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Omaña

Este fin de semana volvemos a hacer otra escapada; esta vez queremos mezclar un poco de turismo con bastante de relax. Nuestro destino es la comarca leonesa de La Omaña, y concretamente el pueblecito de La Omañuela, donde hemos reservado una casa rural para las noches de sábado y domingo, que cuenta con chimenea y jacuzzi.

Tras llegar el sábado por la mañana, dejamos todas las cosas y nos vamos a comer al pueblo de al lado, Pandorado. Allí destaca su iglesia, con un gran campanario.



Comemos en el restaurante Mesón Resthy.



Como hace fresco, nos apetece algo calentito. De primero me decanto por judías con jabalí, mientras Mery elige sopa. De segundo ella come chuletas de cordero y yo filetes de venado. De postre remato con una tarta casera de chocolate y galleta, y Mery se toma una tila, con la que le ponen unas pastitas. La comida está muy rica, y los dueños del restaurante están todo el rato muy atentos.


Volvemos a La Omañuela, donde damos un paseo por el pueblo. Es muy pequeñito, apenas una veintena de casas, de las cuales solo están habitadas actualmente 3 o 4. Por tanto, llegamos al final del pueblo en un suspiro. Allí se encuentra un coqueto puente sobre el río Omaña.



Al lado del puente se encuentra la iglesia parroquial, actualmente cerrada.



Cruzamos el pueblo, puesto que en el otro extremo arranca un sendero que, paralelo al río, llega hasta Guisatecha. Decidimos que nuestra excursión del día va a ser recorrer este camino.



En algunos tramos el camino está totalmente sepultado por las hojas que han caído de los árboles. La estampa es preciosa, aunque mentalmente tomo nota de que por aquí no puedo salir a correr la mañana siguiente, ya que en cualquier punto las hojas pueden esconder alguna piedra traicionera para la pisada.



Pero el recorrido es ideal para descansar tranquilamente y hacer alguna foto aprovechando el precioso paisaje.



Al final de nuestro recorrido el camino prácticamente se pega al río en algún punto. Damos media vuelta y volvemos a La Omañuela por el mismo sendero, cuando ya está empezando a anochecer.



En la casa rural nos espera nuestro jacuzzi. Aunque para llenarlo tenemos que aguardar un buen rato, merece la pena la espera.



El rato de relax con el agua caliente, las velas encendidas y la chimenea al lado del jacuzzi se pasa volando.




Al día siguiente nos levantamos y nos saluda nuestro amigo Pío, un perro que rápidamente se hace amigo de todos los visitantes del pueblo. El sábado nos dio la bienvenida con unos cuantos ladridos cuando lo conocimos mientras estábamos en el puente sobre el Omaña, pero desde ese momento ya nos reconoció como "colegas" y se acercaba a nosotros cada vez que poníamos un pie en la calle.




Hasta me dejaba acariciarlo, como en este momento en el que ya arrancábamos nuestro día de turismo.



Nuestro primer destino del día es Ciñera. Esta población está muy relacionada con la minería, hasta tal punto que en la plaza principal del pueblo (Plaza de la Iglesia) han puesto en el centro un monumento a los mineros, sobre todo homenajeando a los fallecidos mientras trabajaban.



Desde la plaza parte una calle que al poco pierde su asfaltado, para convertirse en un camino rural que nos acerca a la atracción principal de Ciñera, su Faedo (hayedo en leonés). Antes de llegar al mismo pasamos por la entrada a una vieja mina, acondicionada como museo relacionado con la minería.



El hayedo es una auténtica maravilla. Para llegar allí hay que recorrer una ruta bastante larga, pero el final de la misma compensa el esfuerzo. Al poco de entrar en el hayedo, nos saluda una de las brujas protectoras del bosque.



Los colores del hayedo son preciosos. Las fotos no le hacen justicia en toda su belleza, pero os darán una pequeña idea de la paz y armonía que se respira allí.








Tras regresar del Faedo al pueblo de Ciñera, cogemos el coche y nos encaminamos a nuestra siguiente parada del día: la cueva de Valporquero. Puesto que íbamos con muy poco tiempo para llegar a Valporquero (las visitas son a ciertas horas del día y teníamos la reserva ya hecha), comimos en el coche unos trozos de empanada y llegamos a la entrada de la cueva en el último momento. En el interior el guía nos fue llevando por las distintas galerías que los torrentes acuáticos habían ido excavando con el paso de los siglos. Algunas de las salas son espectaculares.



Una vez terminada la visita, desde el exterior se puede ver esta cascada (aunque en este momento, debido a la escasez de lluvias de los últimos días, no tenía apenas caudal).



En la cercanía de la cueva se encuentra un pequeño mirador, llamado la atalaya de Valporquero, desde el que se divisan unas estupendas vistas de la zona.



Desde allí también se puede ver el propio pueblo de Valporquero.




Bajando hasta el valle del río Torío (porque Valporquero se encuentra a una altura considerable) nos encontramos con unas vacas que nos miran extrañadas.



Por el camino nos encontramos la ermita de Santiago, en la localidad de Almuzara. Paramos un momento a hacerle una foto. Muchos de estos edificios religiosos en esta zona de León son edificaciones en piedra de este estilo, sobrias pero con un cierto atractivo.



Estamos desandando el camino que habíamos tomado previamente hasta Valporquero, así que al llegar a Cármenes, hacemos una foto a la parroquia de San Martín, con sus curiosas ventanas redondas.




Estábamos tan cerca de Asturias que le pido a Mery desviarnos un momento para poder subir a la cima del puerto de Pajares, cima mítica para los amantes del ciclismo. Lo malo es que, a pocos metros de la cima se levantó una niebla muy densa, lo que impedía prácticamente toda la visión. A eso se sumaba el que ya había anochecido, con lo que solo pudimos llegar hasta la cima y darnos la vuelta en la misma puerta del antiguo Parador. Nos volvimos ya a La Omañuela y nos dimos un nuevo baño en nuestro jacuzzi para terminar el día.



El lunes amanece nevado, y las vistas del pueblo cubierto por un manto blanco son muy bonitas. Por suerte, según avanza la mañana la nieve se va fundiendo (sobre todo, porque la única carretera que sale de La Omañuela es cuesta arriba, y con nieve no estoy seguro de que hubiéramos podido con la pendiente ascendente). Recogemos todas nuestras cosas y, con gran pena, nos despedimos de La Omañuela, donde hemos estado tan a gusto estos días.


Lo malo es que, a los pocos kilómetros de viaje nos damos cuenta de que una de las ruedas tiene poca presión. Paramos en una gasolinera para hincharla, pero ahí nos damos cuenta de que la pérdida de presión es debido a que se ha clavado un objeto metálico en el neumático. Intentamos cambiar la rueda para continuar el día de turismo pero no podemos, ya que para hacer dicho cambio es necesario disponer de una llave especial. Puesto que la tenemos en casa, decidimos cancelar las visitas del día y volver a Madrid a una velocidad controlada. Sin más novedades terminamos el viaje, que ha tenido el incidente del último día pero que, por lo demás, ha sido un fin de semana muy relajante y bonito.

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