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La pasión turca (VI): apurando cada minuto...

Nos despertamos el último día con ganas de apurar nuestras últimas horas en Estambul. Así que, después de dejar nuestras maletas en recepción, nos acercamos al gran bazar a hacer unas comprillas que nos habían quedado pendientes.

 Una vez terminados nuestros regateos con los comerciantes (no se nos dio demasiado mal, todo  hay que decirlo), nos fuimos al museo arqueológico de Estambul  (İstanbul Arkeoloji Müzesi).
 Este museo conserva piezas muy importantes. Una de ellas es el tratado de Qadesh, un tratado de paz firmado alrededor del 1285 a. C. entre los imperios de Hatti y Egipto. Fue formalizado entre el faraón Ramsés II y el rey Hattusil III dieciséis años después de la batalla que enfrentó a ambos reinos.


Se escribió en la lengua diplomática de la época, el caldeo, sobre tablas de plata, algunas de las cuales se han encontrado en Hattusas y otras en Egipto. También se ha encontrado en Boghazköi una versión escrita sobre una tablilla de arcilla, que es la que se encuentra en el museo.

Es el tratado escrito más antiguo del mundo.



Una pieza que nos llamó bastante la atención fue la cadena que cerraba el Cuerno de Oro para evitar la entrada de barcos enemigos.

También vimos una de las cabezas de la Columna Serpentina, de la que hablamos en el cuarto post de este viaje a Estambul.

Por si no os acordáis, os refrescamos la memoria. Se trataba de una columna situada en el hipódromo, en la que tres cabezas de serpiente sujetaban una bola doraba. Y de ella sólo se conservaba en el hipódromo su base.

Una pieza “de película” es la réplica del caballo de Troya, con el que los griegos consiguieron tomar la ciudad de Troya (situada en Turquía), finalizando así la guerra desencadenada por el rapto de Helena de Esparta por el príncipe troyano Paris.

Con lo que más disfruté yo, sin duda, fue con los esqueletos, que me encantan desde pequeña y cuyo gusto ha heredado mi hermana. Así que para ella hice un reportaje bastante extenso. Pero como no todo el mundo comparte nuestra afición, pondré una sola foto como muestra.

La pieza más destacada del museo es el sarcófago de Alejandro, construido en mármol, que debe su nombre a sus relieves, que  muestran a Alejandro Magno luchando contra los persas en la batalla de Issos.  

Si lo miramos un poco más de cerca, vemos la representación de Alejandro montando a caballo, con una piel de león sobre su cabeza,  preparándose para arrojar una lanza sobre la caballería persa. Se cree que la segunda figura que aparece a caballo representa a Hefestión, el mejor amigo de Alejandro. La tercera figura se identifica a menudo como Pérdicas.

Como teníamos poco tiempo, había que darse prisa si queríamos ver la mayor parte del museo. Por eso nos dirigimos al pabellón Çinilli, donde se encuentran las obras hechas con azulejos.

La obra que más nos gustó de esa zona fue el Mihrab Karaman, recubierto de azulejos azules. Procede de la ciudad de Karaman, en el sudeste de Turquía, que fue capital del Estado de Karamaid, entre 1256 y 1483. Es el resto arqueológico más importante de aquella cultura.

Al acabar nuestra visita volvimos al hotel a recoger las maletas y nos dirigimos al aeropuerto.

Teníamos un largo viaje por delante, con transbordo en Amsterdam incluido.

Me lo había pasado tan bien en aquel viaje que, aunque estaba muy contenta y satisfecha, no podía evitar sentir un poco de pena por tener que marcharme de allí. Pero un gran cartel me animó un poco.

Habrá que hacer caso. Pero hasta que eso llegue queremos visitar muchos otros sitios.

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