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De viaje por el Báltico (VI): Primer día en Riga

Esta mañana nos hemos despertado con un solazo impresionante. Nada más levantarnos nos hemos asomado a una de las ventanas del apartamento, la que tiene las mejores vistas. Desde ella podemos ver parte de la torre de la iglesia de San Pedro. No está tan cerca como teníamos la de San Olaf en Tallinn, pero también es una buena vista.



Tras desayunar y arreglarnos hemos salido del apartamento y nos hemos dirigido a la iglesia luterana de San Pedro (la que se ve desde nuestra ventana). Es uno de los edificios medievales más antiguos que existen (aparece en documentos de 1209) y es Patrimonio de la Humanidad. Está dedicada al patrón de la ciudad.


Al entrar hemos decidido visitar primero la torre y después la iglesia. Así que hemos pagado la entrada y hemos subido en ascensor los 72 metros que nos separaban del mirador.

Al llegar arriba nos ha sorprendido muchísimo encontrarnos con una lluvia bastante fuerte, viento y un bajón de temperatura de varios grados. ¿Cómo es posible que haya pasado en apenas unos minutos?

Las vistas desde la torre son increíbles, tenemos a nuestros pies toda la ciudad. Pero se nos ha hecho un poco desagradable lo de tener que estar mojándonos y pasando frío. No llevábamos nada de abrigo. ¿Quién pensaba en eso saliendo a la calle con un sol espléndido?


Una vez rodeado todo el mirador hemos bajado de nuevo para visitar la iglesia. Es de estilo gótico y está construida en ladrillo rojo. La sobriedad parece ser la característica común de este tipo de templos en los países bálticos.


Al salir a la calle ya no llovía. Así que hemos cruzado la calle para llegar a la plaza del ayuntamiento. Es uno de los lugares más bonitos de la ciudad, pues en él se agrupan un buen número de monumentos: la casa Schwab (oficina de turismo), la Hermandad de los Cabezas Negras (igual que en Tallinn), el Ayuntamiento de Riga, el Museo de la Ocupación de Letonia y, en el centro de la plaza, la estatua de Roland (legendario personaje medieval que fue caballero de Carlomagno y se convirtió en el símbolo de la lucha de las ciudades por independizarse de la nobleza local). Esta estatua se erigía en todas las ciudades que fuesen miembros de la Liga Hanseática y era un símbolo de la paz, la justicia y la libertad. Además, aunque no esté dentro de la plaza, también podemos ver desde ella la iglesia de San Pedro. Os dejo una panorámica para que os hagáis una idea.


Riga es una ciudad llena de edificios bonitos, como el del Museo de la Historia de Riga y de la Navegación.


Muy cerca de este edificio hemos encontrado la catedral luterana de San Jacobo, sede del arzobispado de Riga. De este edificio del siglo XIII no hemos podido ver más que el exterior, ya que todavía no estaba abierta. Así que hemos seguido con el recorrido que nos habíamos marcado.


Así que hemos ido a ver los "Tres Hermanos". Se trata de tres casas contiguas, aunque construidas en distintos momentos. La casa más antigua es la blanca, que data del siglo XV y es la vivienda más antigua de Riga, aunque también fue utilizada como panadería. La casa amarilla adquiere su aspecto actual en el siglo XVII. En su interior, de madera, se encuentra el Museo de Arquitectura. Por último, la casa verde es del siglo XVIII.


Después de echar un vistazo a tan singulares construcciones, nos hemos acercado a la Puerta Sueca. Es la única que se conserva de las ocho que poseía la ciudad. Es fácil ver a una gran cantidad de turistas en los alrededores de esta puerta, ya que se dice que traspasarla da buena suerte.


Muy cerca de la puerta está la Torre del Polvorín. Es la única torre que de conserva de las 18 que formaban la defensa de la ciudad. La torre alberga un museo militar, que se extiende también al edificio contiguo. En él se exponen colecciones sobre las guerras que han sacudido el país a lo largo de la historia.  


Volviendo hacia el centro nos hemos acercado a ver uno de los edificios más conocidos de la ciudad: la Casa de los Gatos. Se trata de un edificio de estilo Art Nouveau, construido en 1903 por el mercader letón Friedich Scheffel. Según cuenta la leyenda, el propietario mandó poner en el tejado dos gatos con el lomo arqueado y mirando hacia el Gran Gremio como señal de disconformidad por la negativa de dicha asociación a admitirlo (ya que sólo entraban comerciantes alemanes y él no lo era). Años más tarde, y tras una larga batalla legal, el mercader consiguió que lo aceptaran y cambió los gatos de posición.


Al lado de la casa de los gatos se encuentra la plaza Līvu, donde se encuentran algunas de las antiguas casas de comerciantes y artesanos del siglo XIX. Aparte de los bellos edificios que acabo de mencionar, esta plaza también tiene como atractivo el ser una de las zonas con más ambiente de la ciudad, debido a la cantidad de bares y terrazas que tiene. 


Con semejante paseo se nos ha hecho la hora de comer, así que hemos ido al apartamento. Hemos decidido irnos en el momento justo, pues nada más llegar ha caído un fuerte chaparrón. Afortunadamente no nos ha pillado en la calle, pero solo por unos minutos. Después de comer hemos visto que seguía lloviendo, así que hemos decidido descansar un ratito antes de volver a salir a la calle.

Para salir por la tarde he decidido coger un jersey, ya que (viendo lo cambiante que está el tiempo) seguro que en algún momento me haría falta.

Nuestra primera parada de la tarde ha sido el Teatro de la Ópera Nacional y los jardines que hay enfrente.


Siguiendo nuestro camino llegamos hasta el Reloj Laima. Este reloj ha sido un punto de encuentro desde que se colocó en 1924. No tenía un fin decorativo, sino práctico. Servía para que los trabajadores de la época no llegasen tarde al trabajo (hablamos de un momento en el que no todo el mundo podía disponer de un reloj personal). El nombre de este reloj se debe a la marca de chocolates Laima, cuyo logotipo apareció en el reloj durante los años 30.


Enfrente del reloj se encuentra el Monumento a la Libertad. Este monolito de 42 metros de altura fue pagado y levantado por los habitantes de Riga en 1935 sobre el lugar que ocupaba una estatua de Pedro El Grande.  Este monumento, dedicado a la memoria de la independencia de Letonia tras la I Guerra Mundial, está coronado por una figura femenina (conocida como Milda) que alza tres estrellas doradas en representación de las tres regiones culturales de Letonia: Vidzeme, Kurzeme y Latgale.
Durante la época de ocupación soviética había una broma popular que decía que este monumento era, en realidad, una agencia de viajes, ya que todo el que depositara flores a sus pies tendría asegurado un billete de ida a Siberia.


Continuando con nuestro itinerario llegamos a la catedral ortodoxa de la Natividad de Cristo, de estilo neobizantino.



El interior es muy similar, en cuanto a símbolos e iconos, a otras iglesias ortodoxas de las que hemos visitado en este viaje. En ésta no nos dejan hacer fotos y tenemos a un vigilante todo el rato detrás para asegurarse de que no sacamos la cámara, así que tengo que conformarme con hacer una desde la puerta cuando salíamos.


Al salir de la iglesia hemos visto unas nubes negras que amenazaban lluvia en pocos minutos. Y así ha sido: nos ha caído un chaparrón bastante fuerte y hemos tenido que resguardarnos en los soportales de una tienda durante un buen rato.

Cuando hemos podido salir sin riesgo de mojarnos demasiado, hemos ido hasta la iglesia de Santa Gertrudis, de 1413. Estaba cerrada, así que nos hemos tenido que conformar con ver su bello exterior.


Como empezaba a llover otra vez, hemos decidido aprovechar ese rato para ir al Skyline Bar del hotel Radisson Blu. Es un bar situado en el piso 26 de este hotel, con unas vistas impresionantes de toda la ciudad. Nos hemos pedido un par de riquísimos batidos y nos hemos sentado al lado de los ventanales para disfrutar de la excelente panorámica.


Como llevábamos observando casi todo el día, en cuestión de minutos ha dejado de llover y ha vuelto a salir el sol. Así que hemos terminado nuestras bebidas y nos hemos dirigido a la zona del Art Nouveau. Las dos calles principales de esta zona son las calles Alberta y Elisabetes, aunque todas las de la zona esconden algún tesoro arquitectónico.


Recorriendo estas calles hemos llegado hasta el Río Daugava. Paseando por su orilla hemos llegado hasta el monumento "Lielais Kristaps".

Según una antigua leyenda, en el siglo III había un hombre llamado Ofero que vivía en una pequeña cabaña a orillas del río Daugava. Este hombre era muy alto y fuerte, y se dedicaba a transportar a la gente de un lado a otro del río.

Una noche de tormenta, Ofero escuchó a un niño llorar. Este niño le pidió que le llevase a la otra orilla. Ofero puso al niño sobre su hombro y se dispuso a llevarlo al otro lado del río. Hacia la mitad del camino, el niño empezó a pesar cada vez más, tanto que Ofero apenas pudo llegar a la otra orilla. Pero finalmente consiguió poner al niño a salvo. El niño se reveló como Cristo, y le explicó que él era tan pesado porque llevaba el peso de los pecados del mundo sobre sí mismo. Entonces, Ofero fue bautizado con el nombre de Kristaps (que significa "portador de Cristo").

Cuando Kristaps llegó a su casa encontró un gran cofre con monedas de oro. Hasta su muerte, utilizó ese dinero para fundar la ciudad de Riga.

La estatua que podemos ver es una réplica de la original, erigida en 1682. Esta imagen me ha recordado enormemente a las representaciones de San Cristóbal que he visto en muchas iglesias. Posiblemente se trate del mismo personaje. 


Muy cerca de este monumento hemos encontrado la iglesia anglicana del Salvador. Se trata de un pequeño templo neogótico que se construyó en 1857 con las aportaciones de los mercaderes británicos. Los ladrillos fueron transportados desde Gran Bretaña, e incluso se extendió una capa de tierra británica para construir la iglesia sobre ella. Es el único lugar de culto anglicano de toda Riga.


Como ya se estaba haciendo tarde y cada vez había menos luz, nos hemos ido de nuevo hacia la zona más céntrica. Esta vez hemos pasado por la parte trasera de la iglesia de San Pedro, donde se encuentra la estatua de los Músicos de Bremen. Pero, ¿qué pinta una estatua de estos personajes en Riga? La explicación es fácil: la capital letona fue fundada en 1201 por Albrecht von Buxthoeven, un obispo procedente de Bremen, y la localidad alemana le regaló esta escultura a Riga en 1990 como muestra de su buena relación como ciudades hermanadas.

Dice la tradición que si se frota el hocico del burro y se pide un deseo, éste se cumple.


Desde aquí nos hemos ido a cenar al apartamento y después hemos salido a pasear un rato. Primeramente nos hemos dirigido a la plaza  Līvu, que a Julián le ha gustado cuando hemos pasado por la mañana. 


Después de callejear un rato por la zona centro, hemos vuelto a la plaza del Ayuntamiento, uno de nuestros rincones favoritos de la ciudad.


Y con la bella imagen de esta plaza iluminada hemos vuelto al apartamento. Ahora nos vamos a dormir, que tenemos que reponer fuerzas para seguir conociendo la ciudad durante el día de mañana.

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