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Sobrarbe (IV): Boltaña, Castillo de Loarre y Huesca

Por la mañana me levanto con ánimo de correr, así que me calzo las zapatillas y me voy hasta el pueblecito de Guaso. Situado en lo alto de una colina en las estribaciones de la sierra de Guara, destaca por su Iglesia de San Salvador y por el esconjuradero que está a su lado.



Los esconjuraderos eran estructuras típicas de esta zona, mezcla de paganismo y cristianismo, que se levantaban para "esconjurar" las tormentas, que en época antigua se pensaba que estaban creadas por las brujas. En la edad media la iglesia los acabó prohibiendo por su parte pagana, pero unos pocos han llegado hasta nuestros días.



Al volver al hotel, recogemos, hacemos el check out y aprovechamos para visitar la iglesia del monasterio, que se puede visitar y en la que se celebran bodas. Pensábamos que sería más similar a la catedral de Roda de Isábena, puesto que fue lo que nos dijo la señora que nos lo había enseñado. Pero la verdad es que, aunque tiene su encanto para ser una iglesia dentro de un hotel, es muy distinta a la de Roda.



Tras dejar el hotel vamos al casco histórico de Boltaña, donde ya conocemos bien el mejor sitio para aparcar después de la aventura de ayer para encontrar el restaurante donde cenamos. Visitamos la Plaza España y la colegiata de San Pedro.



Subo al castillo de Boltaña. Originalmente construido como fortaleza defensiva por los musulmanes, pasó posteriormente a ser dominado por el reino de Pamplona y el de Aragón cuando estos conquistaron la zona de Boltaña. Actualmente está casi en ruinas, pero se aprecia un esfuerzo por acondicionar la visita, mediante paneles explicativos muy interesantes. Solo por sentir la historia que se respira en el lugar y por ver las vistas de los montes adyacentes, merece la pena la escarpada subida hasta este lugar. Al lado del castillo se encuentra una pequeña ermita que no se puede visitar por dentro.



Tras regresar a la plaza de España, abandonamos definitivamente el casco urbano de Boltaña. Pero no nos queremos ir sin ver el cercano puente de Moscarales, que hemos visto en fotos y creemos que vale la pena la visita. Tras dar un par de vueltas con el coche, puesto que su localización no es inmediata desde la carretera, conseguimos acceder a él. Y merece la pena, porque es un rincón muy bonito y bien conservado, donde apetece detenerse un rato y disfrutar de la tranquilidad que reina en la zona.



De camino a Huesca, hacemos una pequeña parada en las cercanías de Jánovas. Ejemplo de pueblo fantasma al que la modernización pasó por encima sin preguntarle si estaba de acuerdo o no. A mediados de los años cincuenta del sigo pasado se decidió su desaparición para construir un pantano. Los habitantes del pueblo lógicamente estaban en contra, pero a partir de la década de los sesenta comenzaron a ser desalojados, provocando la decadencia del pueblo hasta que en 1984 finalmente abandonaron Jánovas sus últimos habitantes. Pero el pantano nunca llegó. El proyecto no era asumible, por lo que el pueblo quedó como ejemplo de los errores administrativos que van en contra de las personas a las que pretenden cuidar. Actualmente Jánovas está en proceso de restauración, pero se antoja complicado que, al menos a corto plazo, deje de ser el pueblo fantasma que es actualmente.



Como el tiempo se nos echa encima, comemos en el coche los restos del bocadillo de ayer y una vez llegados a Huesca no paramos y nos dirigimos al Castillo de Loarre. Esta edificación es el castillo románico mejor conservado de Europa. Solo por eso ya merece la pena su visita. En ella, se pueden ver con nitidez el castillo original, construido como edificación defensiva por el rey Sancho III, y la posterior ampliación de su nieto Sancho Ramírez, que le añadió el monasterio y la iglesia, que le confieren ese característico perfil, asentado en la roca.





El interior es espectacular, con esa iglesia que parece escavada en la roca, esas estancias gigantescas, el patio de armas, etc... El castillo aparece en la película "El reino de los cielos", pero es que ciertamente parece el escenario perfecto para imaginarte la vida en la edad media.




Abandonamos Loarre y, atravesando las tierras que domina el castillo (la Hoya de Huesca) llegamos a la capital oscense. Al ser domingo por la tarde, imaginamos que la mayoría de monumentos estarán cerrados. Así es, aunque al menos aprovechamos para dar un agradable paseo por la ciudad.

Pasamos por la Catedral, de la que nos gusta mucho la fachada. Nos la anotamos para volver y visitarla por dentro la próxima vez que estemos por los alrededores.




La Plaza de la catedral fue antiguamente el centro neurálgico de la villa. Actualmente es un remanso de paz entre árboles y fuentes.




Nos acercamos hasta la Plaza de la Universidad.




Continuamos el paseo llegando hasta el Monasterio de San Pedro el Viejo. Es otro de los puntos emblemáticos de Huesca, con su claustro románico, pero también nos lo encontramos cerrado a estas horas del domingo.




Nos acercamos a la zona más moderna de la ciudad, pasando por la Plaza de D. Luis López Allué.




Vemos también la Plaza de Navarra, donde se ubican el casino y la delegación de Hacienda




Nuestro viaje concluye en el Parque Miguel Servet, en homenaje a uno de los hijos más famosos de la zona (el teólogo es originario de Villanueva de Sigena, en la provincia de Huesca). Es un parque bastante bien acondicionado, que tiene pinta de reunir a muchos oscenses por sus caminos. La estatua de las pajaritas es uno de los símbolos de la ciudad.




Finalmente, muy cansados pero muy contentos, cogemos el coche y recorremos la distancia entre Huesca y Madrid. Han sido unas vacaciones muy entretenidas, en las que hemos tenido mucho de turismo rural, un poquito de Pirineos nevados y otro poco de descanso. En resumen, un cocktail muy completo.

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