Viajes de la parejita

Esta Semana Santa hemos puesto nuestra mirada en una de las ciudades españolas que ni Mery ni yo conocíamos y que más nos apetecía conocer: San Sebastián. Antes del viaje, lo que nos sonaba era que Donostia era una ciudad señorial, "pijita" y con una preciosa salida al mar en forma de bahía, la famosa Bahía de la Concha. Así que decidimos comprobarlo con nuestros propios ojos. Aprovechando que las vacaciones de las que podíamos disfrutar eran de 4 días, el viaje iba a tener también incursiones en los pueblos de la costa guipuzcoana más conocidos, como Zumaia, Zarautz, Pasajes de San Juan, Hondarribia... incluso internándonos en el País Vasco francés.

Así pues, salimos hoy martes por la mañana de Madrid rumbo hacia el norte. El camino ha transcurrido bajo una intermitente lluvia, cuya intensidad aumentaba o disminuía por momentos, pero que no ha cesado hasta que estábamos cerca de nuestro destino. Y ese destino no era otro que una casa rural en el pueblo de Aizarnazábal, en las cercanías de Zumaia y a unos 30 kilómetros de San Sebastián. Pero antes de eso hemos tenido que hacer un curioso recorrido por la zona alta del Goierri. Resulta que para acortar entre Zumárraga y Azpeitia decidimos coger una carretera recta en lugar de una carretera nacional y el resultado fueron casi 30 kilómetros por un camino que atravesaba unos bosques preciosos pero en los que había que ir en segunda y tercera marcha, debido a las curvas, al desnivel y a la estrechez de la carretera.

La casa rural tiene muy buena pinta, está orientada al turismo rural y a buscar la tranquilidad, con lo que no tiene televisiones en las habitaciones, ni agua caliente desde las 12 de la noche a las 8 de la mañana. Para nosotros mejor, así descansaremos después de nuestras sesiones de turismo. Incluso alguna mañana intentaremos dar algún paseo por los alrededores, que son los típicos paisajes totalmente verdes del interior de Euskadi.

Tras instalarnos, partimos rápidamente hacia San Sebastián, ya que queremos aprovechar la tarde para ver algo de la capital guipuzcoana. Nos ha costado mucho aparcar, ya que hemos dado varias vueltas por el centro, para finalmente alejarnos un poco y aparcar en la Avenida de Sancho el Sabio. Tras dar un paseito, nos hemos plantado en la catedral, un edificio neogótico que resulta muy bonito por fuera, con la torre coronando todo el edificio, pero que por dentro es mucho menos interesante. Sí, al estilo de la Catedral de Florencia, salvando las distancias...




Nuestro paseo continuó hasta la Plaza de Gipuzkoa, donde se encuentra el edificio de la Diputación, inspirado en el Palacio de la Opera de París, y unos bonitos jardines donde aprovechamos para sacar algunas fotos del estanque, las flores, los cisnes y un bonito reloj floral.


Nuestros pasos nos encaminaron irremediablemente al principal atractivo de la ciudad, la Bahía de la Concha, pasando antes por el ayuntamiento.



Una vez en la bahía, el espectáculo no defrauda, puesto que es un espacio abierto pero a la vez recogido entre los montes Igeldo y Urgull, con la isla de Santa Clara en medio. Además, desde donde nosotros nos encontrábamos se veía al fondo el Palacio de Miramar.


La última parada del día era la parte vieja de la ciudad. Antes de cenar, aprovechamos para visitar las iglesias de Santa María (donde estaban celebrando misa en euskera y castellano) y de San Vicente (mucho más bonita y con un aire medieval).




Para reponer fuerzas, nuestra obligación era continuar con el turismo, pero en este caso gastronómico, así que entramos en uno de los muchos bares de pintxos de la parte vieja (en concreto el bar "Casa Alcalde") y probamos los deliciosos pintxos por los que es justamente famosa la gastronomía vasca. Yo, para saborear la experiencia aún más, lo acompañé de un poquito de txacolí.




Y no había tiempo para más. Estábamos cansados de un duro día con viaje de casi 5 horas incluido, así que volvimos al coche y retornamos a la casa rural, para prepararnos ante un nuevo e interesante día.