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Burgos (II): De nuevo la ruta del agua

Si ayer pensábamos que habíamos ido buscando los lugares más relacionados con el líquido elemento de la zona en la que nos encontramos (la Bureba y las Merindades), lo cierto es que hoy hemos seguido la misma tónica. Así que podemos decir que a nosotros esta parte de Burgos se nos está quedando en el subconsciente como una zona íntimamente relacionada con el agua. Pero es que además de eso hoy hemos disfrutado de pueblos y paisajes preciosos, así que ha sido un día de lo más completo e interesante.

El día ha amanecido por fin soleado. He aprovechado para salir a correr por los alrededores de Trespaderne, siguiendo el cauce del río Nela, que desemboca en el Ebro menos de un kilómetro después de dejar el pueblo.

Una vez desayunados, hemos ido a nuestra primera parada del día: Oña. Tras entrar en la oficina de turismo, hemos visitado la iglesia-monasterio de San Salvador. El exterior es bastante bonito, pero lo cierto es que el interior lo supera.



Empezando por la capilla mayor, con un techo bellísimo, la sillería del coro y los sepulcros de los reyes y condes castellanos primigenios. Entre esos personajes se encuentran Sancho García, que fue el primer conde de Castilla independiente del reino de León, o Sancho II el Fuerte, cuyos restos fueron traídos al monasterio por el Cid Campeador en persona. Las tumbas son de muy bella factura, al igual que el artesonado de los sepulcros. El conjunto tiene una armonía sorprendente.

Fotos de www.monasteriodeoña.com, www.vinosycaminos.com y www.inoutviajes.com


Además de esa capilla, son dignos de destacar la sala capitular románica y sobre todo el claustro gótico. Este claustro nos gustó mucho. No nos resultó sorprendente al enterarnos de que el autor participó también en la construcción del claustro de San Juan de los Reyes, en Toledo, que como sabéis los lectores del blog, es posiblemente nuestro claustro favorito de todos los que conocemos.



Tras salir del Monasterio (mejor dicho, de la parte visitable, porque el complejo es mucho mayor) fuimos a la Plaza del Ayuntamiento. Allí aprovechamos que la iglesia parroquial estaba abierta (por encontrarse en misa) para visitarla, al igual que la contigua torre en la que se alberga el museo de la resina. Además de la exposición, la subida a la torre tiene el aliciente de poder ver las vistas desde arriba tanto del pueblo como de los alrededores.



Tras abandonar Oña pusimos rumbo al valle de las Caderechas. Esta zona es famosa por sus cerezos, especialmente en esta época de primavera en la que se encuentran en flor. La zona del valle del Jerte, en Extremadura, es famosa por el manto blanco que la cubre debido a la flor del cerezo, pero el valle de las Caderechas no se queda atrás. Estuvimos un rato buscando la mejor zona para hacer fotos, porque lo cierto es que no encontrábamos tanto cerezo en flor como esperábamos, pero a la salida de Madrid de las Caderechas hacia Ojeda encontramos un terreno lleno de cerezos en flor, con unos preciosos colores blancos y rosas.






Pusimos rumbo a Frías, donde para que no nos pasara como el día anterior, habíamos hecho una reserva para comer en el Mesón Fridas. De primero degustamos unos saquitos rellenos de langostino y milhojas de patata con salsa de boletus, de segundo sendos platos de cordero, y de postre una  tarta de queso y una panna cotta.


Visitamos Frías, dando un paseo por su casco histórico medieval.








Echamos un vistazo a la iglesia de San Vicente Mártir, que está en la parte alta del pueblo, en los alrededores del castillo.



Por último, visitamos la zona del Castillo. A su misma entrada se encuentra la oficina de turismo.



En el interior del patio de armas destacan las vistas de la icónica torre del homenaje, a la que subimos por una estrecha escalera, y unos arcos desde los que hay bonitas vistas.



A la salida de Frías paramos a dar un pequeño paseo por el puente medieval sobre el Ebro, en el que destaca la torre usada para el pago del pontazgo, con el que sufragar los gastos de reparación del puente en épocas antiguas.



Muy cerca de Frías se encuentra Tobera, un pequeño pueblo que guarda un paraje precioso en los alrededores de sus ermitas: en lo alto, la ermita de Santa María de la Hoz, y más abajo, la ermita del Cristo de los Remedios, al lado del puente sobre el río Molinar. La estampa es de postal, en un entorno bucólico.




En las rocas de los alrededores habitan unas cabras que vigilan a los muchos turistas que frecuentan la zona.



Otro de los atractivos de Tobera son las muchas cascadas que se cruzan por el pueblo.



Abandonamos Tobera y, de camino a Pedrosa de Tobalina, pasamos por la Torre de Lomana.



En Pedrosa de Tobalina redondeamos nuestra ruta del agua con la bonita cascada del pueblo, en el río Jerea.



El día ha sido largo, pero en el restaurante del hostal reponemos las últimas fuerzas con unos sandwiches.


Burgos (I): La ruta del agua

En esta Semana Santa nos hemos venido a la provincia de Burgos para disfrutar de la zona sur de las Merindades, con especial atención a Frías y los pueblos a su alrededor. Ayer llegamos a nuestro centro de operaciones, el pueblo de Trespaderne. El tiempo no acompañó, puesto que estuvo lloviendo durante todo el día. Así que lo único que hicimos fue establecernos en el hostal donde pasaremos estos días y cenar en el restaurante del alojamiento.



Sin embargo, hoy el tiempo nos ha respetado, así que hemos podido hacer bastante turismo. De camino a nuestra primera visita nos hemos encontrado en el pueblo de Bisjueces con una iglesia parroquial muy interesante, de la que nos ha impresionado su portada renacentista. No hemos podido evitar pararnos para hacerle una foto.



Llegamos a la primera parada que teníamos prevista. Se trata del Monasterio de Santa María de Rioseco. Su particularidad es que está en ruinas. Visitarlo es como entrar en el esqueleto de un monasterio, puesto que conserva toda su estructura, pero el paso del tiempo y el abandono fueron haciendo mella en él.




Continuamos nuestra jornada hasta llegar a Orbaneja del Castillo. Como reza el título de la entrada, el día ha sido la ruta del agua, ya que que hemos ido buscando cascadas, pozos, etc. En este caso, a Orbaneja le confieren su particular atractivo las cascadas que cruzan su núcleo urbano. Es realmente bonito ver el agua caer al lado de los edificios, o contemplar las pequeñas pozas que va formando, como si fueran piscinas naturales.



Además, Orbaneja tiene a su alrededor unas montañas que forman unas curiosas estructuras karsticas, que se divisan desde cualquier lugar del pueblo.



Pues que en Orbaneja nos fue imposible encontrar un restaurante donde poder comer, nos fuimos a Covanera. Allí paramos en el Bar Muñecas, que no deja de ser un bar de pueblo donde tomarse el carajillo, pero donde nos tomamos un plato de embutido variado que nos hizo reponer fuerzas.



Tras recuperar energías con la comida, anduvimos el camino hasta el Pozo Azul. Se trata de un manantial que brota de una cueva y que resulta particularmente bonito por el color que adquieren sus aguas. En la entrada de la gruta son de un azul intenso, pasando a ser transparentes casi sin que haya una transición de colores, lo que le confiere un gran atractivo.



Al volver al coche, nos desplazamos a Padrones de Bureba. Cuenta con una iglesia con bonitas vistas en conjunción con unas pequeñas cascadas en las cercanías. Como he dicho antes, hoy parecía que estábamos siguiendo la ruta del agua.



Como aún era pronto, antes de volver a Trespaderne hemos ido a Poza de la Sal. Un pueblo con un casco antiguo bastante interesante, destacando la Plaza Nueva, Plaza Vieja, la iglesia de San Cosme y San Damián, donde entramos y estaban preparándose para misa y procesión... ah, y por ser el pueblo natal de Felix Rodríguez de la Fuente, posiblemente el más importante divulgador de naturaleza de la historia de España, y un referente en ese aspecto para los que ya vamos teniendo una edad.



Al salir de Poza de la Sal nos acercamos a su castillo, que no me resisto a visitar. Está abandonado, en bastantes aspectos me recuerda al de Montsegur, en lo alto de la roca y bastante inexpugnable, tanto para los atacantes del pasado como para los turistas de la actualidad.




Tras este intenso día, volvemos a Trespaderne y cenamos otra vez en el restaurante del hostal. Como habíamos comido poco, esta vez pedimos croquetas de boletus e ibérico, sopa de ajo y pulpo a la gallega. Además, rematamos con un coulant de chocolate y una torrija de postre. Después de un día de ver paisajes y edificaciones muy bonitos, nos quedamos tan a gusto con la rica cena.