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Sobrarbe (II): Roda de Isábena y Alquézar

Por la mañana cogemos el coche y nos dirigimos al este para visitar Roda de Isábena. Nos lo descubrieron los padres de Mery, puesto que habían visto en un reportaje en el que se destacaba que es la población española más pequeña en la que hay una catedral (en realidad, ex-catedral, pero ya tiene mucho mérito, puesto que el pueblo es muy pequeño). Así que espoleados por la curiosidad, nos plantamos en el pueblo, que se encuentra en lo alto de una colina. Dejamos el coche en un parking gratuito a las afueras del pueblo, porque obviamente en las estrechísimas calles es muy complicado entrar con vehículos. El pueblo es realmente pequeño, a lo que se une el hecho de que en nuestra visita apenas nos cruzamos con casi nadie. Tal como nos comentó la guía de la catedral, en esta época del año el turismo está focalizado aún en la nieve pirenaica, y es en meses posteriores en los que se empiezan a interesar por el turismo cultural de estos pueblos.

Visitamos la catedral en soledad, acompañados únicamente por la guía, que es quien se encarga de abrir la puerta. Lo más impresionante es la cripta, que se encuentra visible desde el centro de la catedral. No está oculta por debajo del altar como en otros templos. Además está prácticamente al nivel del suelo, por lo que es el altar el que está bastante elevado. También merece mucho la pena la capilla lateral con pinturas románicas y el claustro, en donde se respira mucha tranquilidad. Otro de los datos a destacar de esta iglesia es la Silla de San Ramón, pieza románica que robó hace décadas el famoso ladrón de arte Erik el Belga. Se devolvieron algunos de los trozos, que se pueden admirar en la actualidad


Tras salir de la catedral, damos un pequeño paseo hasta un mirador. Los paisajes que se observan son realmente espectaculares.



Paseamos por las calles, en las que vemos claramente que somos los únicos turistas en el pueblo.


Tras despedirnos de Roda vamos a Alquézar. Lo primero que hacemos al llegar es comer en el Mesón del Vero. Están a punto de cerrar la cocina, pero ha habido suerte y hemos llegado a tiempo. Las vistas en la terraza son muy bonitas, con la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel en primer plano, y la Colegiata de Santa María la Mayor (la joya del pueblo) al fondo.



De primero pedimos unos raviolis y alcachofas y de segundo pluma y longaniza de Graus, típica de la zona. De postre flan y arroz con leche. La verdad es que nos sabe muy bien, y nos da fuerzas para retomar las visitas.



Con el estómago saciado visitamos la iglesia parroquial de San Miguel. Por fuera es bonita, teniendo en cuenta que es un templo modesto levantado por suscripción popular en el siglo XVII.



Paseamos por las coquetas calles del pueblo.



Caminando, llegamos a los límites del pueblo, concretamente hasta el barranco de Payuala, donde hay gente haciendo escalada.



Finalmente alcanzamos la Colegiata de Santa María la Mayor. Es un templo construido sobre un castillo árabe (la ubicación defensiva es ideal, en lo alto de la colina) y en estilo románico. De este estilo queda básicamente el claustro, muy pequeño, con una forma trapezoidal muy curiosa. La iglesia ya es claramente gótica, aunque el mayor tesoro que contiene es un cristo románico del siglo XII, que se encuentra en la capilla Lecina, llamada así por la familia que la sufragó.




Tras despedirnos de Alquézar, que nos ha gustado mucho, regresamos a Boltaña atravesando el Parque natural del Guara. Al principio podemos recrearnos en su belleza, pero según va cayendo el sol la oscuridad nos impide apreciarlo, además de que estamos deseando llegar al hotel, puesto que tenemos reservada una sesión de spa con la que terminamos el día de la mejor manera posible.

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