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Semana Santa 2015 (III): Olite y Pamplona

Nos levantamos por la mañana en el hotel del polígono industrial. Es un buen hotel, aunque por su ubicación no tiene nada cerca que merezca la pena. Por tanto, decidí dejar la carrera matutina para otro día.



Habíamos decidido que nuestro itinerario del día arrancaría en Olite, puesto que teníamos ganas de ver el palacio real de los reyes de Navarra. Por tanto, dejamos Pamplona para volver luego y nos encaminamos a la antigua corte de Olite

Aparcamos en las afueras y recorrimos las calles medievales hasta la plaza principal, desde donde se veía una imponente panorámica del Palacio.


Para visitarlo, tuvimos que hacer una cola que en aquel momento era muy larga (aunque bien es cierto que avanzó rápido). Media hora después nos asomamos desde la muralla del palacio y no había nadie haciendo cola.


El recorrido lleva un rato en realizarse, puesto que hay numerosas estancias y torres. Nosotros decidimos coger una audioguía para enterarnos de toda la historia del Palacio. Que por cierto, así debe llamarse, puesto que es una edificación de caracter cortesano más que militar.


Tras salir del palacio fuimos dando un paseo por el pueblo hasta llegar a la iglesia de Santa María la Real. Destaca sobre todo su fachada, al lado de la cual estuvimos esperando durante un rato hasta que abrieron el interior y pudimos visitarlo.


El día estaba muy despejado, con lo que lo que más apetecía era comer en una terracita bajo el sol. Eso hicimos, pidiendo unos bocadillos en una terraza cercana al palacio, si bien hacía un poco de frío cuando se levantaba el viento.


Tan cerca estábamos del Palacio que solo teníamos que cruzar por debajo de esta torre para llegar a la plaza principal.


Antes de despedirnos de Olite visitamos la iglesia de San Pedro, que está junto al palacio. Esta iglesia es la más antigua de la villa.


Volvimos a Pamplona. Como ya nos conocíamos la zona, aparcamos en el mismo sitio que el día anterior y cogimos el ascensor al casco histórico.

Lo primero que hicimos fue dar un paseo por las calles del centro histórico, siguiendo el recorrido de los Sanfermines. Como teníamos una audioguía en el móvil, fuimos escuchando todas las anécdotas relacionadas con los encierros.


La plaza del ayuntamiento tiene algo especial, después de verla tantas veces por televisión en los momentos previos al chupinazo de San Fermín. La verdad es que parece mucho más pequeña que por televisión.


Continuamos el recorrido, pasando por la famosa curva de la estafeta, hasta llegar a la plaza de toros, con el busto de Hemingway, gran admirador de la fiestas pamplonesas.


Puesto que la plaza de toros está ya algo alejada del centro, retornamos a él pasando junto a la estatua en homenaje a los encierros. Está claro que todo en Pamplona recuerda a sus universales fiestas.


En nuestro paseo, cruzamos la Plaza del Castillo.


Llegamos a la Catedral pero estaba cerrada, así que solo pudimos ver la fachada, con la famosa campana de la torre. En los alrededores se encontraba un grupo de turistas cuyo guía comentaba que era la campana más grande de España, haciendo chanza con la de Toledo, puesto que (pese a ser más grande que la navarra) no está en uso debido a una raja. Estas chanzas no gustaron demasiado a Mery...


Continuando la caminata llegamos a uno de los extremos del casco antiguo, el rincón del caballo blanco, junto a las murallas.


Volvimos al centro para visitar la iglesia de San Cernín (en honor del primer obispo de Toulouse). Este templo cuenta con dos partes muy diferenciadas: una gran capilla barroca y la nave principal, gótica, siendo esta última la más bonita con gran diferencia, al menos en mi opinión.


Otra de las iglesias que visitamos en el centro es la de San Nicolás.


Alejada del centro se encuentra la iglesia de San Lorenzo, famosa por albergar la imagen de San Fermín.


Aunque ya empezábamos a estar cansados de las muchas vueltas dadas, aún nos dio tiempo para visitar el Parque de la Taconera, donde vimos varios animales que tienen aquí su hogar.


Finalmente volvimos a la zona en la que teníamos el coche y nos fuimos a nuestra parada de esa noche, en La Rioja. El alojamiento lo habíamos cogido en el pueblo de Fuenmayor, muy cerca de Logroño.

Dejamos las maletas en la pensión y nos fuimos a cenar a Logroño. Los dueños de la pensión nos habían comentado que para cenar en Logroño la mejor zona es la que llaman La Laurel, que comprende dicha calle y las que están alrededor. Y desde luego que no se equivocaron, estuvimos cenando de pinchos en dicha zona y es un auténtico paraíso para los que nos gusta ir de tapeo o de pinchos.


Tras probar los ricos pinchos, nos volvimos al hotel a dormir para afrontar al día siguiente la última jornada del viaje.

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