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Sur de Italia (V): Cefalú y ferry a Calabria

Por la mañana decido que hoy voy a correr hacia la playa, en lugar de por el centro histórico como el día anterior. Así que me encamino hacia el Tirreno. La playa está bastante desangelada, algo por otra parte lógico en diciembre y a primera hora de la mañana. Sin llegar a ser tan fea como la de Dublín por la que corrí hace pocos meses, la verdad es que en estas condiciones no se disfruta como supongo que sí se disfrutará en verano.

Al volver al hotel, recogemos y ponemos rumbo hacia nuestro destino final del día, que será Reggio Calabria. Eso sí, por el camino pensamos hacer unas paradas. La primera de todas, sin salir de Palermo, es el palacio de la Zisa. Otro Palacio normando construido con influencias árabes. Es pequeño, pero también es de esos edificios en los que te transportas a la época en la que estaban habitados. Además, estábamos solos, lo cual es otra de las ventajas de viajar en invierno: nos evitamos todos los agobios que es de esperar que se encuentren en los sitios turísticos que vas visitando.



Tras esto, salimos de Palermo, una ciudad que, de una forma distinta a Catania, también me ha gustado mucho. Sin duda es muy monumental. Tal vez con menos personalidad, pero más belleza.

Pensábamos parar en Bagheria para visitar Villa Palagonia, pero creo que con buen criterio decidimos continuar, para no ir apurados de tiempo en nuestro siguiente destino: Cefalú. Es un pueblecito que se asoma al mar, pero cuyas calles tienen un gran encanto. Además, al otro lado de las playas y acantilados que la limitan se encuentra un risco, por lo que da la sensación de ser una población encajonada entre el mar y la montaña. Tras aparcar, fuimos andando por la calle principal hasta llegar a la plaza de la Catedral. Es un edificio enorme, bastante bonito por fuera (además, el tener la montaña al lado realza la imagen).


Lo cierto es que por dentro nos decepcionó, pero posiblemente tras ver el día anterior la catedral de Monreale cualquier catedral del mismo estilo nos hubiera decepcionado. Y la verdad es que la de Cefalú es casi una copia, pero más modesta. Podríamos decir que es como de un pueblo de pescadores, que es lo que era Cefalú. La diferencia principal es que era mucho más luminosa. El conjunto hace que las sensaciones que tienes en Monreale no se repitan aquí.


En la plaza lucía un sol muy agradable. Tuvimos que pararnos allí un rato para arreglar el objetivo de la cámara, y cuando nos pusimos en marcha fuimos hasta el final de la calle principal. Al lado estaba ya el mar, en una zona rocosa, sin playa. Estuvimos un rato haciéndonos fotos, puesto que el paisaje era precioso y el sol hacía que la temperatura fuera ideal.


Al cabo del rato toca continuar para no llegar muy tarde al hotel. Hemos comido unos panini (la comida oficial de este viaje, puesto que casi todos los días los pedimos para ahorrar tiempo en las horas centrales de la jornada) en un restaurante del pueblo y continuamos nuestra ruta, sin más paradas hasta llegar a Messina. Allí damos unas cuantas vueltas hasta encontrar la zona en la que embarcan los coches hacia Calabria. Lo más "entretenido" ha sido cuando hemos llegado al puerto. Hay una especie de circuito de scalextric, que tienes que atravesar para llegar hasta el embarque. A mitad del circuito hay un puesto en el que, por lo visto, se compran los billetes. Pero nosotros, que íbamos apurados de tiempo para coger el siguiente barco (salen cada 40 minutos), viendo que ningún coche paraba en la garita, tampoco paramos. Al llegar al embarque vemos que la gente enseña sus billetes (seguramente ya los tendrían adquiridos, o tendrían bonos, algo lógico teniendo en cuenta que mucha gente vive a un lado del Estrecho de Messina y trabaja en el otro). Claro, nosotros no teníamos nada, así que tuvimos que volver al principio a comprarlos. Pero viendo que nos obligaban a hacer todo el circuito, y que parecía haber cola, hemos decidido "tomar un atajo" hasta la zona de compra de billetes. De hecho, lo que hemos hecho es salir a una zona en sentido contrario, así que hemos tenido que volver a hacer otra "pirula" para llegar al sitio correcto, comprar los billetes e ir rápido al embarque. ¡Menuda odisea!

El trayecto ha transcurrido sin problemas, y una vez en la Italia peninsular nos hemos ido al hotel. Estábamos cansados, pero María, la amiga de Mery que se casa mañana, nos ha invitado a cenar en un restaurante. Así que nos arreglamos un poco y vamos a su pueblo (Gallina, muy cerquita de Reggio Calabria) para cenar con ella, con su novio (por pocas horas) Nunzio y con algunos amigos. Mery estaba muy emocionada: se reencontraba con algunas de sus mejores amigas y con la tierra que la acogió un verano hace ya 13 años. No podía borrar la sonrisa de su cara, a pesar del cansancio que ya se iba acumulando en nuestros cuerpos.



Finalmente nos hemos vuelto al hotel: ¡mañana tenemos boda!

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