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Por tierras cátaras (III): Adentrándonos en la Historia... y en la Prehistoria

Hoy nos íbamos a acercar hacia los Pirineos, en dirección hacia el sur desde Toulouse. Retrocediendo en el tiempo, queríamos seguir las huellas de los cátaros en localizaciones como Mirepoix y Montsegur, así como remontarnos más atrás en el tiempo hasta las cuevas prehistóricas de Niaux.

Nuestra ruta comenzó en Mirepoix, que es una pequeña ciudad de carácter medieval, ya que en el siglo XIII tuvo que ser reconstruida debido a una crecida del cercano río Hers. Se ha conservado con prácticamente el mismo aspecto con el que quedó entonces.

En cuanto a los interiores, lo que más destaca es la Catedral de Saint-Maurice. Cuenta con una sola nave, pero de enorme amplitud. De hecho, es la nave más ancha de toda Francia. Los juegos de luces que se reflejan desde las vidrieras la convierten en una bonita postal si se tiene la maestría suficiente para encontrar una buena foto.

Los alrededores de la catedral están llenos de casas de maderas y diversos colores, soportadas por porches que dan nombre a la Plaza en la que se encuentran (Place des Couverts). Destaca principalmente la casa de los cónsules.

Tras salir de Mirepoix, continuamos hacia el sur, con los Pirineos siempre presentes.

Llegamos a la hora de comer a Foix, ciudad encajonada en un valle. La imagen que más destaca de la ciudad es el castillo que la vigila desde lo alto, pero también nos dio tiempo a dar un paseito por sus estrechas calles.

Desde allí fuimos hasta Niaux. A la salida del pueblo se encuentra una gruta del periodo Magdaleniense con famosas pinturas rupestres. Desde la entrada de la gruta hay unas vistas preciosas de todo el valle.

No está permitido hacer fotos en el interior, pero merece la pena por ver la enorme calidad de las pinturas realizadas, sobre todo teniendo en cuenta que debieron hacerse con los materiales de la época, la (escasísima) iluminación con la que podían contar dentro de la gruta y la postura que debían adoptar muchas veces los anónimos pintores.

Nuestra última parada, cuando ya empezaba a atardecer, fue la de la fortaleza cátara de Montsegur. Era una de las visitas que más ganas tenía yo de realizar, si no la que más, pues siempre me ha interesado la historia medieval, los castillos, las guerras religiosas y los paisajes bonitos. Y este enclave tiene todos esos ingredientes.

Tras la dura ascensión, impresiona llegar a la fortaleza y pensar en cómo tuvieron que vivir los cátaros aquí fortificados y asediados por las tropas francesas, en lo alto de esta montaña.

Como he dicho, además de la parte histórica, las vistas desde lo alto son preciosas y merecen por si solas la dura subida que hay que realizar.

Y si tienes la suerte, como tuvimos nosotros, de estar allí en la puesta de sol, podrás ver imágenes como ésta que pudimos contemplar nosotros.

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