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En un lugar de la Mancha (I): Almagro

Los puentes son una ocasión excepcional para hacer turismo. Nosotros aprovechamos el de todos los santos para conocer una parte de La Mancha. Pero esta vez no aprovechamos el puente entero, sino que pasamos el viernes en casa liquidando asuntos pendientes que siempre se van dejando para más adelante, y empezamos nuestro viaje el sábado. Así que el sábado por la mañana salimos de Madrid y, tras unas tres horas de viaje, llegamos a Almagro.

 Lo primero que hicimos fue acercarnos al corral de comedias para intentar comprar entradas para la función de esa misma noche. Por internet ya no había forma de comprarlas, así que la única manera de conseguirlas era en la taquilla del propio teatro. Pero no tuvimos suerte. Y es que el plan de ver Don Juan Tenorio en el corral de comedias de Almagro durante el puente de los santos es un caramelo que todo el mundo quiere probar. Pero nosotros tuvimos que quedarnos con las ganas. Así que lo mejor que podíamos hacer era disfrutar de Almagro y de la excelente temperatura que nos brindaba. Tras aparcar nos dirigimos al hotel para dejar el equipaje. El alojamiento elegido se llamaba "La posada de los caballeros". Es un hotelito familiar situado en una casa típica, muy acogedora.



La situación del hotel era estupenda: teníamos la Plaza Mayor apenas a cinco minutos a pie. Como es el centro neurálgico de Almagro, tenía que ser nuestra primera parada. Para llegar a ella recorrimos la Calle Mayor de Carnicerías, en la que encontramos varios edificios destacables. Unos de ellos era el pósito, un antiguo almacén de trigo que ahora sirve como oficina de Correos.


Casi enfrente se encuentra la antigua cárcel, otro de los edificios notables de la ciudad.


Desde esa zona ya se veía parte de la Plaza Mayor. Ya la conocíamos de cuando, nada más llegar, intentamos coger las entradas para el teatro. Pero la verdad es que impresiona cada vez que se entra en ella. Esta vez, con más tiempo para recrearnos la vista, la disfrutamos mucho más.

Pero no sólo disfrutaron nuestros ojos en esta plaza. Si al bonito edificio del ayuntamiento, a la iglesia de San Agustín y a los soportales con sus columnas y sus casitas verdes le sumamos unas cañas con un buen aperitivo, la cosa mejora mucho. Así que elegimos una de las numerosas terrazas para saciar la sed y combatir el calor con unas bebidas bien frías, acompañadas (como no podía ser de otra forma) de unas deliciosas berenjenas de Almagro.

Daba pena levantarse del sitio, porque se estaba en la gloria. Pero teníamos que seguir descubriendo Almagro y ya se acercaba la hora de comer. Así que dejamos la plaza para adentrarnos en una de las calles más bonitas de la localidad. Como en todas las demás, pudimos encontrar un cartel de cerámica con el nombre de la calle.


La calle en sí no tiene nada especial, pero está salpicada por algunas de las fachadas más bonitas de Almagro. Como, por ejemplo, la de la casa solariega de los Rosales.


Otra de las fachadas más admiradas de esta calle es la de la casa de los Wessel, una familia alemana, administradores de los conocidos banqueros Függer.



Siguiendo por la misma calle encontramos una bella portada que se encuentra fuera de su emplazamiento original Se trata de la portada de la casa de los Xedler. Éstos también vinieron a Almagro como administradores de los Függer destacando, sobre todo, Juan Xedler, administrador de las minas de Almadén.

La casa de esta familia se encontraba en la calle Franciscas, pero desapareció al convertirse en una fábrica de harinas. Fue entonces cuando se trasladó la portada a su emplazamiento actual.




También en la misma calle encontramos la casa del prior de San Bartolomé. Se llama así porque la mandó construir don Francisco Ordóñez, primer prior del Priorato de Almagro, nombrado por Felipe II para desempeñar tal cargo.


Al final de la calle encontramos la casa del capellán de las Bernardas. Dicho capellán era don Bernardino de Oviedo, sobrino de los fundadores del convento.



La calle de Nuestra Señora de las Nieves desemboca en la Plaza de Santo Domingo, que está salpicada por algunos de los edificios más notables de la villa.  Uno de ellos es el monasterio de la Concepción Bernarda. Aunque el convento fue subastado y derribado para hacer casas, la iglesia (también subastada) aún sigue en pie y se utiliza para actos públicos y privados. Su estado de conservación actual (al menos lo que se ve desde la calle) no es demasiado bueno. Tanto es así que hasta pudimos ver el cartel de "se alquila" que hay en la puerta.


Casi enfrente del convento se halla el palacio de los marqueses de Torremejía, con otra bonita fachada. Ésta destaca especialmente por el color azul que la remata.

Los últimos marqueses que lo habitaron murieron sin descendencia, por lo que pasó a manos de las religiosas dominicas, que fundaron un internado de niñas que perdura hasta nuestros días.

Como se nos hacía un poco tarde para comer, decidimos abandonar la plaza y buscar el restaurante que nos habían recomendado en el hotel. Por el camino encontramos algunas calles empedradas que nos recordaban a las calles portuguesas, con sus dibujos en el suelo. Unos de los rincones que más nos gustaron fue éste.


Por fin llegamos al restaurante "La Muralla", situado en las afueras de la parte antigua de Almagro. Después de esperar bastante rato conseguimos que nos diesen mesa en el patio, la parte más bonita del local.
La comida estuvo bien, el servicio también (a excepción de una de las camareras). No faltaron las berenjenas, la carne y el típico pan de Calatrava.

Al salir del restaurante (bastante tarde porque empezamos a comer a eso de las cuatro) visitamos el parador de Almagro, que está justo enfrente. Como en todos los paradores, se puede visitar la recepción, el patio y poco más. La verdad es que éste tampoco es de los más bonitos que hemos visto.

Desandando nuestros pasos hacia la zona que habíamos visitado por la mañana llegamos a la iglesia de San Agustín, que se encuentra al lado de la Plaza Mayor. La verdad es que en este viaje no tuvimos mucha suerte con los horarios de los monumentos. No sabemos si la información que nos dieron en la oficina de turismo era errónea, si no se aplicaba a los días festivos... El caso es que nos íbamos encontrando todo cerrado, a pesar de que en nuestro "papelito" ponía que estaban abierto. Así que nos tuvimos que conformar con ver sólo la fachada de la iglesia.



Siguiendo por la calle de San Agustín encontramos el teatro municipal, construido en estilo greco-romano a mediados del siglo XIX por la necesidad de tener un recinto para actuaciones teatrales de un tamaño adecuado a las necesidades de la localidad (el corral de comedias tiene unas dimensiones bastante reducidas).


En la misma calle, pero en la acera de enfrente, se sitúa el teatro-hospital de San Juan. Este edificio funcionó como hospital (regentado por frailes de San Juan de Dios) hasta el siglo XVIII. Más tarde sirvió como bodega y desde 1994 es la sede fija de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Siguiendo nuestro camino encontramos la iglesia de San Blas. Aunque en algunos sitios aparece como "ermita de San Blas" o "Ermita del Salvador", sus dimensiones son mayores que las de muchas iglesias. Fue mandada construir por Jacobo Függer cuando su familia se instala en Almagro, para agradecer a Dios los bienes que les ha concedido.


Dando un tranquilo paseo llegamos al convento-universidad de Nuestra Señora del Rosario, edificio renacentista fundado por don Fernando de Córdova y Mendoza y construido extramuros. Lo más destacable es el ábside poligonal.


De vuelta hacia el centro de Almagro pasamos por la iglesia de San Bartolomé, fundada por licencia de Felipe III y dejada al cargo de los jesuitas, que posteriormente fueron expulsados de la misma por Carlos III.

 Al lado de la iglesia se encuentra el colegio de la Compañía de Jesús. Este antiguo colegio jesuita alberga actualmente la escuela municipal de música y danza de Almagro.

Ya cerca de la Plaza Mayor nos topamos con el Palacio Maestral. Construído en el siglo XIII sobre un castillo árabe. Utilizado por la Orden de Calatrava como Casa-Madre, tras la Guerra de la Independencia fue vendido a particulares, que lo destruyeron casi por completo. En la actualidad es la sede del Museo Nacional del Teatro.


Al llegar a la Plaza Mayor, cogimos las entradas para la visita teatralizada al corral de comedias que tenía lugar esa misma tarde. Como aún quedaba un buen rato para que empezase la visita y en nuestro paseo matutino nos habían quedado cosas por ver, volvimos a la Plaza de Santo Domingo para coger desde allí la Calle de Bernardas. Uno de los edificios más bonitos de esta zona (llamada el Barrio Noble), situado justo donde acaba la plaza y empieza la calle, es el palacio de los condes de Valdeparaíso. Residencia de Juan Francisco Ruiz de Gaona y Portocarrero, caballero de la Orden de Calatrava y primer Ministro de Hacienda de Fernando VI, quien le otorga la corona marquesal. 


Ahora pertenece a la Diputación de Ciudad Real, ha sido restaurado y se utiliza como centro cultural, sede de congresos, conferencias y otros eventos.   


En la calle de Bernardas pudimos disfrutar de más fachadas señoriales. Sirvan éstas como ejemplo.

Al llegar al cruce con la calle Mayor de Carnicerías, volvimos a encaminarnos a la Plaza Mayor para la visita al corral de comedias.

Aunque se denomina como "visita teatralizada" en realidad es una pequeña obra de teatro al uso, puesto que al entrar, cada uno se sienta en una silla y ve la obra. No explican nada sobre el edificio ni lo enseñan. Eso sí, un rato antes de la obra y un rato después se puede recorrer la platea (y los palcos) libremente y hacer fotografías.


Terminada la obra de teatro y hechas las fotos de rigor, salimos a la calle. Ya era de noche, pero aún era pronto para cenar, así que nos acercamos a ver el almacén de los Függer (o almacén de los Fúcares, como lo han castellanizado). Los Függer eran una familia de banqueros alemanes que ayudaron con un géneroso préstamo a que la balanza se inclinase del lado de Carlos I y éste se hiciese con el título de emperador de Alemania (al que también optaba Francisco I de Francia). A cambio, Carlos I les otorga las rentas procedentes de los maestrazgos de las órdenes militares y les concede el monopolio minero del mercurio de Almadén y la plata de Guadalcanal. Es por este motivo que los Függer se asientan en Almagro, trayendo consigo a otras familias de administradores como los Wessel y los Xedler, cuyas casas habíamos visto a lo largo del día.

Del palacio de los Függer nada queda, y el almacén, que acogía también las oficinas de la familia, fue comprado por el Ayuntamiento y, tras su remodelación, es la sede de la Universidad Popular de Almagro.


Cerca del almacén se encuentra el convento de la Encarnación. Es el único monumento que encontramos abierto en Almagro. Pero, lamentablemente, había misa y no pudimos visitarlo.


Así que decidimos ir a descansar un rato al hotel. Apenas habíamos disfrutado de nuestra habitación, y eso que era de lo más acogedora.



Por cierto, en este hotel, todas las habitaciones tienen nombres de obras de teatro, como "La Celestina", o "La vida es sueño". A nosotros nos dieron una suite y, como no podía ser de otra forma, la habitación más importante tenía que tener el nombre de la obra más importante de la literatura española. ¿Lo adivináis?


Tras un descanso reparador, salimos a cenar. Volvimos a elegir la Plaza Mayor, por cercanía y por variedad de sitios para cenar. Pero esta vez ya no estuvimos en la terraza porque hacía bastante más frío que por la mañana.

Entramos en el bar "El gordo" y pedimos unas raciones: carne, gambas y, como no, berenjenas. Cenamos muy bien, sobre todo nos gustó la carne por el guiso tan original que llevaba: era una mezcla entre carne con tomate y al ajillo (suena un poco raro, pero estaba de vicio).


Después de la cena dimos un pequeño paseo antes de ir al hotel. Después nos fuimos a reponer fuerzas para afrontar con energía las visitas del día siguiente.

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