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Descubriendo nuestra Comunidad: Chinchón

Cuando está a punto de llegar la primavera, y ya cansados del frío y las nubes del invierno, parece pecado el quedarse en casa cuando en la calle brilla un sol radiante. Así que, para aprovechar este domingo de sol y agradables temperaturas, hemos decidido ir a uno de los pueblos de Madrid que teníamos marcado en la lista de visitas obligadas desde hace tiempo: Chinchón. 

A última hora de la mañana hemos cogido el coche y nos hemos dirigido hacia el conocido municipio. Al llegar, hemos aparcado el coche a las afueras, al lado del convento de las Clarisas, que no hemos visitado porque estaba cerrado.  



Es un edificio muy austero, con poca ornamentación. Sólo en las puertas se puede ver algún sencillo motivo que rompe con la monotonía de la gran mole de ladrillo y piedra.


Iniciando el camino hacia el centro de la villa encontramos la ermita de San Roque, patrón de la localidad. 


También estaba cerrada, pero desde los ventanucos de la puerta hemos podido ver parte de su interior. 


Ya por esta zona hemos intuido que estábamos en una villa con bastante aire medieval, sólo hay que ver el empedrado de sus calles y los numerosos detalles que, poco a poco, nos van revelando la historia de Chinchón.

Nos dirigimos, ya sin pausa, a la Plaza Mayor, pues es tarde y no queremos quedarnos sin comer. Pero antes de nada, es tarea obligatoria echar un vistazo a la bonita plaza porticada, con su suelo de arena y sus numerosos bares y restaurantes, todos con terraza, que le dan un aire de lo más acogedor.

Por unas recomendaciones leídas en internet, Julián ha elegido para comer La casa del pregonero, restaurante situado justo a la derecha del Ayuntamiento. 

La elección no pudo ser mejor. Nos sentaron en el comedor interior, que es una especie de patio, y ahí disfrutamos de una deliciosa comida. 



Nada más pedir, y antes de que nos trajeran nuestros platos, nos ofrecieron este curioso aperitivo. Una especie de pasta de queso con algo que parecían frutos secos molidos, puré de verduras y mejillones con cebolla. 


Después empezaron a llegar nuestros platos. El primero, una gigantesta "ensalada del pregonero". Es decir, una ensalada mixta con lechuga, tomate, cebolla, huevo cocido, ventresca de bonito... (la foto es de media ración de ensalada, imaginad el tamaño del plato completo). Menos mal que pedimos una para comprartir porque, si no, no hubiésemos podido con los segundos.

Al terminar la ensalada, llegaron las carnes. Cochinillo asado y medallones de solomillo con foie y queso de cabra. Ambos platos estaban deliciosos. 

Los postres no se quedaron atrás: piña natural rellena de crema de chocolate blanco y fresón con sopa de naranja y helado de chocolate blanco y tarta de manzana con crema y helado de nuez. Sin palabras. 

Al terminar la comilona, y para sobrellevar mejor el "palo" de la cuenta, nos trajeron unos dulces. No tenemos foto porque tenían tan buena pinta que nos abalanzamos sobre ellos, así que cogemos prestada la imagen de otros clientes (los dulces no son exactamente iguales, pero sí bastante similares). 
  
La verdad es que, aunque la comida no ha sido precisamente barata, tampoco ha tenido un precio exagerado, teniendo en cuenta que se paga la calidad de la comida, la originalidad de los platos, los manteles y servilletas de tela, los detalles como el del maître pasando por las mesas con una pala recogemigas, los detalles como el entrante, los dulces y los famosos ajos de Chinchón que regalan a sus clientes. 

Tras el copioso banquete, lo que nos apetecía era dar un paseo para conocer el pueblo. Así que lo primero que hicimos fue salir de nuevo a la Plaza Mayor y ver la fachada del Ayuntamiento. 

Cruzando la plaza encontramos la "fuente de arriba", que, a pesar de ser proyectada en la segunda mitad del siglo XX, no desentona con el conjunto medieval. 


Saliendo de la plaza por la que nos han indicado como "salida de las columnas", hemos dejado la plaza. Aunque nos ha parecido imposible no volver la vista atrás y contemplarla desde fuera para verla en todo su esplendor. 


Al otro lado de las columnas se encuentra la plaza de Galaz, donde hemos podido conocer el escudo de la localidad. 


Desde esa misma plaza teníamos una bonita vista de la torre del reloj, así que hemos aprovechado para hacer algunas fotos.


Y desde este punto, hemos empezado a subir la cuesta que llega a la parte más alta de Chinchón. 


Queríamos visitar la iglesia parroquial, así que parece que íbamos por el buen camino. 


Al llegar arriba, nos hemos apresurado a echar un vistazo a la iglesia, pues la misa empezaría tras pocos minutos. 


El templo es bastante grande, aunque no destaca excesivamente por su ornamentación. Sin duda, su principal atractivo es el cuadro que preside el retablo mayor. Se trata de "la Asunción de la Virgen", de Francisco de Goya. 

Muy cerca de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra la Torre del Reloj, el único resto que queda de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia, la más antigua de Chinchón, que se destruyó durante la Guerra de la Independencia. Por este motivo existe un dicho popular que dice que "Chinchón tiene una torre sin iglesia y una iglesia sin torre". 

Justo entre la Torre del Reloj y la iglesia de la Asunción se encuentra el teatro Lope de Vega, dedicado a este autor porque fue en Chinchón donde escribió la comedia "El Blasón de los Chaves de Villalba".

Justo al lado del teatro se encuentra un busto de Francisca Enríquez de Rivera, condesa de Chinchón, virreina del Perú y descubridora de la quina.
Desde esta parte de la villa es desde donde mejores vistas hay de los principales lugares de interés, ya que se puede ver la Plaza Mayor, el monasterio de los Agustinos (parador de turismo) y el castillo. 

Desandando nuestros pasos, hemos vuelto a bajar por la calle por la que subimos, dejando atrás ya la iglesia. 


Volviendo a pasar por la plaza, nos dirigimos hacia el parador con intención de visitarlo, pero nos encontramos con la puerta cerrada, así que no pudimos entrar. Así que volvimos directamente al coche y nos acercamos al castillo de los condes. 


La construcción actual se emplaza sobre los restos del castillo primitivo, alrededor del cual se articulaba el señorío de Chinchón, concedido por los Reyes Católicos a Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla. La construcción actual se la debemos a su bisnieto, Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, tercer conde de Chinchón.
 Como el castillo es privado y no se puede entrar, nos hemos tenido que conformar con verlo por fuera.Y desde el castillo hemos cogido el coche para volver a casa, no sin antes disfrutar de una bonita puesta de sol que ha puesto el broche de oro a nuestro día de turismo.


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