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De viaje por el Báltico (VIII): Vilnius y vuelta a casa

Ayer dejamos el apartamento de Vilnius y, tras llevar las maletas a recepción, salimos a conocer la ciudad. Como comentábamos al llegar, los apartamentos no están muy señalizados desde la calle.



El día empezaba soleado pero, como no sabíamos cuánto tiempo iba a durar esa situación, decidimos perder el menor tiempo posible y empezar a conocer cuanto antes los rincones más bellos de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Así que dirigimos nuestros pasos hacia la catedral de San Estanislao y San Vladislav. Aunque ya la habíamos visto la noche anterior, nos volvió a sorprender el hecho de que tenga el campanario delante de la iglesia. Pero lo comprendimos al leer que cuando se construyó el templo, se aprovechó una de las torres de la antigua muralla para utilizarla como campanario.

La catedral fue mandada construir por el rey Mindaugas en 1251, cuando él se convirtió al cristianismo. El templo, que se levantó sobre un antiguo lugar de rituales paganos en honor al dios báltico del trueno Perkūnas, volvió a ser escenario de tales ritos apenas 10 años después, cuando murió el monarca.

Unos 100 años más tarde, Lituania fue consagrada al Cristianismo (fue el último país de Europa en aceptar este credo) y fue en ese momento cuando se construyó una nueva catedral en el mismo lugar donde había estado la antigua. Pero su aspecto actual no es el de aquella época, sino que ha sufrido numerosas reconstrucciones a causa de los daños sufridos durante incendios, guerras, etc.



El interior de la catedral, de tres naves, está menos reconstruido que el exterior. En él podemos ver cuadros, sepulcros, esculturas de príncipes de Lituania y reyes de Polonia, y un museo que cuenta la historia de la Catedral desde el momento de su construcción hasta la actualidad. En la cripta, que data del sigo XII, están enterrados una gran cantidad de personajes destacados de la historia lituana y polaca.  De entre todas las capillas destaca especialmente la de San Casimiro. 


Al salir de la catedral buscamos la famosa Baldosa de los Milagros. Se trata de una de las baldosas del pavimento en la plaza de la catedral, situada entre la catedral y el campanario.  Está decorada con la palabra “stebuklas” (milagro en lituano) y señala el lugar del que salió la "Cadena Báltica" que unió Vilnius, Riga y Tallinn. Dice la leyenda que si pides un deseo poniendo un pie sobre la baldosa y das una vuelta completa sobre ti mismo, el deseo se cumple. 


En la plaza de la catedral también encontramos la estatua del Gran Duque Gediminas, que gobernó el Gran Ducado de Lituania de 1316 a 1341 y trasladó la capital de Trakai a Vilnius. 


Muy cerca de la estatua se encuentra la entrada al Palacio de los Grandes Duques de Lituania. Este lugar fue el centro cultural, político y diplomático de Lituania y uno de los palacios más famosos de Europa de los siglos XV a XVII. La construcción original del siglo XIII, emplazada en el lugar que ocupó un antiguo castillo, fue demolida a principios del siglo XIX, y la que podemos ver ahora tiene apenas unos años. Su uso actual es el de museo, pero nosotros solamente entramos a ver el patio central, puesto que no teníamos demasiado tiempo y no podíamos gastarlo en ver exposiciones.


De camino a nuestra siguiente parada pasamos por el Nuevo Arsenal, una de las sedes del Museo Nacional de Letonia. Este museo se encuentra repartido entre varias dependencias de lo que fue el antiguo castillo de Vilnius, y ésta es la sede más importante.

Frente a la entrada del museo encontramos la estatua de Mindaugas, primer Gran Duque de Lituania y único rey del país. Está sobre un pedestal adornado con símbolos del antiguo calendario báltico.


Sin duda, un interesante museo para visitar con tiempo. Pero como nosotros íbamos escasos, tuvimos que pasar de largo y seguir nuestro camino hasta el funicular. Por dentro es igual que un pequeño ascensor, y salva unos 80 metros de desnivel en apenas un minuto.


Al llegar arriba fuimos a la Torre de Gediminas. Se trata de la única estructura que se conserva en la actualidad de lo que fue el antiguo castillo de Vilnius. Es una de las imágenes más representativas no solo de la ciudad, sino de todo el país.


Esta torre se ha convertido en un excelente mirador desde el que se puede contemplar toda la ciudad y sus alrededores.


Si damos la espalda a la ciudad, podemos ver la famosa Colina de las Tres Cruces. Se trata de una colina situada en el parque Kalnu, al otro lado del río Neris. Es conocida por el monumento de las tres cruces que está situado en ella. El monumento original, de 1916, se situó en ese lugar para sustituir a unas viejas cruces de madera, colocadas hacia 1636 en recuerdo a unos monjes asesinados en el siglo XIV cuando intentaban cristianizar el reino. Dicho monumento fue demolido en 1950 por las autoridades soviéticas, así que el que podemos observar en la actualidad es el que se erigió en 1989. Se dice que desde este lugar se obtiene la mejor vista de la ciudad. 


Una vez vista la panorámica, entramos en la torre. Esta construcción, que se edificó con carácter defensivo, fue utilizada en el siglo XIX para conectar San Petersburgo, Vilnius y Varsovia a través de la línea telegráfica. En la actualidad forma parte del Museo Nacional de Lituania y contiene una pequeña exposición que da a conocer la historia de la ciudad.


Al salir de la torre volvimos a bajar la colina en el funicular y nos dirigimos hacia el centro del casco histórico. El primer edificio significativo en el que nos detuvimos fue el Palacio Presidencial. Este edificio clásico sirvió de residencia oficial de los obispos de la ciudad y más tarde, bajo el imperio soviético, fue la casa del gobernador general de Lituania. Por aquí pasaron personajes tan importantes como el zar Alejandro I, el rey francés Luis XVIII o el emperador Napoleón Bonaparte.


A escasos metros encontramos el conjunto palaciego de la Universidad de Vilnius. Creada por los jesuítas en 1579, la de Vilnius fue una de las universidades más prestigiosas de Europa. Se trata de un conjunto arquitectónico en el que predomina el estilo barroco, formado por varios conjuntos de edificios concentrados en torno a diversos patios, todos de color blanco.

Destaca sobre el resto el patio mayor, donde se encuentra la iglesia de San Juan.


Esta iglesia fue acabada en 1426 y reformada en varias ocasiones. Fue consagrada al cristianismo por última vez en 1993, tras el fin de la ocupación soviética.


En el complejo universitario también merece la pena visitar la biblioteca, la más grande de todo el país, decorada con preciosos frescos.


Al salir de la universidad tomamos la calle Pilies, la más turística de la ciudad, y en ella fuimos encontrando distintos monumentos.

Uno de ellos es la iglesia ortodoxa de San Paraskeva, de estilo neobizantino.


Muy cerca encontramos la iglesia (también ortodoxa) de San Nicolás. Es una de las más antiguas de toda Lituania, ya que en el lugar que ocupa esta iglesia siempre ha habido una capilla dedicada a este santo. La original, de 1340, era una pequeña capilla de madera. En 1514 se reemplazó por una iglesia más grande, que se incendió en 1740. Tras el incendio, se construyó una iglesia barroca que se remodeló en 1866, dándole el aspecto neobizantino que podemos observar en la actualidad. 


Finalmente llegamos a la plaza del antiguo Ayuntamiento. Durante unos 6 siglos, esta lugar ha sido el centro de la ciudad y el punto de encuentro de las principales vías de comunicación. Precisamente por eso se decidió construir aquí el Ayuntamiento. El edificio, originalmente gótico, presenta un aspecto neoclásico fruto de algunas restauraciones. La sede actual de este organismo se encuentra en la zona nueva de la ciudad, por lo que este edificio se ha usado como teatro, museo de arte y actualmente ha quedado como sala de exposiciones y oficina de turismo. 


Con este paseo se nos había hecho la hora de comer, así que buscamos un sitio donde saciar el hambre. El lugar elegido fue el restaurante Čili Kaimas, muy cerca de la plaza del ayuntamiento. 


Nos gustó mucho el ambiente y, sobre todo, el trato de la camarera, que fue de lo más agradable y nos explicó todo a la perfección. Para mi gusto, la única pega es que el sitio era un pelín oscuro.


Como era la única oportunidad que íbamos a tener de probar la comida lituana, hicimos una buena cata eligiendo algunos de los productos que más nos llamaron la atención.


Después de comer, seguimos nuestro paseo por la prolongación de la calle Pilies. Prácticamente al lado de la plaza del ayuntamiento encontramos la iglesia de San Casimiro. Es la iglesia barroca más antigua de Vilnius, construida por los jesuitas en 1618.



Siguiendo por la misma calle encontramos la Filarmónica Nacional de Lituania. 


Un poquito más arriba está la Puerta Basiliana, construida en estilo barroco en 1761. Cruzando la puerta nos adentramos en un callejón abandonado que antiguamente fue parte del monasterio de San Basilio. En la actualidad solo se conserva la iglesia uniata (de rito ortodoxo y obediencia católica) de la Santísima Trinidad, que está bastante deteriorada por dentro y por fuera.


Casi enfrente está la iglesia ortodoxa del Espíritu Santo.  El complejo fue inicialmente un monasterio, construido en 1567. Fue reconstruida en 1753, cuando pasó a ser un templo ortodoxo (de hecho, el santuario ortodoxo más importante de Lituania). La verdad es que el exterior es mucho más austero que el de otras iglesias ortodoxas, quizá debido a su pasado como monasterio. 

Lo más bonito se encuentra en el interior, de estilo barroco: un precioso retablo verde y múltiples iconos de gran belleza. Además, esta iglesia custodia las reliquias de tres mártires ortodoxos (Antonio, Juan y Eustaquio) que fueron ahorcados en 1347 por los paganos lituanos por negarse a comer carne durante la vigilia. 


Un poquito más arriba, pero en la misma calle, está la iglesia de Santa Teresa de Jesús (sí, la de Ávila). Fue fundada por la orden de Santa Teresa de Jesús, y construida entre 1633 y 1650, por lo que constituye una de las iglesias barrocas más tempranas de la ciudad. Su interior ha sido renovado varias veces, y se dice que el altar mayor es uno de los más bonitos de Lituania. He leído en algún sitio que es una copia de la iglesia de Santa María Della Scala de Roma.   


Al final de la calle se encuentra la Puerta de la Aurora, que es la única puerta de la muralla de la ciudad que aún se conserva.  Parece ser que se llama así porque está orientada hacia el este, es decir, hacia la aurora. En su interior contiene una imagen de la Virgen muy venerada y a la que le atribuyen varios milagros. Es un importante punto de peregrinación, especialmente de polacos, y siempre se puede ver a alguien en el piso de arriba, rezando junto al cuadro de la Virgen. La pintura, renacentista de mediados del siglo XVII, tiene como curiosidad que no tiene representado al niño Jesús. 
Al otro lado de la puerta se pueden ver las cañoneras, que recuerdan su función defensiva. 



Se nos estaba acabando nuestro tiempo en Vilnius, así que decidimos visitar la Calle de la Literatura. Se trata de una callecita peatonal convertida en una galería al aire libre. En ella podemos encontrar numerosas obras de artistas locales dedicadas a escritores que han tenido alguna relación con la ciudad. Es uno de los rincones más curiosos que he visto en mi vida.   


Muy cerca de esta calle encontramos la iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo renacentista. Hasta 2006 fue la sede del Museo de Arquitectura, y en la actualidad alberga una muestra de arte sacro. Tuvimos que conformarnos con verla por fuera, pues no teníamos tiempo para entrar. 


Nuestra última visita en la ciudad de Vilna fue el complejo de las iglesias de Santa Ana y San Francisco y San Bernardino.  



La iglesia de Santa Ana, del siglo XIV, es una de las construcciones más bellas de la ciudad y se considera una obra maestra del gótico tardío. Antiguamente en este lugar se encontraba una capilla de madera, construida en 1399 por orden de la mujer de Vitautas, Gran Duque de Lituania. Dicha capilla se quemó en 1419, por lo que la que podemos ver ahora es la que se construyó en 1747 y que formaba parte del muro defensivo de la ciudad.

El templo, que sirvió de refugio de las tropas francesas, está construido con 33 tipos diferentes de ladrillos y en su interior destacan una gran cantidad de sepulcros de suntuosa decoración. Cuenta una leyenda que Napoleón quedó tan impresionado al verla que le dijo a Josefina en una carta que le hubiese gustado trasladarla a París.


Justo al lado de la preciosa Santa Ana se encuentra la iglesia de San Francisco y San Bernardino. Esta iglesia, también gótica y muy austera, sirvió de almacén durante la ocupación soviética. Cuando se restauró el Reino Lituano, los monjes regresaron y se volvió a abrir como lugar de culto. En 2008 fue declarada como Monumento del Patrimonio Cultural Lituano. 


Y con esta visita dimos por terminada nuestra estancia en Vilnius. Así que volvimos al apartamento a recoger las maletas y nos fuimos caminando a la zona de Karaliaus Mindaugo tiltas para coger el autobús que nos llevaría hasta la estación de tren.

Como llevábamos tiempo, yo me quedé en la estación con las maletas y Julián fue a un supermercado que había al lado (de la cadena Iki) para comprar algo de cena y de desayuno para el día siguiente.

El tren nos llevó hasta Kaunas. Cuando llegamos, salimos de la estación y vimos un autobús de la línea 29, la que teníamos que coger. Pero, para que no nos pasase igual que al llegar a Vilnius, decidimos preguntar al conductor si teníamos que cogerlo en ese sentido o en el contrario, ya que lo único que sabíamos era que la parada se llamaba Gelezinkelio Stotis (estación de ferrocarril).  El hombre nos dijo que teníamos que cruzar la calle y esperar en el otro lado, así que eso hicimos.

Tras un buen rato de espera, por fin llegó el autobús. En unos 40 minutos nos dejó en  Karmėlava, el pueblo donde dormimos, que está al lado del aeropuerto de Kaunas. Nos bajamos en la última parada que hay antes del aeropuerto y caminamos por el pueblo hasta llegar a nuestro alojamiento. Bueno, la verdad es que no parecía un pueblo, sino unas cuantas calles en medio del campo y que no parecían tener nada que ver unas con otras. 

Por fin encontramos el Jūratės B&B Namai, aunque me da la impresión de que no cogimos el camino más corto para llegar. 

Después de instalarnos y descansar un rato, bajamos a la cocina-comedor para cenar y nos fuimos a dormir.

Esta mañana hemos desayunado y hemos dejado la casa para dirigirnos al aeropuerto.


Como está tan cerca, hemos ido andando. No se tarda ni 10 minutos, es una gozada.

A las 11 ha salido nuestro vuelo. Tras hacer escala en Oslo, por fin hemos llegado a Madrid.


Ahora ya solo nos queda deshacer las maletas, descansar y recordar este maravilloso viaje que nos ha encantado. Y, por supuesto, ir preparando el siguiente destino...

De viaje por el Báltico (VII): Segundo día en Riga

Esta mañana hemos dejado el apartamento. Hemos ido a devolver las llaves a la oficina donde las recogimos y hemos dejado allí nuestras maletas.

Después nos hemos acercado hasta el Castillo de Riga. Este castillo se utiliza actualmente para dos fines: una parte es la residencia oficial del presidente de Letonia y la otra parte es la sede del Museo de Historia de Letonia y del Museo de Arte Extranjero.

El castillo está cerrado actualmente por obras, así que solo hemos podido ver el exterior.



Muy cerca del castillo encontramos el monumento dedicado a los niños que fueron deportados a Siberia entre los años 1941 y 1949, con motivo de la ocupación soviética de Letonia.


Cerca de esta zona está el Banco de Letonia.


 Volviendo a la plaza del castillo descubrimos en ella la iglesia católica de la Virgen de las Angustias.


Después de conocer esta zona de la ciudad, nos hemos dirigido hacia la plaza de la catedral. En ella, aparte de la catedral, podemos encontrar otros edificios que compiten en belleza, como el edificio de la Bolsa o el de Radio Letonia, entre otros.


Después de admirar tan bella plaza, hemos entrado en la catedral, que hoy sí que estaba abierta. Esta catedral es la iglesia medieval más grande de toda la zona báltica.

Lo primero que hemos visitado al entrar ha sido el claustro románico.


Después de visitar el claustro hemos entrado a la catedral para disfrutar del concierto de órgano que había en el templo. 

Tras disfrutar de una media hora de música, nos dispusimos a recorrer el interior de la catedral. Está poco vistosa, la verdad, ya que hay andamios por doquier, pues la están adecentando para el año que viene, en el que Riga será Capital Europea de la Cultura. 

Como se ha remodelado varias veces a lo largo de la historia, su estructura muestra diversos estilos, como el románico, el gótico y el barroco. Aparte de los andamios, la catedral no nos impresionó demasiado porque es muy sencilla. Lo más llamativo son las tumbas de los mercaderes, las vidrieras del siglo XIX, el púlpito de madera del siglo XVII y, por supuesto, el órgano. 


Al salir de la catedral ya era prácticamente la hora de comer, así que nos hemos acercado (una vez más) a la Plaza Līvu. Aunque ya habíamos visitado esta plaza en varias ocasiones, aún no habíamos descubierto todos sus rincones. En esta ocasión hemos visto una cabeza pagana de piedra. Se trata de una copia del ídolo de los siglos V-VI que encontró un agricultor en 1851, cuando araba sus tierras a unos 30 kilómetros de la ciudad.


Hemos decidido comer en el restaurante Lido Alus Sēta, un lugar agradable y acogedor, con camareras vestidas con trajes tradicionales, donde hemos podido comer tranquilamente. 


Después de comer hemos ido a recoger nuestras maletas y nos hemos dirigido a la zona de la estación de autobuses. Pero antes hemos parado en el supermercado para comprar algo de comida para la cena de hoy y el desayuno de mañana.

Como llevábamos tiempo de sobra, hemos ido a conocer el Mercado Central, fundado en 1930. En su época fue el mercado más grande y más moderno de Europa. Lo más curioso de este mercado es que ocupa cinco antiguos hangares para zepelines, abandonados por el ejército alemán durante la I Guerra Mundial y trasladados a su emplazamiento actual en 1920. Dentro del mercado encontramos gran cantidad de puestos de fruta, verdura y otros alimentos. En el exterior hay multitud de vendedores de artículos diversos.


Al salir del mercado nos hemos ido a la estación de autobuses, que está a pocos metros. Nuestro autobús salía a las 5 de la tarde. Aunque, en esta ocasión, nos toca ir en un minibús.



Esta vez hemos viajado un poco más incómodos: íbamos todos separados (porque solo cabe un asiento a cada lado del pasillo), no había baño, ni máquina de bebidas. Menos mal que el viaje no era demasiado largo.

A eso de las 9 de la tarde hemos llegado a Vilnius. El minibús nos ha dejado al lado del centro comercial Panorama. Julián ha entrado a sacar dinero mientras yo esperaba en la parada del autobús (que está en la misma puerta) con las maletas.

Una vez hemos conseguido tener algo de efectivo en la moneda local, hemos cogido el autobús. Cuando llevábamos unos minutos de trayecto, nos ha dado la impresión de que más que acercarnos al centro, nos estábamos alejando de él. Y, efectivamente, habíamos cogido el autobús correcto, pero en el sentido contrario. Así que nos hemos bajado en Laisvės prospektas, hemos cruzado la carretera y hemos cogido el mismo autobús, pero ahora en el sentido correcto. Esta vez nos hemos bajado en Zalgirio Stadionas, y desde allí hemos ido caminando un buen rato hasta el centro.




Después de callejear inútilmente para intentar encontrar nuestro apartamento (Skapo Apartments), hemos decidido que Julián se fuese a buscarlo mientras yo me quedaba con las maletas en una de las calles más concurridas. Después de un rato de búsqueda, por fin ha venido a por mí y hemos podido llegar a nuestro lugar de descanso. Entre que está bastante escondido, que no hay ningún cartel llamativo que lo anuncie y que era de noche, la verdad es que el sitio es difícil de encontrar. Pero lo importante es que ya estamos aquí.

Hemos cenado alguna de las cosas que traíamos de Riga y ahora nos vamos a dormir. Mañana tendremos tiempo de conocer la ciudad.

De viaje por el Báltico (VI): Primer día en Riga

Esta mañana nos hemos despertado con un solazo impresionante. Nada más levantarnos nos hemos asomado a una de las ventanas del apartamento, la que tiene las mejores vistas. Desde ella podemos ver parte de la torre de la iglesia de San Pedro. No está tan cerca como teníamos la de San Olaf en Tallinn, pero también es una buena vista.



Tras desayunar y arreglarnos hemos salido del apartamento y nos hemos dirigido a la iglesia luterana de San Pedro (la que se ve desde nuestra ventana). Es uno de los edificios medievales más antiguos que existen (aparece en documentos de 1209) y es Patrimonio de la Humanidad. Está dedicada al patrón de la ciudad.


Al entrar hemos decidido visitar primero la torre y después la iglesia. Así que hemos pagado la entrada y hemos subido en ascensor los 72 metros que nos separaban del mirador.

Al llegar arriba nos ha sorprendido muchísimo encontrarnos con una lluvia bastante fuerte, viento y un bajón de temperatura de varios grados. ¿Cómo es posible que haya pasado en apenas unos minutos?

Las vistas desde la torre son increíbles, tenemos a nuestros pies toda la ciudad. Pero se nos ha hecho un poco desagradable lo de tener que estar mojándonos y pasando frío. No llevábamos nada de abrigo. ¿Quién pensaba en eso saliendo a la calle con un sol espléndido?


Una vez rodeado todo el mirador hemos bajado de nuevo para visitar la iglesia. Es de estilo gótico y está construida en ladrillo rojo. La sobriedad parece ser la característica común de este tipo de templos en los países bálticos.


Al salir a la calle ya no llovía. Así que hemos cruzado la calle para llegar a la plaza del ayuntamiento. Es uno de los lugares más bonitos de la ciudad, pues en él se agrupan un buen número de monumentos: la casa Schwab (oficina de turismo), la Hermandad de los Cabezas Negras (igual que en Tallinn), el Ayuntamiento de Riga, el Museo de la Ocupación de Letonia y, en el centro de la plaza, la estatua de Roland (legendario personaje medieval que fue caballero de Carlomagno y se convirtió en el símbolo de la lucha de las ciudades por independizarse de la nobleza local). Esta estatua se erigía en todas las ciudades que fuesen miembros de la Liga Hanseática y era un símbolo de la paz, la justicia y la libertad. Además, aunque no esté dentro de la plaza, también podemos ver desde ella la iglesia de San Pedro. Os dejo una panorámica para que os hagáis una idea.


Riga es una ciudad llena de edificios bonitos, como el del Museo de la Historia de Riga y de la Navegación.


Muy cerca de este edificio hemos encontrado la catedral luterana de San Jacobo, sede del arzobispado de Riga. De este edificio del siglo XIII no hemos podido ver más que el exterior, ya que todavía no estaba abierta. Así que hemos seguido con el recorrido que nos habíamos marcado.


Así que hemos ido a ver los "Tres Hermanos". Se trata de tres casas contiguas, aunque construidas en distintos momentos. La casa más antigua es la blanca, que data del siglo XV y es la vivienda más antigua de Riga, aunque también fue utilizada como panadería. La casa amarilla adquiere su aspecto actual en el siglo XVII. En su interior, de madera, se encuentra el Museo de Arquitectura. Por último, la casa verde es del siglo XVIII.


Después de echar un vistazo a tan singulares construcciones, nos hemos acercado a la Puerta Sueca. Es la única que se conserva de las ocho que poseía la ciudad. Es fácil ver a una gran cantidad de turistas en los alrededores de esta puerta, ya que se dice que traspasarla da buena suerte.


Muy cerca de la puerta está la Torre del Polvorín. Es la única torre que de conserva de las 18 que formaban la defensa de la ciudad. La torre alberga un museo militar, que se extiende también al edificio contiguo. En él se exponen colecciones sobre las guerras que han sacudido el país a lo largo de la historia.  


Volviendo hacia el centro nos hemos acercado a ver uno de los edificios más conocidos de la ciudad: la Casa de los Gatos. Se trata de un edificio de estilo Art Nouveau, construido en 1903 por el mercader letón Friedich Scheffel. Según cuenta la leyenda, el propietario mandó poner en el tejado dos gatos con el lomo arqueado y mirando hacia el Gran Gremio como señal de disconformidad por la negativa de dicha asociación a admitirlo (ya que sólo entraban comerciantes alemanes y él no lo era). Años más tarde, y tras una larga batalla legal, el mercader consiguió que lo aceptaran y cambió los gatos de posición.


Al lado de la casa de los gatos se encuentra la plaza Līvu, donde se encuentran algunas de las antiguas casas de comerciantes y artesanos del siglo XIX. Aparte de los bellos edificios que acabo de mencionar, esta plaza también tiene como atractivo el ser una de las zonas con más ambiente de la ciudad, debido a la cantidad de bares y terrazas que tiene. 


Con semejante paseo se nos ha hecho la hora de comer, así que hemos ido al apartamento. Hemos decidido irnos en el momento justo, pues nada más llegar ha caído un fuerte chaparrón. Afortunadamente no nos ha pillado en la calle, pero solo por unos minutos. Después de comer hemos visto que seguía lloviendo, así que hemos decidido descansar un ratito antes de volver a salir a la calle.

Para salir por la tarde he decidido coger un jersey, ya que (viendo lo cambiante que está el tiempo) seguro que en algún momento me haría falta.

Nuestra primera parada de la tarde ha sido el Teatro de la Ópera Nacional y los jardines que hay enfrente.


Siguiendo nuestro camino llegamos hasta el Reloj Laima. Este reloj ha sido un punto de encuentro desde que se colocó en 1924. No tenía un fin decorativo, sino práctico. Servía para que los trabajadores de la época no llegasen tarde al trabajo (hablamos de un momento en el que no todo el mundo podía disponer de un reloj personal). El nombre de este reloj se debe a la marca de chocolates Laima, cuyo logotipo apareció en el reloj durante los años 30.


Enfrente del reloj se encuentra el Monumento a la Libertad. Este monolito de 42 metros de altura fue pagado y levantado por los habitantes de Riga en 1935 sobre el lugar que ocupaba una estatua de Pedro El Grande.  Este monumento, dedicado a la memoria de la independencia de Letonia tras la I Guerra Mundial, está coronado por una figura femenina (conocida como Milda) que alza tres estrellas doradas en representación de las tres regiones culturales de Letonia: Vidzeme, Kurzeme y Latgale.
Durante la época de ocupación soviética había una broma popular que decía que este monumento era, en realidad, una agencia de viajes, ya que todo el que depositara flores a sus pies tendría asegurado un billete de ida a Siberia.


Continuando con nuestro itinerario llegamos a la catedral ortodoxa de la Natividad de Cristo, de estilo neobizantino.



El interior es muy similar, en cuanto a símbolos e iconos, a otras iglesias ortodoxas de las que hemos visitado en este viaje. En ésta no nos dejan hacer fotos y tenemos a un vigilante todo el rato detrás para asegurarse de que no sacamos la cámara, así que tengo que conformarme con hacer una desde la puerta cuando salíamos.


Al salir de la iglesia hemos visto unas nubes negras que amenazaban lluvia en pocos minutos. Y así ha sido: nos ha caído un chaparrón bastante fuerte y hemos tenido que resguardarnos en los soportales de una tienda durante un buen rato.

Cuando hemos podido salir sin riesgo de mojarnos demasiado, hemos ido hasta la iglesia de Santa Gertrudis, de 1413. Estaba cerrada, así que nos hemos tenido que conformar con ver su bello exterior.


Como empezaba a llover otra vez, hemos decidido aprovechar ese rato para ir al Skyline Bar del hotel Radisson Blu. Es un bar situado en el piso 26 de este hotel, con unas vistas impresionantes de toda la ciudad. Nos hemos pedido un par de riquísimos batidos y nos hemos sentado al lado de los ventanales para disfrutar de la excelente panorámica.


Como llevábamos observando casi todo el día, en cuestión de minutos ha dejado de llover y ha vuelto a salir el sol. Así que hemos terminado nuestras bebidas y nos hemos dirigido a la zona del Art Nouveau. Las dos calles principales de esta zona son las calles Alberta y Elisabetes, aunque todas las de la zona esconden algún tesoro arquitectónico.


Recorriendo estas calles hemos llegado hasta el Río Daugava. Paseando por su orilla hemos llegado hasta el monumento "Lielais Kristaps".

Según una antigua leyenda, en el siglo III había un hombre llamado Ofero que vivía en una pequeña cabaña a orillas del río Daugava. Este hombre era muy alto y fuerte, y se dedicaba a transportar a la gente de un lado a otro del río.

Una noche de tormenta, Ofero escuchó a un niño llorar. Este niño le pidió que le llevase a la otra orilla. Ofero puso al niño sobre su hombro y se dispuso a llevarlo al otro lado del río. Hacia la mitad del camino, el niño empezó a pesar cada vez más, tanto que Ofero apenas pudo llegar a la otra orilla. Pero finalmente consiguió poner al niño a salvo. El niño se reveló como Cristo, y le explicó que él era tan pesado porque llevaba el peso de los pecados del mundo sobre sí mismo. Entonces, Ofero fue bautizado con el nombre de Kristaps (que significa "portador de Cristo").

Cuando Kristaps llegó a su casa encontró un gran cofre con monedas de oro. Hasta su muerte, utilizó ese dinero para fundar la ciudad de Riga.

La estatua que podemos ver es una réplica de la original, erigida en 1682. Esta imagen me ha recordado enormemente a las representaciones de San Cristóbal que he visto en muchas iglesias. Posiblemente se trate del mismo personaje. 


Muy cerca de este monumento hemos encontrado la iglesia anglicana del Salvador. Se trata de un pequeño templo neogótico que se construyó en 1857 con las aportaciones de los mercaderes británicos. Los ladrillos fueron transportados desde Gran Bretaña, e incluso se extendió una capa de tierra británica para construir la iglesia sobre ella. Es el único lugar de culto anglicano de toda Riga.


Como ya se estaba haciendo tarde y cada vez había menos luz, nos hemos ido de nuevo hacia la zona más céntrica. Esta vez hemos pasado por la parte trasera de la iglesia de San Pedro, donde se encuentra la estatua de los Músicos de Bremen. Pero, ¿qué pinta una estatua de estos personajes en Riga? La explicación es fácil: la capital letona fue fundada en 1201 por Albrecht von Buxthoeven, un obispo procedente de Bremen, y la localidad alemana le regaló esta escultura a Riga en 1990 como muestra de su buena relación como ciudades hermanadas.

Dice la tradición que si se frota el hocico del burro y se pide un deseo, éste se cumple.


Desde aquí nos hemos ido a cenar al apartamento y después hemos salido a pasear un rato. Primeramente nos hemos dirigido a la plaza  Līvu, que a Julián le ha gustado cuando hemos pasado por la mañana. 


Después de callejear un rato por la zona centro, hemos vuelto a la plaza del Ayuntamiento, uno de nuestros rincones favoritos de la ciudad.


Y con la bella imagen de esta plaza iluminada hemos vuelto al apartamento. Ahora nos vamos a dormir, que tenemos que reponer fuerzas para seguir conociendo la ciudad durante el día de mañana.