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Bajo el sol de la Toscana (V): Siena

El último día nos levantamos con algo de sueño (no se puede salir por la noche y madrugar al día siguiente) pero con ganas de aprovechar a tope las horas que nos quedaban en Italia. Así que después de arreglarnos y desayunar cogimos el coche de mi tía y nos fuimos a Siena, la maravillosa ciudad medieval declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Dejamos el coche fuera de la muralla y fuimos andando al centro histórico de la ciudad. Nuestro primer destino fue la Piazza del Duomo donde, como su mismo nombre indica, se encuentra el duomo o catedral de Siena. Construida en marmol blanco y verde (no negro, como llevaba diciéndome Julián más de dos años), me parece una de las más bonitas del mundo.
Su construcción comenzó en 1215 bajo la dirección y diseño del maestro Nicola Pisano. A diferencia de la catedral de Florencia (espectacular por fuera y muy pobre por dentro), el interior de ésta es aún más bonito si cabe que el exterior.


Una de las cosas que más llaman la atención de esta catedral es el suelo. Está decorado con 56 paneles, pintados directamente sobre el pavimento de mármol mediante técnicas de inyección de grafito y otros pigmentos, representando cada uno de ellos diferentes escenas bíblicas, mitológicas y de la historia de Siena. Como el suelo del interior estaba protegido para que no se pisase y no nos podíamos acercar demasiado, hemos elegido esta foto del suelo del exterior, de similares caractérísticas.

Nada más entrar, una de las cosas que más nos llamó la atención fue la cornisa que recorre la parte superior de los arcos. En ella se pueden contemplar docenas de bustos de papas y emperadores romanos y bizantinos, realizados en terracota por Giovanni di Stefano.

A la mitad de la nave central, a la izquierda, encontramos la Librería de Piccolomini, construida en 1492 por encargo del Arzobispo de Siena, Francesco Piccolomini (que después se convertiría en el Papa Pio III) en homenaje a la memoria de su tio Aeneas Piccolomini (Pio II) y para preservar su valiosa colección de libros.


Lo más destacable de esta estancia son sus maravillosos frecos renacentistas, obra de Pinturicchio. Los de las paredes representan diversos pasajes de la vida de Pio II. Y los del techo, del mismo autor, muestran diferentes escenas de la mitología clásica.


Otra de las piezas importantes que podemos encontrar en el interior del Duomo es el púlpito octogonal, realizado en mármol de Carrara por Nicola Pisano en 1268, ayudado por su hijo Giovanni y por su discípulo Arnolfo di Cambio.

Y por si fueran pocas las maravillas que se ven mirando al frente, si alzamos la vista al techo podemos admirar la cúpula central, que imita a un cielo estrellado donde, sobre un fondo azul noche, brillan las estrellas doradas. La cúpula está rematada por un lucernario dorado, obra de Bernini. El perímetro en la base de la cúpula muestra a 42 patriarcas y profetas, pintados en 1481 por Guidoccio Cozzarelli y Benvenuto di Giovanni. Para rematar el cuadro, 8 estatuas de santos situadas en las paredes bajo la cúpula.

Después de ver la catedral (merece la pena visitarla detenidamente para apreciar todos sus detalles) salimos de nuevo a la Piazza del Duomo donde, eclipsadas por la impresionante catedral, podemos admirar las fachadas de algunos palacios medievales.

En la época de máximo esplendor de la República de Siena, se proyectó una ambiciosa expansión de la catedral que ensombrecería en tamaño a la propia basílica romana de San Pedro. Así, en 1339 comenzaron las obras de ampliación de una nueva nave que debería ir situada en el lado derecho del transepto, pero la peste negra de 1348 diezmó gravemente a la población llevándose por delante al 80% de los habitantes. Para colmo empezaron a hacerse patentes unos graves defectos de diseño que debido a la inestabilidad del terreno hacían imposible la sostenibilidad de la construcción. Por todo ello, el proyecto de este gigantesca catedral tuvo que ser abandonado, quedando hoy el "Facciatone" como monumento a la ambición y la gloria de tiempos pasados (y como magnífico mirador situado estratégicamente en el centro de la ciudad).

Desde este museo se accede al "Facciatone" y se puede subir a lo más alto para disfrutar de unas impresionantes vistas de la ciudad. Se trata de una parte de las paredes que conformarían la fachada de la nueva catedral de Siena.


Al bajar del mirador, y aún impresionados por las vistas, salimos de la plaza para visitar la cripta de la catedral. Se cree que esta cripta, llamada de San Giovanni, fue la entrada original de los peregrinos a la catedral. Fue descubierta por unos obreros en 1999 contiene pinturas al fresco medievales. Lamentablemente, allí tampoco se pueden hacer fotos.

Donde sí está permitido fotografiar es en el Battisterio de San Giovanni, que se encuentra justo debajo de la cripta. Fue obra de Camaino di Crescentino y se completó en 1325. Los frescos de las cúpulas fueron obra de Lorenzo di Pietro (mas conocido como Vecchietta). La pila bautismal, de forma hexagonal, tiene relieves de Donatello, Ghiberti, Giovanni di Turino y Jacopo della Quercia, que representan pasajes de la vida de San Juan Bautista.


Al salir del battisterio, un descansito para reponer fuerzas y seguir con más ganas.



De camino a la Piazza del Campo pudimos ver en las calles las banderas de las distintas contradas. Y no era extraño, hacía pocos días que se había celebrado el Palio de Siena.
El origen de las contradas se remonta a la Edad Media. Cumplían una labor de preparación militar de los habitantes de la ciudad con el fin de mantener los ejércitos que durante siglos tuvieron que defender la República de Siena de los ataques de sus enemigos. Según datos históricos llegaron a existir hasta 59 contradas, habiendo sobrevivido hasta nuestros días un total de 17. Cada contrada cuenta con sus banderas y símbolos, así como vestidos ceremoniales que exhiben con orgullo en las fiestas. Cada una tiene a su vez su propio museo, su fuente y su pila bautismal. Todas tienen al menos otra contrada aliada (menos la Oca, que va por libre) y una contrada adversaria (salvo 4 que no cuentan con adversarios declarados: Giraffa, Selva, Bruco y Drago).

Dos veces al año (2 de julio y 16 de agosto) tienen lugar las fiestas mayores en las que las contradas se enfrentan en competición a través de la carrera de caballos más célebre del mundo: Il Palio di Siena. La carrera está precedida por tres días de fiesta, desfiles, exhibiciones y competiciones. Ganar la carrera supone el mayor honor que una contrada puede conseguir. El Palio tiene lugar en la Piazza del Campo, la cual sufre una tremenda transformación que la convierte en improvisado hipódromo para albergar los dos minutos de máxima tensión de la fiesta.
Y como no tenemos fotos del Palio porque llegamos unos cuantos días después, hablemos del lugar donde se celebra.

Tres cosas destacan e impactan al llegar a la Piazza del Campo: su enorme tamaño, su caprichosa forma de concha y la peculiar pendiente que la recorre. Su función original era alojar un gran mercado. En 1349 fue pavimentada en ladrillo rojo separado por 10 lineas de travertino que dividen la plaza en nueve secciones, partiendo en forma de radio desde el “gavinone” (el sumidero central de la plaza). Esta división en 9 partes simbolizaba al Consejo de los Nueve, que gobernaron la República de Siena junto con el Podestá entre los siglos XIII y XIV.


En la parte más alta de la plaza podemos admirar la Fonte Gaia, construida en 1419 por Jacopo Della Quercia en mármol blanco. Esta fuente suponía el centro de todo el sistema de conducción de aguas de la ciudad que fue completado a mediados del siglo XIV.

Justo enfrente de la fuente y en la parte más baja de la plaza se halla el emblemático Palazzo Pubblico, sede del gobierno de la ciudad-república. La llamativa y bella fachada, con forma cóncava para adaptarse a la convexidad de la plaza, presenta una primera planta construida en mármol y piedra blanca seguida de otras dos plantas en ladrillo con remates almenados y dos pequeños campanarios en el cuerpo central.

En 1325 se construyó en un lateral del palacio la estilizada y alta Torre del Mangia, que no en vano nos recuerda a la del Palazzo Vecchio de Florencia ya que se hizo para superar en altura y belleza a la de sus eternos rivales. Con sus 102 metros, en su tiempo fue la construcción más alta de la Península Itálica, orgullo de los sieneses.

Esta plaza nos gusta mucho, así que hicimos bastantes fotos. Una de ellas, en homenaje al primer beso que inmortalizamos para la posteridad en este mismo sitio, hace ya 2 años y medio.

Una más del palacio y la torre, esta vez con nosotros delante.

Y la última del otro lado de la plaza, que casi nadie fotografía.

Nuestra siguiente visita fue al Palazzo Salimbeni, que desde 1866 es la sede del Monte dei Paschi di Siena. Este banco, fundado en 1472, ostenta el orgullo de ser la entidad financiera en activo más antigua del mundo.

Volvimos sobre nuestros pasos hacia el centro de la ciudad y nos encontramos con un desfile de una de las contradas.

Desconocemos el motivo del desfile, pero creo que después de verlo, a Julián le entraron aún más ganas de ir a presenciar el Palio en persona. Y más si nos encontramos gente tan amable como este señor, que posó especialmente para nosotros.
Después del desfile fuimos a la basílica de San Francisco.
Esta iglesia le gustó sobre todo a Julián, ya que en sus paredes están expuestas las banderas de todas las contradas.
En la misma plaza se encuentra el Oratorio di San Bernardino, que también visitamos. El oratorio alberga una importante colección de frescos y pinturas del siglo XVI. Pero allí tampoco está permitido tomar fotografías.

Desde allí volvimos al coche, no sin antes encontrarnos algunos palacios medievales que llamaron nuestra atención.

Una foto de los famosos paisajes toscanos antes de abandonar Siena definitivamente.

Ya en el coche comimos unos bocadillos que habíamos llevado del hotel. Eran ya las 5 de la tarde pero, si no hubiésemos aprovechado el día como lo hicimos, habríamos dejado un montón de cosas sin ver.

Al llegar a Montecatini, un helado de yogur, una ducha y a la calle de nuevo. Habíamos quedado otra vez con Ilaria y Giacomo, y esta vez también venía Silvia, hermana de Ilaria y amiga nuestra también. Nos llevaron a una discoteca de Montecatini llamada "Le Panteraie" donde la gente va a cenar (se paga la bebida y tienes un buffet de comida gratis) y ya se queda en plan discoteca. Allí nos juntamos con otras amigas de Ilaria y Silvia y nos lo pasamos muy bien.

Pero teníamos que volver pronto porque Silvia trabajaba al día siguiente y nosotros también teníamos que madrugar. Así que fuimos a casa de mis tíos a despedirnos de mi primo y volvimos al hotel, haciendo una parada en la heladería "Desideri", que habíamos frecuentado mucho en nuestro anterior viaje y aún no habíamos pisado en éste.

Por la mañana, nos despedimos de mis tíos y nos fuimos a la estación del tren. De Montecatini a Florencia, de Florencia en tren a Roma, y de Roma en avión a Madrid. Todo el día de viaje, que se nos hizo pesado por las horas de trayecto y por el cansancio acumulado.

Al llegar a casa, una cena rápida y a la cama, que al día siguiente nos esperaban muchas horas de coche para llegar a la playa. Pero de eso hablaremos en el siguiente post...
En la misma plaza visitamos el Museo dell'Opera donde, aparte ver numerosas obras retiradas de la catedral para su preservación, pudimos admirar la obra de uno de los más importantes artistas sieneses: Duccio di Buoninsegna, autor de la Maestá, considerada su obra maestra. Lamentablemente no permiten hacer fotos en el interior del museo, así que no os lo podemos mostrar. Lo que sí os queremos enseñar es el campanile, que nos encanta y, casualmente, está enfrente de este museo.

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