Free counter and web stats


Bajo el sol de la Toscana (III): Florencia (segunda parte)

Como no habíamos tenido tiempo en un solo día de ver todos los encantos de Florencia, en este viaje hemos sido reincidentes, visitando dos días distintos la capital toscana. Esta segunda jornada nos preparamos más convenientemente, puesto que hicimos unos bocadillos en el hotel de Juli y nos los llevamos para tener comida.

Así pues, nuestro objetivo era rellenar todas las lagunas que nos habíamos dejado el otro día. Algo que, como comprobaréis al final de la narración, es imposible en una ciudad como Florencia.

Primera parada, la Catedral. Esta vez queríamos entrar en su interior. Pero sin hacernos muchas ilusiones por lo que encontraríamos dentro: ya lo conocíamos, y el contraste es brutal. Pocas veces un continente tan bonito ha tenido un contenido tan decepcionante. Parece como si a los florentinos se les hubiera agotado todo el dinero en construir el esplendoroso exterior de Santa Maria del Fiore, y se hubieran quedado sin nada para el interior. Aún así, hicimos la cola y entramos (algún italiano "listillo" se quiso saltar la cola, que era larga pero avanzaba veloz).

Como podéis comprobar en la foto, el interior se caracteriza por las paredes blancas, lo que le da un vago recuerdo a un almacén.




Si hay algo que valga la pena es sin duda la cúpula. Aunque la foto la muestre desde bastante lejos, os podéis hacer una idea de su majestuosidad, sobre todo en contraste con el resto.


Por fin salimos y nos encaminamos hacia la iglesia de Orsanmichele, que nos había quedado pendiente de visitar por dentro el otro día. Pero al despedirnos de la Piazza del Duomo, no pudimos evitar echar una ojeada al Battisterio:



Orsanmichele por dentro es casi tan atractiva como por fuera. Si su curiosa forma y las hornacinas de los distintos santos la caracterizan en el exterior, el interior no puede dejar de sorprender. Los altares no se encuentran centrados, sino que están a ambos lados, cerca de las paredes naturales. Parece como si se intentara que no molestaran, puesto que en la zona central se debían hacer negocios. No en vano, Orsanmichele era en sus orígenes una "loggia" para el comercio. Especialmente valioso es el altar de la derecha, donde está el tabernáculo fabricado por Andrea Orcagna para sujetar una de las obras maestras de Bernardo Daddi.

Tras salir de la iglesia, en la que yo pude estar un poco más, ya que a María la echaron rápidamente por su indumentaria "poco decorosa" (basicamente no llevaba pantalón largo) nos fuimos a la Galleria degli Uffizi. Allí nos esperaba una preciosa cola de una hora de duración. Era el precio a pagar por no comprar entradas anticipadas con recargo (4 euros más por cada una). Dentro... el paraíso del amante de la pintura italiana gótica y renacentista. Cimabue, Giotto, Duccio di Buoninsegna, Orcagna, Daddi, Masaccio, Uccello, Fra Angelico, Botticelli, Leonardo... en fin, la lista es interminable, como la cantidad de horas que podría pasarme allí dentro. La lástima es que no nos podamos alimentar de arte, porque nuestros estómagos empezaron a rugir. Así que salimos de la pinacoteca, hacia el Ponte Vecchio. Aquí tenemos al "Vecchio" al lado de la "Bella":



Tras comer nuestros bocadillos al ladito del Duomo, nos compramos unos deliciosos helados italianos, como no podía ser de otra forma. Nuestro siguiente destino era la Piazza della Santissima Annunziata, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre. Una pequeña joya barroca en el maremagnum renacentista que es Florencia:



No teníamos mucho tiempo, así que le echamos una ojeada rápida al claustro:



Seguíamos con el tiempo ajustado, así que no pudimos estar más tiempo allí, pero estas fotos atestiguan su belleza:


Tocaba seguir recorriendo las calles florentinas. Camino de la Santa Croce pasamos por una zona con un bonito perfil: a un lado la Badia y al otro el Bargello:


Y llegamos a la Santa Croce. Nuestra desilusión fue grande al comprobar que estaba justo cerrando. Nos quedamos con las ganas de entrar, pero como siempre decimos, así tenemos excusa para volver:


El final del día quisimos que fuera lo más bonito posible. Así que nos acercamos a un tabaccaio, compramos unos billetes de autobús y nos montamos en el primero que pasó con dirección al Piazzale Michelangelo. Este lugar es un mirador situado en una colina cerca del Arno, desde el que se ven todos los monumentos de la ciudad. El sitio era idílico, como podéis ver en las fotos:


Siempre se dice que la última imagen es con la que se queda uno al recordar una experiencia. No cabe duda de que si es cierto, nuestros recuerdos de Florencia serán inmejorables hasta la próxima vez que volvamos. Pero nuestras vacaciones no habían terminado...

0 Response to "Bajo el sol de la Toscana (III): Florencia (segunda parte)"

Publicar un comentario