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San Silvestre Toledana 2009

Cerramos este 2009 de tantos viajes contando el realizado el último día, 31 de diciembre. Un viaje corto, pero que merece la pena contar aquí. Ese día es tradición en muchas partes de España celebrar una carrera, conocida como San Silvestre en honor al santo del día. Yo había corrido en 2 ocasiones la San Silvestre Vallecana, debiendo quedarme el año pasado en el dique seco. Este 2009 no iba a ser así, ya que María me inscribió por sorpresa en la San Silvestre Toledana. Una nueva experiencia, alejada de Madrid, menos masificada, en un entorno incomparable como es la ciudad imperial. Tenía buena pinta.

El domingo 27 comenzaban los preparativos "oficiales" de la carrera, puesto que había que ir al centro de acogida de visitantes de Toledo (llamado Toletum) para recoger el dorsal, la mochila y la camiseta (de color rojo). Hubo que esperar una larguísima cola (puesto que en un solo día teníamos que pasarnos por allí las más de 2000 personas que participaríamos en la carrera. Un detalle interesante es que daban la posibilidad de probarse unas camisetas de muestra, a fin de conocer la talla más adecuada para cada corredor.


Por fin, llegó el día 31. La carrera de mi categoría (general) comenzaba a las 6, así que nada más comer pusimos rumbo a Toledo. Por el camino, un aguacero y fuertes rachas de viento presagiaban una jornada dantesca, lo que afortunadamente no se cumplió. Al llegar, aparcamos el coche cerca del Hospital de Tavera (de ahí hacia el centro las calles estaban ya cortadas, puesto que antes de la carrera absoluta se celebraban las competiciones para infantiles, etc). Me acerqué a la salida para recoger el chip que contabiliza los tiempos y regresé al coche, donde esperaba pacientemente María.









Por fin, a eso de las 5:20, fuimos a la zona de salida definitivamente. El ambiente era cada vez mejor, con todos los corredores entrenando en los alrededores y el público ya situado en los alrededores de la pancarta inicial. Me dió tiempo a calentar un poco, dejarle la mochila a María y situarme en la recta de salida. Al poco, arrancó la carrera. Yo estaba en los últimos puestos, así que me lo tomé con tranquilidad. Por suerte, a los 20 segundos de cruzar la línea de salida ya me había quitado el frío de encima, así que agradecí mi decisión de correr en camiseta y pantalón corto.






Los primeros kilómetros de la carrera transcurrieron por la parte nueva de Toledo. Momento, cuando todavía estás fresco, de fijarse en los disfraces de la gente a tu alrededor, algo tradicional en estas carreras de fin de año. Había de todo, hasta un Michael Jackson con muchos fans a su alrededor.








Según avanzaban los kilómetros y los minutos, las fuerzas empezaban a escasear. Por suerte, antes de afrontar la cuesta de Recaredo y meternos en la parte antigua de la ciudad, pasamos por una zona donde el público se agolpaba en la calle, estrechando la zona de paso de los corredores y haciéndonos sentir como auténticos profesionales. Pero finalmente llegó la temida subida de Recaredo, que conducía a la Puerta del Cambrón para entrar en el casco antiguo de la capital manchega. Hice la subida bastante mejor de lo que pensaba, dentro de lo dura que es, pero es que sabía que al final de la cuesta me esperaba un premio. Al atravesar la Puerta, María me estaba esperando para sacarme una foto y darme unos necesarios ánimos.






Un poco más allá terminaba la dura pendiente, justo al pasar al lado de la iglesia de San Juan de los Reyes. Tengo que decir que ha sido la vez que peor lo he pasado al acercarme a esta iglesia que tanto me gusta, pues iba ya bastante fundido. Por suerte, un tramo en ligero descenso nos daba fuerzas para afrontar una nueva dificultad: la corta pero empinada subida que nos llevaba hasta la iglesia de Santo Tomé, donde se encuentra el famoso cuadro El Entierro del Conde de Orgaz, de El Greco.






Pero la visita cultural tendría que esperar a mejor ocasión, puesto que yo no paraba y ya me encaminaba hacia la Catedral, tal vez el monumento que menos oportunidad tuve de disfrutar, puesto que pasé a toda velocidad y sin ubicarme muy bien, aunque me dió tiempo a admirar la Puerta de los Leones. El trazado continuaba por las típicas y angostas calles toledanas, hasta desembocar en "las 4 calles".




A partir de ahí comenzaba la última subida del día, que nos condujo a la Plaza de Zocodover. Poquitas fuerzas quedaban, pero la cercanía a meta me animaba a continuar y a apretar más el ritmo. Más aún al salir de la plaza, pues comenzaba la bajada que pasa al lado de la Puerta del Sol y desemboca en la Puerta de Bisagra. Sin duda, esa bajada fue mi mejor momento de la carrera: conociendo la cercanía a meta, en pendiente descendente, disfrutando de las vistas de toda la parte nueva de Toledo, completamente iluminada.




Al pasar por la Puerta del Sol hasta me di el lujo de girar la cabeza y contemplarla durante unos segundos, mientras me iba alejando. Por fin, crucé la puerta de Bisagra (también un gran momento) y salí a la rotonda que precede a la recta de meta (que es la misma que la de salida). Allí me esperaba de nuevo María, autora de un sprint formidable para llegar desde la Puerta del Cambrón antes que yo. Otra foto y nuevos ánimos, que me espolearon para realizar un sprint intenso. Conseguí llegar a la meta muy fresco (gracias sin duda a la escasa longitud de la prueba y al final en descenso), marcando un tiempo de 49 minutos y 29 segundos para los 8,3 km de que constaba oficialmente el recorrido. El tiempo que marcaba el cronómetro oficial era de 50:10, pero hay que tener en cuenta esos 40 segundos que tardé en cruzar la línea de salida desde que se dió el pistoletazo inicial.





Terminada la carrera, una nueva cola para recoger la bolsa de comida, que contaba con dos mandarinas y un plátano, y rápidamente encontré a María, que ya se había reunido con su familia. Rápidamente nos dirigimos todos juntos al coche, pues ibamos a pasar la última noche del año en Madrid, junto a mi familia.
En resumen, un gran día, una gran carrera y una muy bonita experiencia, que seguro repetiré al haber acabado muy contento. Así, pues, gracias María por regalarme la inscripción a la San Silvestre Toledana 2009.

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