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De viaje por el Báltico (I): Helsinki

Nuestro viaje de este verano empezamos a planearlo de una forma y, poquito a poco, fuimos añadiendo sitios para visitar y conseguimos organizar un gran viaje. La idea inicial era ver Tallinn (ciudad que me enamoró cuando la vi por primera vez en la tele, con motivo de los preparativos del festival de Eurovisión, que en 2001 se celebraba allí), pero con el famoso "ya que estamos...", al final visitaremos 5 ciudades, cada una en un país distinto. 

Nuestro primer destino ha sido Helsinki. Habíamos cogido un vuelo a la capital finlandesa para poder conocer la ciudad, aunque sólo podríamos estar un día. 

Nuestro vuelo (de Finnair) ha salido de Madrid a las 21:35 y hemos llegado a Helsinki a las 02:50 de la madrugada. A esas horas, poco se puede hacer en un aeropuerto. Habíamos comido algo antes de embarcar, y en el vuelo nos habían dado un aperitivo, así que, con el hambre saciada y todas las tiendas del aeropuerto cerradas, decidimos descansar un rato y dar una cabezadita hasta que salieran los primeros autobuses de la mañana rumbo al centro de la ciudad. La verdad es que esas pocas horas de sueño nos sirvieron para afrontar el duro día con más fuerzas.


A eso de las 6:30-7:00 de la mañana hemos cogido un autobús (de Finnair City Bus, que nos ha costado 6,30€ por persona) y en unos 35 minutos nos ha dejado al lado de la estación central de trenes. Hemos entrado a la estación para dejar nuestras maletas en la consigna (ya que en Helsinki no tenemos hotel) y empezar nuestro día de turismo. 

Hemos salido por un lateral de la estación y, en pocos pasos, hemos llegado al Parlamento de Finlandia. Hemos pasado unos minutos admirando este edificio, representante del clasicismo nórdico de los años 20. 


Siguiendo nuestro paseo hemos llegado al Museo Nacional de Finlandia. La exposición permanente del museo recorre la historia del pueblo finlandés desde la prehistoria hasta nuestros días.


Es un edificio muy bonito, lástima que las obras nos hayan impedido disfrutar de su fachada en todo su esplendor. 


Como nos pasa en la mayoría de los viajes, no podemos dedicar tiempo a ver museos, pues cada uno de ellos se lleva un buen rato y no podíamos permitírnoslo, dado que nos quedaban muchas cosas por ver y no disponíamos de mucho tiempo. 

Tras rodear el edificio entero, cruzamos a la acera de enfrente para caminar por el parque Töölö (un paseo mucho más agradable que ir al lado de la carretera, escuchando el ruido de los coches). Es un parque muy tranquilo, donde hay un enorme lago. Nos ha sorprendido mucho que, a pesar de lo pronto que era (aproximadamente las 8 de la mañana), estaba lleno de gente corriendo, en bicicleta, paseando a sus perros, etc. Además, la temperatura era de lo más agradable. Sin duda, un buen sitio para habernos quedado un rato, de haber llevado más tiempo. 


Al final del parque se encuentra el estadio olímpico, que es uno de los monumentos más famosos de Helsinki y ha sido calificado como "estadio más hermoso del mundo". Aunque se construyó en 1938, el acontecimiento más destacado de la historia de este estadio fue la celebración de los Juegos Olímpicos de 1952. Lo más destacado llamativo del edificio es, sin duda, su torre. 


Muy cerca del estadio se encuentra la Ópera Nacional de Finlandia. Es un edificio muy moderno (finalizado en 1993) que no nos llamó nada la atención.


Desde este punto nos hemos dirigido al parque Sibelius. Nos hemos dado cuenta de que en Helsinki hay bastantes parques y que la gente disfruta mucho de ellos. Quizá porque, al ser un país frío, a los finlandeses les guste aprovechar cada rayo de sol haciendo actividades al aire libre. La verdad es que en éste también se estaba de lujo.


Lo más destacado del parque (al menos turísticamente hablando) es el monumento a Jean Sibelius, sinfonista finlandés. 


Aparte de esta singular escultura que representa la cara del artista, sin duda la imagen más conocida de este parque es la de la impresionante obra formada por tubos metálicos huecos, que se puede recorrer por su parte interior y crear sonidos en sus cavidades.


El que nos ha parecido el monumento más singular de toda la ciudad es la iglesia de Temppeliaukio, excavada en la roca.


Finalizada en 1969, atrae a propios y visitantes para admirar su originalidad y disfrutar de los conciertos que en ella se ofrecen, aprovechando la magnífica acústica que ofrecen las rocas que conforman sus paredes. 


Prácticamente al lado del que ha sido nuestro punto de partida a primera hora de la mañana, hemos llegado al museo de ciencias naturales. Tampoco lo hemos visitado, pero nos han llamado la atención los animales que adornan su fachada (sobre todo las jirafas del balcón).


Desde este lugar nos dirigimos al centro comercial Kamppi, donde compramos algo para desayunar (ya habían pasado bastantes horas desde nuestro último tentempié) y para comer más tarde.


Para ir a nuestro siguiente destino, hemos pasado por la fachada principal de la Estación Central de trenes (nuestro punto de partida esta mañana). La fachada está en obras, lo que nos ha parecido una pena, pues es una de las imágenes más conocidas de la ciudad por ser uno de los monumentos arquitectónicos más famosos de Finlandia. Unas enormes estatuas de piedra sujetan unos grandes faroles entre sus manos, pero ahora lo único que hemos podido ver es una enorme lona con una foto de la fachada y un cartel en el que los "gigantes" nos saludan desde su lugar de vacaciones. Aunque, para que os hagáis una idea, hemos tomado prestada una foto de la fachada original.


Al lado de la estación se encuentra uno de los rincones que más me ha gustado de la ciudad. Se trata de la Plaza de la Estación. Esta plaza está presidida por la estatua del escritor Aleksis Kivi, autor de la primera obra importante en lengua finlandesa (titulada "Seitsemän veljestä", que significa "siete hermanos"). 


En esta plaza se encuentran dos de los edificios que más me han gustado de la ciudad. Por un lado, detrás de la estatua de Kivi, el Teatro Nacional de Finlandia, que es el teatro más antiguo donde se han representado obras en finés.


En el lado opuesto, enfrente del teatro, el Museo de Bellas Artes o Ateneo. La fachada de este edificio está llena de adornos cargados de simbología. Me llamó la atención la frase en latín que aparece en su fachada: "Concordia res parvae crescunt" (mediante la concordia las cosas pequeñas crecen). También me gustaron los 3 bustos que adornan el primer piso de la fachada, dedicados a Rafael, Fidias y Bramante. 



Ya llevábamos un buen montón de horas pateando la ciudad, pero todavía nos faltaban muchas cosas por conocer, así que encaminamos nuestros pasos a la plaza del Senado, donde se encuentra la catedral luterana.

La verdad es que la vista nada más entrar a la plaza es impresionante: en lo alto de una escalinata de unos 45 peldaños encontramos este templo en forma de cruz latina y estilo neoclásico nórdico, adornado por doce enormes estatuas de zinc (tres en cada lateral) que representan a los doce apóstoles.


Esta catedral, de mediados del siglo XIX, fue construida en honor del Gran Duque Nicolás I, zar de Rusia. Por eso, hasta que Finlandia se independizó de Rusia en 1917, se llamó iglesia de San Nicolás. El interior impresiona mucho menos que el exterior ya que, como toda iglesia luterana, está decorada de una forma muy sobria.


Al salir de la catedral, vemos desde lo alto la plaza en todo su esplendor. Enfrente de la catedral está el Senado y, a los lados, los edificios "gemelos" del Ministerio de Hacienda y la Universidad de Helsinki. Mientras Julián graba un poco de vídeo, yo aprovecho para tomar algunas panorámicas.


En el centro esta plaza, inspirada en el estilo imperial de San Petersburgo, encontramos una estatua en honor al zar Alejandro II de Rusia, que fue quien hizo las reformas necesarias para dotar a Finlandia de mayor autonomía (cuando aún pertenecía a Rusia).


Y de una catedral nos vamos a la otra. Es el turno de visitar la catedral ortodoxa de Uspenski, la iglesia ortodoxa más grande de Europa occidental. Al igual que su "competidora" luterana, es de mediados del siglo XIX. Pero ésta no hemos podido visitarla, porque estaba cerrada.


Desde allí nos hemos dirigido a la Plaza del Mercado, que es una de las zonas más concurridas de la ciudad. Situada junto al mar, está llena de puestecillos de comida fresca (lo que más hemos visto era fruta, verdura y frutos secos). También hay numerosos cafés con terraza, donde la gente disfruta de la temperatura veraniega. En esta plaza, como su mismo nombre indica, se encuentra el mercado de la ciudad.


Sin duda, el rincón más conocido de la plaza es, justamente, su parte central, donde se encuentra la fuente Havis Amanda, que representa a una joven surgiendo del mar Báltico y que simboliza la ciudad de Helsinki y su nacimiento.


En uno de los laterales de esta enorme plaza empieza el parque Esplanadi: un paseo ajardinado en el que se respira un ambiente inmejorable. En el césped se congregan jóvenes, familias con niños, parejas... que juegan, cantan o, simplemente, disfrutan tumbados al sol. Éste fue el sitio que elegimos para comernos las cosas que habíamos comprado por la mañana, que nos supieron a gloria y nos dieron fuerzas después de tantas horas de pateo por la ciudad.


Después de comer (o, por la hora que era, casi merendar) y tumbarnos un ratito al sol, hemos vuelto a la estación central para recoger nuestras maletas. La verdad es que las taquillas de la estación nos han prestado un gran servicio durante todo el día (y por solo 3€). Con las maletas en nuestro poder, nos hemos acercado a la parada del tranvía para coger el número 9, que nos llevaría hasta la parada Rautatientori, la más cercana al puerto. Teníamos que coger el ferry que nos iba a llevar a nuestro siguiente destino. 

A las 7 de la tarde salió nuestro barco, el princesa María (Julián dice que cogió éste en mi honor, aunque creo que no es del todo cierto). Es un barco enorme, como todos los destinados a hacer cruceros. Por eso no era capaz de sacarlo en una foto. Al estar tan cerca y ser tan grande, sólo podía sacar un trozo. La solución rápida que se me ha ocurrido ha sido hacer una foto panorámica con el teléfono. Y sí, ha salido el barco entero, pero un poco deformado...


Una vez subidos en el barco, lo primero que hemos hecho ha sido ir a nuestro camarote a dejar las maletas. Como solo íbamos a pasar una noche en el ferry, hemos cogido uno de los más económicos, puesto que, como lo utilizaremos únicamente para dormir mientras llegamos a nuestro siguiente destino, preferíamos algo barato.


Después de reposar un momento, hemos salido a dar una vuelta de reconocimiento para conocer el barco.


En nuestro recorrido, hemos llegado a una de las cubiertas superiores, donde había un bar con muy buen ambiente. Allí hemos tomado un refresco para disfrutar del último rato de sol del día.


Como ya empezaba a refrescar, nos hemos bajado hacia nuestro camarote, no sin antes disfrutar de las vistas de la puesta de sol y la inmensidad del mar.


Tras unos momentos de reposo, nos hemos cambiado de ropa y hemos salido a cenar. Hemos elegido el restaurante que ofrecía buffet libre y, por 29€ cada uno, hemos podido disfrutar de la comida hasta hartarnos. No es un precio muy económico, pero es lo que tienen los barcos. Como tienes que comer/cenar en ellos, se aprovechan de la falta de competencia para subir los precios. En cualquier caso, no nos ha parecido excesivo.

Tras la cena nos hemos ido a dormir. Mañana nos espera una nueva ciudad, un nuevo país, y muchas cosas por visitar. Pero eso os lo contaremos en el siguiente post.

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