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Sur de Italia (III): Agrigento, caminando entre templos griegos

Hoy decíamos "hasta la vista" a Catania. Y no adiós, ya que el próximo domingo regresaremos, aunque sea fugazmente, para coger el vuelo de regreso a España.

Como todas las despedidas fue triste, así que el cielo se puso a llorar. Pensamos que se pasó, porque cayó un aguacero importante. Menos mal que por aquí los chaparrones parece que duran poco y, cuando fuimos al coche después de haber desayunado y habernos despedido de los amables dueños del b&b, ya estaba parando.

Pusimos rumbo al oeste, en dirección Agrigento. Pese a ser un recorrido de poco más de 150 kilómetros, se hace muy largo debido al estado de las carreteras en la isla, con continuos cortes y mal asfaltadas. Durante estos días me estoy prometiendo a mi mismo no volver a criticar la gestión de la DGT española.

Llegamos a Agrigento y, pese a que la zona monumental principal (el Valle de los Templos) ya era anunciada desde más de 60 km de distancia, una vez que llegas allí no está muy claro donde está la entrada, donde hay que aparcar, etc. Todo muy caótico. Finalmente aparcamos en un camino junto a uno de los parkings de la zona. Cuando llegamos a la entrada, aquello parece un pueblo fantasma. Era una sensación parecida a la que tuvimos el día anterior en la Neápolis de Siracusa. Había numerosos chiringuitos montados allí, cuya función debería ser la de vender merchandising, comida, bebida, los billetes de entrada... pero todos estaban cerrados y no había nadie para decir qué había que hacer. Finalmente vemos un cartel que indica la entrada, pero el camino al que conduce solamente nos pasa por un túnel al otro lado de la carretera. Tras andar unos metros, empezamos a ver carteles que nos confirman que no nos hemos perdido y estamos andando por el medio del campo. Eso sí, ya hemos entrado en el Parque y nadie nos ha pedido dinero ni nos ha dicho cómo comprar los tickets.

El Valle de los Templos de Agrigento es una zona arqueológica llena de templos griegos. Agrigento era una de las "polis" griegas, y los restos aquí hallados se encuentran entre los mejor conservados de esta civilización. Para un amante de las culturas de la antigua Grecia y de la Roma clásica, un auténtico lujazo.

Empezamos la visita con el templo de Castor y Pólux, los Dióscuros, para continuar después con el de Zeus Olímpico, realmente gigantesco pero totalmente derruido.


Para continuar la visita había que cruzar la carretera y ahí, en el otro lado, por fin nos dijeron que teníamos que pagar. En mi opinión está un poco mal organizado.

Tras haber pagado religiosamente, continuamos la visita con el templo de Heracles.


El siguiente templo, el llamado de la Concordia (aunque es un nombre moderno, pues no se sabe a qué estaba dedicado en la época griega) es el mejor conservado. Realmente, no le falta casi nada de cómo era originalmente, cuando lo miras parece que estás en la antigua Grecia. El motivo del excelente estado de conservación para los siglos que han pasado es que fue convertido en una iglesia, por lo que no fue devastado como el resto de templos para buscar materiales de construcción en épocas posteriores.


El recorrido acaba en el Templo de Juno.


Tras eso, media vuelta, a deshacer el camino. Algo que me sobrecogió es que en todo el tiempo que estuvimos en el Valle (unas 3 horas) apenas nos cruzamos con casi nadie. Quiero pensar que en verano la situación cambia y la zona está llena de gente, pero me dio mucha tristeza pensar que una maravilla como ésta se encuentra en tal estado de abandono, sin que prácticamente nadie quiera visitarla.

Cogimos en coche y pusimos rumbo a Palermo, donde teníamos el hotel esta noche. Las malas sensaciones de la mañana se vieron multiplicadas en este tramo, puesto que continuamente tuvimos que pararnos por las obras que se están realizando en la carretera. Definitivamente, conducir en Sicilia es un auténtico infierno.

Y si en las carreteras la conducción no es agradable, en Palermo aún menos. La definición de ciudad caótica le encaja perfectamente: llena de coches, motos y peatones, nadie respeta a nadie y es una ciudad sin ley circulatoria. Tras sufrir durante un buen rato para acercarnos al centro, donde estaba nuestro hotel, resulta que nos lo pasamos al llegar a la calle en la que está. Y resulta que la calle es de un solo sentido, y para volver al inicio hay que dar una vuelta enorme. Así que finalmente logramos regresar tras pasar más de media hora callejeando de nuevo por la ciudad. Esta vez fuimos muy despacio y paramos en una calle lateral (con tan buena fortuna que encontramos un aparcamiento gratuito). Resulta que el hotel, pese a ser un 4 estrellas, apenas está anunciado.

Finalmente, nos metimos en la habitación (tras subir a nuestro quinto piso en un ascensor con varias décadas de solera) y nos preparamos para descansar. Estábamos tan cansados que, pese a querer ver un programa de Roberto Benigni (era la segunda parte de su monólogo sobre los 10 mandamientos, la primera se había emitido el día anterior con gran éxito), nos quedamos dormidos enseguida. Mañana toca visitar Palermo.

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