojeada a la Arena di Verona, vamos a nuestro hotel. Nuestras maletas están en la consigna, así que yo recojo el coche (afortunadamente, sigue en el mismo estado en que lo había dejado anoche) y nos vamos a ver Iglesia de San Zeno, pasando antes por Porta Palio.



San Zeno se ve muy bonita en el exterior, pero a estas horas de la tarde ya no se puede visitar, así que nos limitamos a fotografiarla desde Piazza San Zeno.



Tras una media hora de trayecto, llegamos a Garda, localidad que da nombre al Lago di Garda y que nos servirá de centro de operaciones para los próximos dos días. Nos alojamos en un edificio de apartamentos veraniegos fuera del pueblo, que se llama Euroresidence San Vigilio. Al llegar tenemos que esperar unos minutos a que llegue el dueño, Paolo. Una vez que nos instalamos, nos acercamos al pueblo a cenar. Paolo nos ha dicho que podemos ir andando hasta Garda, pero en la oscuridad de la noche parece mucho más atractivo ir en coche.

Nos decantamos por un restaurante llamado Pizzeria Willi de Kus. En un menú donde, además del italiano, predomina el alemán (lo que nos da una idea de que esta zona está totalmente colonizada por los turistas de ese país) elegimos unos "Tagliatelle ai funghi" y una "Tagliata di tonno in crosta di pistacchio con cipolla caramellata". Por mi parte tengo que decir que el atún está simplemente delicioso.



Tras la reparadora cena, en un salón muy tranquilo y agradable donde estamos prácticamente solos, regresamos al apartamento. El día ha sido muy intenso. Creo que podemos decir que un día para visitar Verona se queda claramente corto, nos hemos quedado con ganas de pasar más tiempo en esta bellísima ciudad (incluso pensamos en regresar mañana, pero lo desechamos porque es una locura). Verona entra con todo merecimiento en mi lista de ciudades favoritas.