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La pasión turca (III): de Eyüp a Eminönü

Después de un sueño reparador, nos levantamos con energías renovadas y, por supuesto, con hambre. Así que nos arreglamos y bajamos a desayunar. Julián tomó uno de sus desayunos habituales, cargado de salado, dulce... yo me atreví a tomar algo salado (gran novedad para mí) además de mi habitual vaso de leche con bollería.



Recargadas totalmente las pilas, salimos a la calle con muchas ganas de conocer sitios nuevos. Como ese día nos íbamos a alejar bastante del centro, aprovechamos para ver Laleli Camii (mezquita de los tulipanes) antes de coger el autobús (la mezquita estaba justo al lado de nuestra parada).

                                         

Esta mezquita, diseñada en estilo barroco otomano fue destruida por un incendio en 1783, siendo reconstruida poco después.


El templo se construyó en una terraza elevada sobre un mercado, cuyos alquileres ayudaban a sufragar los gastos del complejo de la mezquita. Está ricamente decorada con mármoles (rojos, azules, amarillos y marrones), además de piedras semipreciosas (ónix y jaspe), ricas vidrieras y azulejos de İznik.





Una vez vista la mezquita, cogimos el autobús y nos fuimos al distrito de Edirnekapi, cerca de una de las puertas de la muralla de Teodosio. Cuando llegamos a esa zona, nos dirigimos a la iglesia de San Salvador de Chora (en turco Kariye Kilisesi). Esta iglesia está considerada como uno de los más bellos ejemplos de iglesia bizantina que puede contemplarse en la actualidad. Al igual que Santa Sofía, tras la conquista de Constantinopla por el Imperio Otomano, San Salvador de Chora fue convertida en mezquita. En 1948 comenzó su restauración y diez años más tarde fue abierta al público como museo (Kariye Müzesi). Lo más espectacular de la iglesia son sus frescos y mosaicos bizantinos, que están considerados como los mejor conservados del mundo. Y en la actualidad podemos disfrutar de ellos gracias a que no se destruyeron para convertir la iglesia en mezquita, sino que los frescos fueron tapados con yeso, un detalle que permitió que hoy podamos disfrutar de esas obras de arte.



Esta impresionante decoración interior fue realizada entre 1315 y 1321, pero los artistas siguen siendo desconocidos.



Los mosaicos y frescos presentes en el museo son, por su calidad y cantidad, una de las obras pictóricas más importantes legadas por los artistas bizantinos. Se realizaron contemporáneamente a la época de Giotto, pero Julián y yo coincidimos en que el arte bizantino nos parece más evolucionado que el renacentista, ya que logra un mayor realismo en sus obras.


Este mosaico no es de los mejor conservados...




... pero sí es de los que se encuentran más cercanos al observador, lo que nos permitió fijarnos en los detalles.


Los mosaicos de las paredes son los más impresionantes por el tamaños de las figuras representadas, pero al mismo tiempo son los peor conservados.



Sin embargo, elevar la vista al techo es volver de golpe a la época bizantina, ya que en esta parte es donde están las obras más coloridas y mejor conservadas, como este mosaico de la genealogía de Cristo que se encuentra en una de las cúpulas.


Al salir de la iglesia, y aún impresionados por lo que ácabábamos de ver, nos dirigimos a la zona de Eyüp para visitar la mezquita del mismo nombre (Eyüp Sultan Camii).

El bonito patio interior de la mezquita es un jardín con dos enormes plataneros que crecen sobre una plataforma. Bajo la sombra de estos árboles se hacía la envestidura de los sultanes otomanos, con la espada de Osmán.

El lugar está considerado como el cuarto más sagrado para los musulmantes, después de La Meca, Medina y Jerusalén. Por ello, siempre está muy concurrido. El día que fuimos nosotros era un domingo, y la mezquita y sus alrededores están plagadas de familias pasando el día, además de un montón de turistas. Esta zona es una de las más conservadoras de la ciudad, y lo notamos en la cantidad de parejas de recién casados, niños celebrando la circuncisión y niñas con velo que encontramos por la zona.



Los que hayáis estado en algún país árabe sabréis la impresión que causa ver a las niñas tan pequeñas con el velo puesto, sobre todo las que van vestidas totalmente de negro.



Y es un verdadero contraste ver a las mujeres totalmente cubiertas paseando por calles en las que los escaparates nos enseñan ropa interior femenina muy sexy, y fotos de modelos espectaculares vistiendo estas escuetas prendas.


Pero volvamos a de Eyüp. Esta mezquita (la primera construida después de que los turcos tomaran Constantinopla) se construyó en el lugar donde Abu Ayyub al-Ansari  (Eyüp Sultán), adalid del profeta Mahoma, murió durante el ataque árabe a Constantinopla en 670. Su tumba es un importante lugar de veneración para los musulmanes.


No queda ninguna huella de la primera mezquita de Eyüp, construida por el sultán Mehmet el conquistador, en 1458.
La verdad es que creo que ésta fue la mezquita que más nos decepcionó. Y no era fea, pero habíamos oído hablar tanto sobre ella y sobre su importancia que nos la imaginábamos mucho más grandiosa, y no tan parecida a las demás. Pero hay que reconocer que era bonita.




Al salir de allí empezamos a tener hambre, así que aprovechamos para comer por la zona, ya que había una plaza con terracitas que tenía una pinta estupenda. Yo pedí Durum y Julián tavuk sys (una especie de wrap con pollo) ayran (yogur salado), que es lo que beben los turcos en las comidas. Además, al estar al aire libre podíamos oir perfectamente el agradable sonido de una fuente cercana, así como los cantos para llamar a la oración.




Después de deleitarnos una vez más con los manjares turcos, subimos caminando por el cementerio de Eyüp hasta el “Café de Pierre Loti”. Ese es el seudónimo del escritor y oficial de la Marina Francesa Julian Viaud, que en el siglo XIX fue enviado a Estambul como instructor de la Marina Turca. Quedó tan fascinado que escribió poemas sobre El Cuerno de Oro, y la vida en los harenes. Dicen que en el café dedicado al novelista francés es desde donde se contemplan las mejores vistas del Cuerno de Oro.




Nosotros tuvimos la suerte de contemplar esas vistas al atardecer, con una de las luces que más favorecen a la ciudad de Estambul. Pero la noche caía rápidamente y debíamos regresar a nuestra zona. Así que desde Eyüp cogimos un autobús que nos llevó hasta el distrito de Eminönü.




Una vez allí visitamos la mezquita de Rüstem Paşa (Rüstem Paşa Camii), que fue diseñada por el arquitecto imperial Mimar Sinan para el Gran Visir Damat Rüstem Paşa (marido de la princesa Mihrimah, una de las hijas de Solimán el Magnífico). Aunque no es fácil de encontrar porque está muy escondida, Julián dio con ella a la primera. El interior de esta mezquita es famoso por la cantidad y calidad de los azulejos de İznik que representan una gran variedad de motivos florales y geométricos que exhiben el uso de un color rojo característico del período temprano de Iznik (1555-1620).


Como era pequeñita tardamos poco en verla entera, así que aún teníamos tiempo para hacer otra de las visitas importantes marcadas para ese día. Se trataba de Süleymaniye camii o la mezquita de Solimán. Construida por Sinan, el diseño arquitectónico del edificio está en contraposición a la bizantina Santa Sofía. Sinan tenía una concepción más simétrica, racional y simple que los arquitectos otomanos precedentes. La mezquita fue devastada por varios incendios, el último de ellos durante la Primera Guerra Mundial, siendo totalmente restaurada en 1956. Aunque, desgraciadamente, nosotros no pudimos disfrutar de su impresionante interior porque se encontraba en obras y no se podía entrar. Pero sí que dimos un paseo por el patio, donde pudimos ver (aunque a través de un cristal porque la puerta estaba cerrada) los mausoleos donde están enterrados Solimán I, su esposa Roxelana (Haseki Hürrem), su hija Mihrimah, su madre Dilaşub Saliha y su hija Asiye. Los sultanes Solimán II, Ahmed II y Safiye (la hija de Mustafa II), están también enterrados aquí. En los muros de la mezquita por la parte exterior hacia el norte se encuentra la tumba de Sinan.




Lo bueno de no poder entrar es que dedicamos nuestro tiempo a hacer fotos por el cementerio, y la verdad es que algunas nos quedaron bastante bien.


Antes de irnos, nos sentamos un rato en la entrada para contemplar los cuatro minaretes, un número sólo permitido a las construcciones del sultán, pues las de los príncipes y princesas podían tener sólo dos alminares.
 

Estando allí empezaron los cantos para llamar a la oración, que ya nos empezaban a resultar de lo más familiar. Como se puede ver en las fotos, ya era completamente de noche (y eso que eran las 6 de la tarde), así que nos fuimos hacia el hotel. Después salimos a cenar por la zona del hotel. Y después de un día tan intenso tocaba irse a dormir para recuperar las fuerzas. Todavía nos quedaban 3 días en la ciudad y había que estar a tope.

1 Response to "La pasión turca (III): de Eyüp a Eminönü"

  1. Anónimo Says:
    4 de octubre de 2013, 4:43

    Muy amenos estos paseos gracias! me sirven para mi preparación para visitar Estambul! Os aconsejo leer la serpiente de piedra de jason Goodwin, ambientada totalmente en Estambul

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