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Italia (IV): Sirmione

Al despertarnos por la mañana comprobamos que desde la ventana de nuestro apartamento se ve perfectamente el Lago di Garda. Aunque el día está nublado, las vistas son muy bonitas, así que en verano con tiempo soleado deben de ser espectaculares.

Cogemos el coche y nos dirigimos a Sirmione, posiblemente el pueblo más famoso de todo el lago, por su casco histórico que forma una península, la cual se adentra en las aguas del lago, prácticamente partiéndolo en dos en su parte meridional.

Es complicado aparcar en las afueras del casco antiguo (en el interior está prohibido acceder con un vehículo), pero tenemos suerte y encontramos un hueco en el aparcamiento gratuito, no demasiado lejos de la entrada.

Lo primero que se ve al entrar en el pueblo es la Rocca (o Castello) Scaligera, la fortificación que protegía la entrada a la localidad. Decidimos visitarla más tarde, porque tras dar un pequeño paseo por el interior del casco histórico, buscamos un sitio donde comer.


Lo encontramos en la Piazza Giosuè Carducci, donde se aglutinan varios restaurantes con terraza. Nos decantamos por L'Accanto. En la terraza (pese a que no hace calor, no se está mal) comemos un plato de pasta (para Mery) y una pizza (para mi) mientras vemos periódicamente llegar grupos de turistas en los barcos que atracan en el puerto, que está al lado de la plaza.



Estando en Italia, no me quería ir sin probar un helado, así que de postre me compro uno en una gelateria cercana.



Nos acercamos a una de las orillas del lago, donde descansamos un rato viendo la parte este del mismo. Se está muy a gusto, algo que también deben de pensar los patos que se acercan a las rocas y se nos ponen al lado.



Muy cerca se encuentra la iglesia de Santa María Maggiore, la iglesia parroquial de Sirmione. También llamada Santa María della Neve, conserva su aire medieval tanto en el exterior como en los frescos que se encuentran en el interior.



Recorremos el pueblo, pasando por la puerta de las termas de Catullo. El recinto tiene un gran jardín en la entrada, a mi se me da un aire a las termas Tettuccio de Montecatini Terme.

Una vez que hemos abandonado el pueblo, de camino a la punta de la península nos encontramos con la iglesia de San Pietro in Mavino. Es la más antigua de Sirmione. Pese a sufrir muchas remodelaciones, aún cuenta con restos de los primeros siglos después de Cristo, como por ejemplo algunos frescos. El nombre viene derivado de su ubicación geográfica (en lo alto de una colina): "ad summa vineas" en latín denota el lugar de las viñas situadas en lo alto, ya que la zona debía estar rodeada de viñedos. En el exterior se encuentra una enorme campana en homenaje a los caídos en las guerras mundiales.



Iniciamos el descenso de la colina, entre olivos y campos de hierba y margaritas. Dando este paseo llegamos hasta la zona conocida como las Grotte di Catullo, si bien ni son unas grutas ni hay pruebas fehacientes de que guarden relación con el poeta Catulo. Se trata de una villa romana, la mejor conservada de la zona, a la que se llamó así en primer lugar porque cuando se descubrió, con la tierra y maleza que cubría las estancias, parecían grutas. En segundo lugar, se sabe que Catulo tenía una casa en Sirmione, en la que vivió durante algún tiempo de su vida. No obstante, los restos encontrados son posteriores a la época en la que vivió el poeta. En cualquier caso, la zona es ideal para pasearla, deteniéndose en las ruinas mejor conservadas y disfrutando de las vistas del mar acompañadas de los restos romanos.



De regreso al casco urbano de Sirmione visitamos la Rocca Scaligera. El castillo es único por su dársena fortificada, en la que vimos una abundante cantidad de peces, y desde lo alto de sus torres y almenas se disfrutan unas vistas espectaculares de Sirmione.



Ya estamos despidiéndonos de Sirmione, pero justo en la entrada, en frente del castillo, está la iglesia de Sant'Anna, que visitamos rápidamente (es muy pequeñita).



Con esto termina nuestra visita a Sirmione, un pueblo muy bonito que ha merecido la pena.


Nuestra idea era visitar Lazise, pero está lloviendo, así que seguimos hasta Garda. En lugar de detenernos en nuestro apartamento, seguimos un poco más hasta la Punta san Vigillio, donde hay unas impresionantes vistas de todo el Lago di Garda. Está anocheciendo y hace frío, pero en un día caluroso tiene que ser un planazo tomar un refresco en este lugar.



Una vez que llegamos al apartamento, salimos a cenar en Garda. Concretamente, elegimos el Cena en La Losa, uno de los restaurantes con más historia del pueblo. Aprovechamos que en los soportales del exterior tienen puestas unas estufas para comer ahí, decantándonos por un plato de pasta para mi y otro de carne para Mery.

 


Cuando terminamos, está lloviendo, así que regresamos rápidamente al coche y de allí al apartamento, donde aprovechamos para descansar en nuestra última noche a la orilla del lago.


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