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Atenas (II)

Arrancamos el día cogiendo el metro hasta Monastiraki. Es sábado y la plaza está llena de gente paseando; hay mucho movimiento, puesto que estamos en el corazón de la ciudad. Volvemos a entrar en la iglesia ortodoxa de la Panagia (virgen) Pantanassa y disfrutamos un rato del ambiente de la plaza.



Al lado de la Plaza Monastiraki se encuentra la Biblioteca de Adriano. Un gigantesco complejo levantado a instancias del emperador romano, que está claro que era un enamorado de Atenas. Es cierto que apenas quedan restos en pie, la mayoría de la zona está en ruinas, pero se adivina la grandeza que tuvo el edificio en su tiempo. Al lado de la mezquita Tzistarakis, a la entrada de la biblioteca, es donde se encuentran los restos mejor conservados. Aún así, es un sitio que merece la pena visitar.



Subimos hasta el ágora romana, donde nos sentimos como dos patricios romanos paseando por la zona y saludando al resto de nuestros ricos conciudadanos. En esta zona los edificios mejor conservados son la Torre de los vientos (originalmente construida como reloj astronómico, y posteriormente usado como iglesia) y la mezquita Fetiyé, que alberga en su interior exposiciones temporales (ahora mismo hay una sobre la fotografía durante la ocupación nazi de Grecia).


Tras salir del ágora romana, cogemos la calle Adrianou (que ya habíamos transitado ayer), por la que llegamos al otro ágora, en este caso el ágora antigua. Visita imprescindible, aquí se encuentran edificios como la Estoa de Átalo (las estoas eran pórticos cubiertos, que solían albergar mercados; en el caso de la de Atenas, está totalmente reconstruida por la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas), una iglesia ortodoxa y el edificio estrella, el Hefestión. Ya desde lejos las vistas del mismo son preciosas, con campos floridos en primer plano y el edificio al fondo (en mi opinión, de las mejores vistas de Atenas). Desde cerca el edificio tampoco decepciona, puesto que es el único templo de la Grecia antigua que conserva el techado.



Tras salir del ágora antigua, buscamos en tripadvisor un restaurante con buenas valoraciones en la contigua calle Adrianou. Elegimos el Diodos Archaias Agoras, que afortunadamente tiene una mesa libre en la terraza. Hace fresco, pero como da el sol, se está muy a gusto. Además, las vistas son tan estupendas como ayer, en esta ocasión se ve el otro lado de la Acrópolis. Probamos dolmadakia (arroz metido dentro de hojas de parra), pulpo a la brasa y moussaka. Además, al terminar nos invitaron a un chupito de vino dulce y pastel borracho (revani).



Tras comer, seguimos dando vueltas por las mismas calles principales. Volvemos a Monastiraki y, desde allí, por Ermou vamos a Panaghia Kapnikarea, que ya habíamos visto el día anterior.



Llegamos al mayor templo ortodoxo de Atenas, que no es otro que la Catedral. Es un edificio moderno, aunque el interior es similar al de los pequeños templos que hemos visto hasta ahora.


A su lado se encuentra la iglesia de Agios Eleftherios, conocida como Mikri Mitropoli en contraposición a su vecina, que es la Megali Mitropoli. Nos quedamos con las ganas de verla por dentro, puesto que a estas horas está cerrada.



Volvemos a acercarnos a la zona de la Acrópolis (sin llegar a subir a ella). Estamos en el barrio más "recoleto" de Atenas: Anafiotika. Sus coloridas terrazas le dan un aire encantador. Pasamos por la calle Lisiou y vemos también la iglesia de Agios Nikolaos Ragavas. Este barrio parece un pequeño pueblo de pescadores enclavado dentro de Atenas. La explicación es que su origen está en los albañiles que construían en el siglo XIX el palacio del rey Otón en la capital del Ática. Estos albañiles eran originarios de la isla de Anafi y, para no echar tanto de menos su tierra natal, decidieron construir las casas en el mismo estilo.



Se acerca la puesta de sol, pero antes nos da tiempo a una visita más. Inicialmente pensamos subir a Filopapo, la colina desde la que se ven las mejores vistas de la Acrópolis. Pero finalmente decidimos dejarlo para el día siguiente y visitar en su lugar el estadio Panathinaiko (también llamado Kalimarmaro). Es el estadio en el que se disputaron las pruebas de atletismo de los JJOO de 1896. El único gran estadio del mundo construido enteramente en mármol blanco, traído desde los montes Pentélicos (de los que hemos oído varias veces en este viaje, puesto que todos los grandes monumentos de la Acrópolis están hechos de mármol de esa zona). Además de ser bonito, tiene un gran simbolismo para los amantes del deporte. Pisar las pistas negras es un momento emocionante. Además, cuenta con una pequeña zona interior con una exposición sobre los JJOO de la época moderna. No pude evitar hacerme una foto al lado del cartel de los JJOO de Barcelona 92, los únicos que he visto en persona hasta el momento. Por último, rematamos la visita admirando la puesta de sol desde lo alto de las gradas, donde el paisaje con la Acrópolis al fondo era espectacular.



Una vez anochecido nos volvemos a nuestro hotel, pasando por Arco de Adriano y Templo de Zeus Olímpico.



Descansamos un par de horas y salimos a cenar a la terraza de restaurante Arcadia, en las inmediaciones del metro Acropoli. Allí pedimos un paté de aceitunas casero que le encantó a Mery, un platito de salsa tzatziki (hecha a base de yogur griego) que nos decepcionó un poco, unas gambas saganaki (el saganaki es la sartén especial en la que se prepara este plato; la verdad es que las gambas preparadas así estaban muy ricas) y un gyros de cerdo (el gyros es carne asada).


Tras la cena, volvemos al hotel, puesto que ya es bastante tarde y mañana es nuestro último día en Atenas y hay que aprovecharlo todo lo que podamos.

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