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Norte de Portugal (II): Oporto y sus rincones secretos

El segundo día de visita en Portugal lo dedicamos a visitar Oporto. Por la mañana cogimos el coche y, puesto que estábamos alojados en la localidad adyacente de Vila Nova de Gaia, nos desplazamos hasta la ciudad de Oporto. Dejamos el coche en la parte más céntrica en la que no había que pagar por el estacionamiento y que estuviera cerca de alguna parada de metro y probamos el suburbano. Nos dirigimos mediante este transporte a la parada de Sao Bento, desde cuya salida al exterior contemplamos las primeras imágenes de la Sé.




Según nos acercamos fuimos admirando su majestuosidad. Esta catedral combina elementos de estilo románico, gótico y barroco, pero sabiamente mezclados. Su claustro consta de dos alturas, y desde la superior ya se pueden admirar algunas de las vistas de la ciudad.



Pero sin duda, lo mejor de la catedral es la plaza en la que se encontraba la fachada. En esta plaza, cerrada en dos de sus lados por la catedral y el palacio episcopal y abierta en el resto por una barandilla de piedra que ofrece unas bellas vistas de la zona ribereña del Duero, se encuentra una picota (en portugués, pelourinho) muy ornamentada y con unos escalones en los que nos sentamos un rato a descansar al sol.

Porque efectivamente, igual que el día anterior había hecho mal tiempo e incluso lloviznado, tanto este día como el siguiente hizo un sol radiante, impropio de los días de diciembre en los que nos encontrábamos. Así que la sensación era magnífica, al estar en este lugar con las bonitas vistas, rodeados de historia y con una temperatura perfecta.


A regañadientes tuvimos que abandonar la plaza y retomar nuestra visita turística. Nos acercamos hasta la iglesia de Santa Clara, de la cual solo pudimos admirar su fachada, ya que estaba cerrada. Resultaba muy curioso el contraste entre dicha fachada y el resto de casas que se encontraban en la misma plazoleta. Un buen resumen de la dicotomía entre belleza y fealdad que se puede encontrar en Oporto.


Reanudamos la visita bajando mediante empinados callejones y escaleras hasta la zona del río, justo al lado del puente Luis I. Allí aprovechamos a hacer unas fotos a dicha edificación y nos dimos un paseo por la zona de la Ribeira, donde se concentran numerosos restaurantes orientados a los turistas. Paramos en uno de ellos y comimos. Yo aproveché para probar uno de los platos típicos de Oporto: las francesinhas, un tipo de sandwich que mezcla carne, embutido, queso, huevo, con una salsa con toque picante que le da su toque especial. Por supuesto, regado con una cerveza Super Bock. Ah, y en plena terraza, al solecito y con unas bonitas vistas de la Ribeira.



Con el estómago bien lleno, fuimos al Palacio de la Bolsa. Compramos las entradas para la visita guiada pero, como hasta pasado un rato no comenzaba, nos acercamos a la vecina iglesia de San Francisco para visitarla por el exterior.


Volvimos al Palacio de la Bolsa y comenzamos la visita. En el edificio estaba ubicada antiguamente la Bolsa, hasta que fue trasladada a Lisboa hace unos años. En cualquier caso, artísticamente mantiene el esplendor de antaño, con especial mención para el patio de las naciones (donde se efectuaba la actividad bursátil)  o la fastuosa sala arábiga.

Al salir del palacio de la Bolsa continuamos nuestro callejeo por calles angostas y empinadas (de lo que hemos conocido, la parte más fea y deprimida de Oporto) hasta llegar a los alrededores de la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. Al lado hay un jardín con unas vistas panorámicas muy bonitas.


Continuando nuestra ruta, llegamos a iglesia de la Misericordia. Estaba ya cerrada, así que solo pudimos ver la fachada.


La siguiente parada era en la iglesia de los Clérigos. Visitamos el interior de la iglesia, que es un espacio casi circular, y subimos a la famosa Torre de los Clérigos. La parte más alta es un estupendo mirador, con posiblemente las mejores vistas de Oporto.



Seguimos hasta la librería Lello, un curioso comercio que conserva su aspecto de librería antigua, con una espectacular escalera central que comunica entre sí las dos plantas que posee. Cerca de la librería estaba la iglesia de los Carmelitas y la Universidad (bonito edificio aunque no llegara a la majestuosidad de la Universidad de Coimbra).



Volvimos sobre nuestros pasos hasta el edificio de la estación de tren de Sao Bento. La última parada fue en la Avenida Aliados, donde nos sentamos en un banco y estuvimos descansando un rato. Tras esto, nos volvimos en metro hasta el coche, y de allí al Hotel, donde aprovechamos para descansar para continuar las vacaciones el día siguiente en Guimaraes y Braga.



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