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Ciudades Imperiales (IV): Viena, ciudad monumental

Nuestro primer destino en Viena es el Parlamento austriaco. Se encuentra en pleno Ring (es el conjunto de calles que delimitan el centro histórico, y todas tienen en su nombre el lexema Ring, de anillo)



De momento nos dedicamos a ver por fuera los edificios. Aunque el día no acompaña (está nublado y amenaza lluvia) los edificios son todos grandiosos. Como muestra, el ayuntamiento (Rathaus), de estilo neogótico.



Enfrente del ayuntamiento se encuentra otro edificio imponente: el Burgtheater, el Teatro Nacional de Austria.



Nuestro siguiente destino es la Iglesia Votiva (Votivkirche). Construida en estilo neogótico durante el siglo XIX, es un templo de gran belleza. La lástima es que está en restauración, con lo que parte de la fachada está tapada.



Al salir de la Iglesia Votiva empieza a caer una lluvia muy fuerte, llegando a convertirse en granizo. Las inclemencias meteorológicas no nos permiten disfrutar de la Universidad, que se encuentra en las inmediaciones.



Cuando la lluvia amaina, nos acercamos a la estación de metro y cogemos uno hasta la Catedral de San Esteban. La zona cercana está en obras, pero podemos disfrutar del imponente edificio y visitamos el interior (únicamente la parte gratuita). De esta catedral es famosa la campana mayor, que se encuentra en la cúpula de la torre sur. Su nombre es Pummerin (aunque la actual es una réplica de la original, que se quemó en 1945). Pummerin se construyó fundiendo los cañones que los turcos dejaron al levantar el sitio de la ciudad en 1683. Además de Pummerin, ese sitio dejó para la leyenda el nacimiento del croissant, creado por los panaderos vieneses en burla a la media luna del ejército otomano.



Antes de comer nos damos un paseo por Stephansplatz, que se encuentra en obras. La mayoría de la zona centro la encontramos con bastantes obras, habrá que volver en otra ocasión para admirarla en plenitud.



Paseamos también por la calle Graben, donde nos fotografiamos junto a la Pestsäule, columna barroca levantada para celebrar el fin de la peste de 1679, una de las últimas que azotó a Europa.



En la zona también se encuentra la Iglesia de San Pedro (Peterskirche), también de estilo barroco. Están ensayando cantos cuando entramos. Está claro que Viena es una ciudad donde reina el barroco. Aunque Mery siempre manifiesta que no es uno de sus estilos preferidos, por mi parte tengo la teoría de que todos los estilos pueden dejar obras incomparables (y otras muy prescindibles), así que estoy disfrutando del barroco en esta ciudad.



Llega el momento de reponer fuerzas y vamos a Gasthaus Pöschl, donde comemos el típico Wiener Schnitzel (escalope vienés) y previamente una frittatensuppe (sopa típica austríaca que consiste en un caldo de ternera con crepes cortados a tiras en forma de fideos). La comida no está mal, pero es cierto que el famoso Wiener Schnitzel no deja de resultarnos un escalope sin más.



Tras la comida, cogemos el metro hasta Karlsplatz. Nos acercamos a la famosa Ópera de Viena (Wiener Staatsoper) y cogemos entradas para la obra del día (nada menos que Parsifal) por 4 euros. Es un truco que hemos visto por internet. La explicación del bajo precio (las entradas normales son carísimas) es que la ubicación es en el parterre, que se encuentra frente al escenario, detrás de la zona de butacas, pero donde tienes que estar de pie. Tengo que reconocer que el inicio es muy emocionante, estar viendo y escuchando Parsifal en la Ópera de Viena... pero al cabo de una hora de estar de pie, te empiezas a cansar. Cuando llega el final del primer acto decidimos que ya está bien de Parsifal y que mejor nos vamos a seguir dando una vuelta que quedarnos varias horas más de pie hasta que acabemos aborreciendo a Wagner.



Está empezando a anochecer, pero lo primero que hacemos es pasear por los alrededores del museo de la Albertina para desentumecer las piernas.



Pasamos por la Iglesia de los Agustinos, donde están justo terminando el oficio religioso. En esta iglesia se casó Napoleón Bonaparte con la archiduquesa Maria Luisa.



La puerta de entrada de la iglesia está en Josefplatz, donde también está la entrada a la Biblioteca Nacional.



Seguimos andando hasta Michaelerplatz, otra zona muy monumental. Entramos en la Kirche St. Michael, de estilo románico y una de las iglesias más antiguas de Viena. Después, cruzamos el recinto del Palacio Hofburg, el más grande de Viena. Este palacio fue la residencia de los emperadores austriacos y austrohúngaros.



Ya de retirada hasta nuestro barrio, cogemos el tranvía 1 hasta el ayuntamiento, el cual vemos iluminado. Está magnífico.



Cenamos en Centimeter, buscando las típicas salchichas (würstel). Tomamos una cenita ligera, consistente en una centimeter burger y unas berner würstel con agua y cerveza de la casa. Aunque el Centimeter no deja de ser una cadena de restaurantes, lo cierto es que me siento a gusto aquí, como en una típica taberna vienesa.


Ya solo nos queda irnos a nuestra residencia a descansar. Creo que a Viena le queda perfecto el título de ciudad monumental. De hecho, tras pasar por nuestra adorada y mágica Praga pensábamos que Viena nos decepcionaría. Y posiblemente es una ciudad mucho más fría, pero también me ha gustado muchísimo esa grandeza histórica que respiran sus calles y sus monumentos. Sí, desde luego Viena no me ha decepcionado para nada (eso sí, prometo que la próxima vez que vea Parsifal, será en una butaca lo más cómoda posible).

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