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"Vinagre y rosas", el mejor remedio contra el frío

El pasado martes 15 de diciembre fue ese día tan esperado por mí, el que tanto tardó en llegar, el día en el que volvería a disfrutar de mi ídolo en directo. Y sobre todo, el día en el que compartiría por primera vez con Julián todas esas emociones.

Ese día asistimos a uno de los acontecimientos más esperados por nosotros en estos úlltimos meses: el concierto en Madrid del gran Joaquín Sabina. La cita tuvo lugar en el Palacio de los Deportes, donde el flaco consiguió colgar el cartel de "No hay entradas" sólo un par de días después de ponerlas a la venta. Así que esa noche el recinto estaba lleno a rebosar y no era extraño, ya que ningún fan que se precie querría perderse la despedida del jienense de los "grandes recintos".

Durante muchos años se le miró con distancia. Era un buen letrista, sí, y un gran poeta callejero, pero se menospreciaba su capacidad para interpretar y sus cualidades musicales. Hasta que en algún momento indeterminado aquello cambió. Fue después de editar, hace ya diez años, 19 días y 500 noches, cuando Sabina obtuvo un éxito inesperado, se dio a conocer entre el gran público y se le concedió el título de "Genio nacional". Tanto que las entradas de reventa empezaron a venderse a 150€.

A la puerta del Palacio de Deportes de Madrid se agolpaban gentes de todas las edades y condiciones. Gente aparentemente sin nada en común, pero unidos todos allí con el único propósito de ver actuar al Genio entre los genios.

El público tardó en acomodarse, por lo que el concierto empezó con casi un cuarto de hora de retraso. Pero llegó el gran momento. Los seis músicos empezaron a tocar y, por la izquierda del escenario (no podía ser de otra manera tratándose del Flaco) apareció el cantante, con levita y ese bombín que ya ha hecho tan suyo.

La primera frase que dedicó a ésta, que desde hace tiempo ya es su ciudad, fue: “Buenas noches. No sabemos cómo deciros gracias por esperar, por abrigar, por calentar, con este frío siberiano que hace por aquí. Si creen ustedes que con los años se le pierde el miedo a Madrid, están ustedes equivocados. Si creen ustedes que estamos emocionados de estar aquí, están ustedes en lo cierto”.

Dicha frase arrancó los aplausos del público, que estaba deseando empezar a vibrar con las canciones del maestro. Así que las primeras notas no se hicieron esperar.

Como era de esperar, la primera canción fue "Yo me bajo en Atocha". Esta canción hizo estallar al público, que le recordaba que "estás en casa". Esta primera canción nos hizo olvidar el frío y nos metió de lleno en el espectáculo. Como agradecimiento a tan calurosa acogida, el de Úbeda dedico a Madrid uno de sus poemas:

Uno escribe siempre la misma canción,
sobre un niño con cara de viejo,
que se atreve a volar bajo el cielo marrón
que agoniza detrás del espejo.
Uno inventa siempre la misma canción
del poeta borracho y su musa,
del teclado mellado del acordeón,
del pecado mortal sin excusa.
Uno canta siempre la misma canción
otra noche en el bar de la esquina,
cerca de la estación donde duerme un vagón
cuando el tiempo amenaza rutina.
Uno rumia siempre la misma canción
como un perro ladrando a la luna,
con la misma trompeta y el mismo trombón
de mariachi que estuvo en la tuna.
Uno acaba nunca la misma canción
que avinagran los mismos fusiles,
cuando llega la hora de alzarse el telón
que emoción volver a los Madriles.

Y otra lluvia de aplausos para el maestro, que empezaba la noche como cualquier artista soñaría ser recibido en la capital.
Pero no olvidemos que estábamos en la gira de presentación del nuevo disco, "Vinagre y rosas". Así que comenzó el recital de nuevas canciones (si bien no lo parecía, ya que el público se las sabía todas como si las hubiese estado oyendo toda la vida) con "La viudita de Clicquot". Fue impresionante oir a todo el Palacio a una sola voz coreando eso de "a los enfants de la Patrie...".



Siguió el jienense con la canción "Parte meteorológico", también de su último disco, también coreada por los asistentes.
Pero fue con "Medias negras" cuando vimos aparecer al Sabina más poeta que, guitarra en mano, hizo las delicias de los allí presentes. Sólo los maestros saben impresionar sólo con su música y sin necesidad de utilizar espectaculares efectos especiales. Un sencillo escenario en el que se apreciaba una vista de Madrid desde una azotea, alguna antena y unas cuantas tuberías iluminadas fueron más que suficiente. El que brillaba era el Maestro. Los ornamentos estaban de más.




Siguió "Aves de paso", una de las favoritas de Julián, que cantó con todo su entusiasmo. Lástima que de ese momento no haya video.
Después sonaron "Peor para el sol" y "Agua pasada", la primera antigua; la segunda, del último trabajo de Sabina.




Otra de su repertorio antiguo es "Siete crisantemos". La gente estaba embelesada viendo al maestro entregarse en cada una de las notas.


Con "Por el bulevar de los sueños rotos" volvió el artista a arrancar una gran ovación. El público, cada vez más entregado, disfrutaba al máximo de cada uno de los temas. El frío polar que hacía en el exterior contrastaba con el calor que el público brindaba a su ídolo.




Una de sus colaboraciones más famosas, "Llueve sobre mojado" también sonó en este concierto, aunque esta vez sin Fito, que fue sustituido por el músico Jaime Asúa.


El maestro Sabina aprovechó las últimas notas de esta canción para presentar a sus fieles acompañantes en esta aventura que es la de estar de gira: Pancho Varona, Antonio García de Diego, Jaime Asúa, José Antonio Romero y Pedro Barceló. Pero también había una nueva incorporación: Olga Román, compañera inseparable del cantante, fue sustituida por Marita Barros, ya que Olga está embarazada y en su estado necesita tranquilidad. La verdad es que la "nueva" no lo hizo nada mal.



Tras esta canción, el "Flaco" hizo un pequeño descanso, pero ni para eso dejó de sonar la música. Ese momento lo aprovecharon los miembros de la banda para amenizar la pausa. El primero en lanzarse fue Pancho Varona, que se atrevió con "Conductores suicidas". Después, Marita Barros se lanzó al frente del escenario con "Como un dolor de muelas".


Al finalizar estas dos canciones hizo su reaparición el Genio, que nos deleitó con su "Y sin embargo", introducida por la copla "Y sin embargo te quiero" cantada por Marita de una manera muy sentida, que arrancó un gran aplauso del público y del maestro.


Al finalizar esta canción llegó uno de los momentos más bonitos, al menos para mí. Sabina presentó "Cristales de Bohemia", canción de su nuevo disco escrita en Praga. La verdad es que me encanta esta canción porque me recuerda nuestra estancia en la capital checa. Antes de interpretarla, el cantante explicó que esta canción nació de una mezcla de felicidad (la que él mismo vive desde hace un tiempecito) y de tristeza (la que está viviendo ahora su amigo Benjamín Prado). Como él mismo dijo una vez, las mejores canciones no son las de amor, sino las de desamor. Y no puede escribir de desamor quien es feliz, porque ya lo ha olvidado y porque, como él mismo explicó, "en este momento las musas me han abandonado y están follando con Serrat". Así que necesitaba a un amigo y un viaje a una ciudad preciosa y desconocida para él, como era Praga. El resultado ha merecido la pena. La canción, inmejorable.

Prosiguió el recital con "Una canción para la Magdalena", una de las más coreadas por el público y de las que más éxito han cosechado a lo largo de los últimos años. Para la canción, en el escenario aparecio una farola en la que, apoyada, cantaba una sexy Marita, vestida con una cortísima falda negra y una liga roja.

Otra de las canciones más aclamadas por la gente fue "Peces de ciudad", que comparte con su gran amiga Ana Belén.





Pero para mí, sin ninguna duda, la mejor canción para corear en un concierto de Sabina es "Cerrado por derribo". Sólo hay que ver la reacción del público nada más sonar los primeros acordes. Una masa humana se moviliza y empieza a corear desde la primera hasta la última palabra.


Otro de los momentos más aplaudidos de la noche fue cuando Joaquín invitó al escenario a "dos chicos que son lo que yo quería ser de joven y no pude ser y que traen el aire turbio de la calle". Así definió a Rubén y Leiva, los chicos de Pereza, que cantaron las canciones del último disco del Flaco en las que han colaborado, que son "Tiramisú de limón" y "Embustera".



El trío consiguió levantar al público de sus asientos y hacerle botar como no se había visto antes.



Coincidiendo con que el público aún estaba de pie, "Calle Melancolía" fue cantada por un coro multitudinario. Sabina lo agradeció diciendo: "lo mejor del concierto es el coro, que encima viene pagando", lo que arrancó más de una carcajada y también más de un aplauso.



Parecía que la velada estaba llegando a su fin cuando empezaron a sonar las primeras notas de "19 días y 500 noches", canción que sirvió para mantener el buen ambiente del concierto.



Pero la canción que el Maestro había elegido para despedirse de su público madrileño no era otra que "Princesa", uno de sus temas más conocidos y aclamados. Al finalizar la canción, Sabina y su séquito abandonaron el escenario. Pero el público no estaba dispuesto a dejar escapar tan fácilmente a su ídolo después de tanto tiempo esperando este concierto. Así que una voz unánime coreó el ya famoso "eh, Sabina, así no se termina".

Así que con tanta insistencia, no quedaba más remedio que salir. Pero el ídolo se resistía, y mandaba como avanzadilla a su banda. Así que Antonio García de Diego comenzó a cantar "Amor se llama el juego". Fue un momento muy especial para mí, ya que siempre ha sido mi canción favorita (aunque ahora "Cristales de Bohemia le hace seriamente la competencia").


Por fin Sabina hizo su aparición en el escenario para terminar la canción con Antonio. A ésta le siguió "Vinagre y rosas", la canción que da nombre al último disco del ubetense.


"Noches de boda" e "Y nos dieron las 10" dieron por terminado el concierto. Pero una vez más, el público pedía "más Sabina". Y Sabina no defraudó.

Así que, una vez más, volvió a salir a escena, dando las gracias por la maravillosa acogida y volviendo a sus orígenes. "Contigo" fue la primera de las últimas canciones. Y otra vez, el público coreando el estribillo con todo el entusiasmo del mundo.

Y pasamos del Sabina poeta al Sabina más rockero con "La del pirata cojo", que volvió a ponernos de pie y a hacernos sentir que, a sus 40 y 20, el Flaco está en plenas facultades físicas y vocales.

Cuando el público entusiasmado aún no había tomado asiento, empezó a sonar "Pastillas para no soñar" que, si bien no es una de las canciones más conocidas del cantautor, es una de las que más nos gustan a Julián y a mí.

Y de nuevo el artista saluda, agradece, y sale del escenario. Y como él mismo dice, a veces "al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos". Así que, "al final llegó el final" y nos dispusimos a abandonar el Palacio, no sin antes prometernos que asistiríamos al próximo concierto del Genio en Madrid, posiblemente este verano.

El martes compartí mi momento, mi vida, mi inspiración, a mi artista con la persona con la que deseo compartir el resto de mi vida. Así que esta es mi forma de darle las gracias por estar a mi lado en ese momento tan especial.

El martes llegué al Palacio emocionada, después de escuchar a Sabina prácticamente desde que nací, y no pude disfrutar al 100% debido a un catarro bastante grande que me ha mantenido de baja durante casi una semana. Así que para el próximo concierto espero estar, deseo que Julián esté y, sobre todo, espero que esté para seguir emocionándome Él, el gran

1 Response to ""Vinagre y rosas", el mejor remedio contra el frío"

  1. paqui Says:
    13 de enero de 2010, 16:53

    Yo fuí al concierto que dió en el auditorio de roquetas de mar en almeria y debo decir "OLE" con mayusculas por supuesto. Todo en conjunto fué excelente. Sabina un monstruo, Pancho varona un músico como la copa de un pino, Marita dió la nota positivamente claro y en fin, todo fué un lujazo. Gracias por existir.

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