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Ciudades imperiales (VI): Budapest y sus aguas termales

Nos despertamos en nuestro flamante apartamento (el único que hemos cogido en el viaje) y salimos pronto para unirnos a una visita guiada gratuita de la ciudad de Budapest. Estas actividades se están poniendo muy de moda últimamente, y son una interesante forma de conocer la ciudad. Pese a ser gratuita, al final "pagas" lo que consideras que ha valido. En nuestro caso la guía, una húngara que hablaba muy bien el castellano, lo ha hecho muy bien, así que se ha merecido que le demos bastantes florines.

El recorrido comienza en la Plaza Vorosmarty, donde nos explica en qué va a consistir la visita. Nos acercamos al Danubio, desde el que nos explica las vistas de la otra orilla.



Budapest está compuesto por la unión de las ciudades de Buda (en la orilla opuesta del Danubio) y Pest (donde nos encontramos).

El recorrido contina por la Plaza de Erzsebet, que en húngaro quiere decir Isabel. Efectivamente, debe su nombre a la emperatriz Sisi. Debido a su espíritu libre, nos resultó curioso que mientras que en Viena parecía que la consideraban demasiado rebelde, en Budapest era como un símbolo de esa rebeldía y ansias de libertad que sentiría la parte húngara, al pertenecer la mayoría del poder del imperio a la parte austriaca. En cualquier caso, la plaza ya nos empieza a resultar familiar, puesto que fue ahí donde nos bajamos del metro Deak Ferenc ter anoche para llegar al apartamento.



La siguiente parada es la catedral de Budapest: la basílica de San Esteban. Solo la vemos por fuera, así que nos la apuntamos para visitarla cuando hayamos terminado la visita guiada y estemos dando una vuelta por nuestra cuenta. Es de estilo neoclásico, terminada de construir en el siglo XX.



En los alrededores vemos tiendas de helados en los que hacen cucuruchos, poniendo el helado en forma de rosa en lugar de esférica, y la verdad es que nos quedamos con ganas de comprarnos uno. ¡El calor está apretando a estas alturas de la mañana!



Seguimos caminando con el grupo hasta la Academia Húngara de las Ciencias, de donde nos explica la guía que han salido los mayores talentos del país. También nos enseña en este momento algunas palabras en húngaro. Comenta de forma jocosa lo fácil que es el idioma, pero la verdad es que a nuestros oídos no resulta nada sencillo.



Tras ello, nos dirigimos hacia Buda, cruzando el Puente de las Cadenas, el más famoso de la ciudad y primer puente permanente sobre el Danubio de la historia. Yo voy pensando que mañana cuando salga a correr tengo que cruzarlo para correr un rato por Buda.



Al llegar a la otra orilla nos toca dar una pequeña caminata cuesta arriba para subir hasta la entrada del Castillo de Buda. Del castillo original no queda apenas nada; en su lugar hay un Palacio del siglo XVIII de estilo barroco.



Desde esta elevación las vistas son muy bonitas, al igual que un rato después veremos desde el Bastión de los Pescadores. Al fondo se distingue perfectamente el Parlamento húngaro, tal vez el edificio más representativo de la ciudad.



Tras callejear un poco por esta zona y ver desde las alturas la zona de Buda, que nuestra guía nos comenta que es más residencial que Pest (se intuyen muchas más zonas verdes, en contraposición a Pest, que parece que ha quedado más enfocada al turista), llegamos a la iglesia de Matías (que no San Matías como pensábamos erróneamente, puesto que ese nombre no oficial lo recibe por el rey Matías Corvino, que ayudó a restaurarla). Es una pequeña joya en la que destaca sobre todo su tejado. La guía nos comenta que las tejas son de una fábrica de Budapest que les da ese toque tan característico, que se puede ver también en otras iglesias y edificios que usan las tejas de la misma fábrica (por ejemplo el mercado de Budapest).



En este punto terminamos la visita guiada y nos vamos por nuestra cuenta al vecino Bastión de los Pescadores, que es una terraza-mirador desde la que se disfrutan las mejores vistas de Pest, contando con siete torres, una por cada una de las tribus magiares que llegaron a Europa desde Asia para fundar la nación húngara.



Tras coger un autobús y un tranvía llegamos al mercado a tiempo para poder comer algo antes de que cierre a mediodía (no abre ni esta tarde ni mañana domingo). Nos han recomendado comer algo en alguno de los puestos de la planta alta, así que es lo que hacemos. Probamos unos langos (que es una masa como la de los churros con forma de pizza y al que se le añade salsa, queso y otros ingredientes al gusto) y la verdad es que nos gusta mucho. Los langos son uno de los descubrimientos culinarios del viaje.



A las 4 de la tarde tenemos compradas las entradas para la visita al Parlamento, así que pasamos un rato por el apartamento a descansar, que la semana de turismo ya va haciendo mella.

El Parlamento es un edificio muy bonito y majestuoso por fuera, así que pensé que la visita al interior podría decepcionar. Pero nada más lejos de la realidad. El interior es aún más impresionante. Está claro que cuando lo construyeron no repararon en gastos. El lujo y la ornamentación que se ve deja impresionado al visitante.



Tras esta visita volvemos a pasar por el apartamento para coger nuestros bañadores, ya que el final de la tarde lo vamos a dedicar a relajarnos en una de las termas más famosas de Budapest, las Szechenyi. La ciudad es recorrida por numerosas aguas subterráneas, así que cuenta con varios baños termales.

Al llegar a las 7 de la tarde, las piscinas interiores ya están cerradas. Pero las exteriores no, y es una experiencia muy placentera pasar casi tres agradables horas allí. Estar en el agua caliente mientras fuera hace frío y empieza a oscurecer no tiene precio.



Además, estas termas son muy famosas porque es habitual ver a gente jugando al ajedrez en las piscinas. Este juego es muy popular en Hungría. Así que tuvimos la suerte (al menos yo, que soy más aficionado al ajedrez) de seguir como espectadores algunas partidas.



Al caer la noche decidimos que es hora de salir de las piscinas e irnos a cenar. La lástima es que el móvil de Mery, que había metido en el agua dentro de una funda protectora, se ha mojado y empieza a fallar, hasta que definitivamente se apaga. Eso nos estropea un día que estaba siendo muy entretenido.

Cenamos en los alrededores del parque en el que se encuentran las termas, en el restaurante Paprika, muy acogedor y con una bonita decoración tradicional. Yo no dejo pasar la ocasión de tomarme un delicioso gulash bien caliente. Aunque por lo visto el gulash más típico de Hungría es un caldo con la carne dentro, yo prefiero la versión que es un estofado de carne. En cualquier caso, está muy rico. Mery cena medallones de cerdo (Magyaros szűzérmék) con verduras y patatas.


Tras hacer unas últimas fotos nocturnas al cartel iluminado de Budapest que se encuentra en la Plaza de los Héroes, cogemos el metro y nos volvemos a nuestro apartamento a descansar. Como nos suele pasar en casa, el ir a la piscina acaba dejando una sensación de enorme agotamiento.


Nos habíamos dejado por la mañana pendiente el visitar la catedral. Aunque a estas horas obviamente está cerrada, nos pasamos por allí para verla iluminada.


Y con esto termina nuestro día. Budapest no nos ha decepcionado, lo que es mucho teniendo en cuenta las altas expectativas que teníamos. El día ha sido muy completo, considero que ha sido un acierto ir al balneario, puesto que ha sido una experiencia distinta y muy representativa de la ciudad.

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