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La pasión turca (I): I Amsterdam

Este año, nuestro viaje veraniego al extranjero se ha retrasado hasta el mes de noviembre. ¿Una desventaja? ¡No! Un gran acierto. Precios más económicos, buen clima... Vamos, un viaje redondo.
Un viaje que vamos a ir desglosando por días. Y como es lógico, vamos a empezar por el primero de ellos.

El pasado viernes 5 de noviembre nos levantamos temprano para dirigirnos al aeropuerto de Barajas. Allí nos esperaba un vuelo que nos llevaría a Amsterdam.

Una vez llegamos a la capital holandesa, cogimos un tren que nos llevó a la estación central o Centraal Station. Esta estación, la única en el centro de la ciudad, es obra del arquitecto PJH Cuypers. En ella se concentra todo el movimiento de transportes públicos de la ciudad. Aquí convergen paradas de tren (tanto regionales como internacionales), metro (con llegadas directas desde el aeropuerto de Schiphol y desde otros puntos de la ciudad), autobuses (tanto urbanos y regionales como internacionales) y tranvías. En resumen, que cualquier persona que visite Amsterdam acabará yendo a Centraal Station .


Como ya eran casi las 2 de la tarde, comimos por la zona de la estación y después nos dispusimos a iniciar nuestro paseo por la ciudad.

Cogimos la calle Damrak para adentrarnos en la zona monumental, donde lo primero que llamo nuestra atención fue el reloj de la torre de la Beurs van Berlage (Bolsa de Berlage). Este edificio fue diseñado como sede de la Bolsa de Valores y de Materias Primas por el arquitecto holandés Hendrik Petrus Berlage y construido entre 1896 y 1903. Alrededor de 1970 se dieron cuenta de que los cimientos del edificio se estaban hundiendo y decidieron derribarlo, pero no lo hicieron. Actualmente, alberga la sede de la Orquesta Filarmónica de los Países Bajos y algunas exposiciones.

Bajando la calle Damrak llegamos a la plaza del Dam. En esta plaza se encuentra el Koninklijk Paleis o Palacio Real. No pudimos ver el edificio porque estaba totalmente tapado por las reformas a las que está siendo sometido. De todas maneras, hemos leído que no es gran cosa, ya que originalmente no fue concebido como palacio, sino como ayuntamiento. Los más atrevidos se atreven incluso a llamarlo el  "mayor trastero de Holanda".

Como os decimos, el palacio estaba tapado casi por completo: sólo pudimos ver la torre del reloj.


En la misma plaza se encuentra la Iglesia Nueva o Nieuwe Kerk. Es la segunda iglesia más vieja de la ciudad, aunque hoy no queda casi nada de la iglesia original, porque sufrió un gran incendio en 1645, y tuvo que ser reconstruida.
En ella reposan los restos de importantes personajes de la historia de Holanda como los almirantes Michiel Adriaansz, Van Speyck, o Jan van Galen.



En la actualidad, en la Iglesia Nueva o Nieuwe Kerk no se ofician actos religiosos, y el templo es utilizado como una prestigiosa sala de exposiciones y muestras temporales, entre las que destacan las referidas a distintas culturas exóticas. Además, es el lugar donde se celebran la coronación de los reyes de Holanda y las bodas reales.



Paseando por Raadhuisstaat llegamos hasta la Wester Kerk o Iglesia Oeste. Fue inaugurada en 1631 y estaba destinada a los comerciantes más adinerados de la zona norte del anillo de canales.

En aquella época era la iglesia protestante más grande del mundo, lo cual se mantuvo hasta la construcción de la Catedral de San Pablo en Londres, unas décadas después. En nuestros días sigue siendo  la iglesia más grande construida en Holanda para el culto protestante.

Aunque no se conoce el lugar exacto, se sabe que el célebre Rembrandt fue enterrado en esta iglesia el 8 de octubre de 1669.

Además, en 1966 se celebró en esta misma iglesia  la boda del príncipe Claus y la reina Beatriz. 


La torre de la Westerkerk, la Westertoren, es la torre más alta de la ciudad, alcanzando los 85 metros de altura. La corona imperial que el rey Maximiliano de Austria donó a la ciudad en 1489 (como agradecimiento por la ayuda otorgada a la ciudad de Amsterdam a los monarcas austríaco-borgoñones) fue colocada en la punta, acentuando el proyecto de hacer de la torre de la Westerkerk la más prestigiosa de la ciudad.


Al lado de esta iglesia se encuentra el Homomonument que recuerda a todos los homosexuales que han sido sujetos a persecuciones por su condición sexual.

Durante la época nazi, en los campos de concentración cada prisionero llevaba bordado en su ropa un triángulo invertido, que era de un color distinto dependiento del motivo de su encierro. El de los homosexuales era de color rosa, y este símbolo ha sido adoptado más tarde por el movimiento de liberación gay como su insignia.

El monumento consta de tres grandes triángulos de granito repartidos por la plaza, aunque nosotros sólo fotografiamos éste.

Muy cerca de la iglesia y del Homomonument (en Prinsengracht 263) se encuentra la Casa-Museo de Anna Frank. Si no fuera por la triste historia que lo dio a conocer, el edificio pasaría totalmente inadvertido.

Anna nació en Alemania, pero su vida transcurrió mayoritariamente en  Amsterdam, donde su familia, de religión judía, se trasladó tras la subida al poder de los nazis. Pero Amsterdam fue tomada por los alemanes y se comenzó a mandar a los judíos a los campos de concentración. Fue entonces cuando Anna y su familia decidieron ocultarse en un almacén anexo a la oficina de su padre, y allí vivieron durante dos años gracias a amigos que les suministraban ropas y alimento, arriesgando sus propias vidas.

En 1944, la Gestapo descubrió el escondite de los Frank, y la familia fue trasladada a Westerbook, y de allí a Auschwitz-Birkenau y Sobibor, en Polonia.
En 1945, Anna y su hermana murieron de tifus y su madre fue asesinada, siendo su padre (Otto Frank) el único miembro de la familia que sobrevivió a la guerra.

Durante los dos años que la familia estuvo oculta en el almacén de Amsterdam, la pequeña Anna (una niña de 14 años) escribió su diario, en el que reflejaba sus vivencias, sus miedos, sus relaciones con las otras personas, sus emociones, sus diferentes estados anímicos (propios de su paso a la adolescencia)... En fin, su día a día en una situación desesperada.  En sus escritos habla de su intención de convertirse en escritora y publicar su diario una vez la guerra finalizara.

El diario fue encontrado por una amiga de la familia, quien lo guardó para entregárselo a Anna una vez fuese liberada, algo que nunca pudo producirse, siendo su padre el que lo recibiría y el que pelearía para conseguir su publicación (como deseaba su hija). Aunque el diario publicado no fue el original, sino que sufrió algunas modificaciones.
Cuando Otto regresó,  la casa estaba muy mal conservada y a punto de ser demolida junto a otras casas del entorno. Otto Frank luchó activamente para que fuera preservada, lo que consiguió con la presión y el apoyo de la opinión pública. En mayo de 1960 se inauguró el museo Casa de Anna Frank.


Pero como sólo teníamos unas pocas horas para visitar la ciudad, dejamos lo de los museos para la próxima vez que vayamos y nos dedicamos sólo a pasear y ver los monumentos por fuera.
Así que nos sentamos unos minutos enfrente de la casa y disfrutamos de la bonita vista que nos ofrecían los canales.

Recorriendo los canales encontramos varios detalles que llamaron nuestra atención. Uno de ellos fue la corona que lucen las farolas en su parte superior.


En ambas orillas de los canales hay un montón de edificios bonitos. La mayoría son casas, hoteles, comercios... pero no por carecer de importancia histórica carecen de belleza. Éste de las ventanas rojas llamaba la atención de todos los turistas que pasábamos por allí.

También muy cerca de la casa de Anna Frank encontramos una estatua levantada en 1977 en honor de la niña.

De la parte oeste de la ciudad volvimos a la zona centro. Justo detrás del Palacio Real encontramos este montón de bicicletas aparcadas. A Julián le gusta mucho lo de las bicis, pero como no pudimos alquilar un par de ellas por falta de tiempo, al menos se fotografió junto a ellas. Lo del paseíto queda pendiente para la próxima vez que vayamos a Amsterdam.

Como aún teníamos un rato libre antes de volver al aeropuerto, seguimos callejeando. Sin buscar, encontramos la Puerta de la casa del Anciano (en holandés, Oudemanhuispoort), llamada así porque, en la construcción original de 1601, daba entrada a un hospicio de ancianos. En 1879 se convirtió en la sede de la Universidad.

Desde el siglo XVII se encuentra en este pasaje un mercado especializado en oro, plata y diversos utensilios.


Siguiendo nuestro camino encontramos el templo neogótico conocido como Krijtberg que, finalizado en 1883, sustituyó a la iglesia clandestina de los jesuitas que ocupaba el mismo lugar. Se dice que es de las iglesias más bonitas de la ciudad de Amsterdam.

Continuando el paseo hacia el sur de la ciudad pudimos ver la Munttoren. Esta Torre de la Moneda formaba parte de la puerta de la ciudad conocida como Regulierspoort, que se quemó en 1619.

La verdad es que el paseo nos estaba encantando, y la ciudad también. Yo le dije a Julián que, si no fuese por ese clima tan húmedo y que a las 5 de la tarde ya es de noche, no me importaría en absoluto irme a vivir a Amsterdam. Es una ciudad pequeña y tranquila, perfectamente manejable a pie o en bicicleta, silenciosa y acogedora. Por no hablar de los canales. Hasta ahora, la única ciudad con canales que conocía era Venecia. Y el recuerdo que tengo (excepciones aparte) es de una ciudad sucia y maloliente. Pero nada que ver con la capital holandesa. Aquí los canales tienen un sistema de drenaje que hace que cada 4 o 5 días se renueve toda su agua. Además, en esta época del año la ciudad está muy bonita, con los tonos amarillentos y rojizos de las hojas de los árboles, repartidas entre las copas de estos y el suelo.


Cada vez nos iba quedando menos tiempo, así que había que aprovechar bien nuestros últimos minutos en la ciudad. Con sólo 6 horas para ir desde el aeropuerto, visitarla y volver, se nos quedaron muchas cosas en el tintero. Pero no hay mal que por bien no venga. Así me aseguro el regreso a esta bonita ciudad.

Una de las últimas cosas que veríamos en este día fue este edificio...


Los que hayáis tenido la suerte de visitar Amsterdam seguro que ya lo habréis reconocido. Para los que no, se trata del Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam. Está dedicado al arte, la artesanía y la historia.

Este museo, fundado en 1800 en Huis ten Bosch (cerca de La Haya) y trasladado en 1808 a Amsterdam por Luis Napoleón (hermano de Napoleón Bonaparte) y que está en su ubicación actual en la ciudad desde 1885, posee la más famosa colección de pinturas del Siglo de Oro holandés, numerosos grabados y una rica colección de arte asiático y egipcio.

Destacan en él obras de Fra Angélico, Nicolaes Maes, Jacob Ruysdael, Jan Brueghel el Viejo, Frans Hals, Rubens, Jan Vermeer y un gran repertorio de pinturas de Rembrandt, entre las que destacan  "La ronda de noche", "La novia judía", "El árbol de Jesé" o "La muerte de los inocentes".




Y, como no podía ser de otra forma, nos fotografiamos junto a la ya famosísima escultura con el lema "I Amsterdam", que podemos encontrar en todo tipo de recuerdos para turistas.

El eslogan tuvo poco éxito en el momento de su presentación, viéndose sólo en unos pocos folletos y objetos de recuerdo. Pero desde que se colocó la gigantesta escultura detrás del Rijksmuseum (con motivo de la inauguración de la "Semana de la Cultura China"), se ha convertido en una auténtica atracción para los turistas, que hacen cola para fotografiarse en cada una de sus letras.



La frase, a mi parecer, no podía ser más acertada, pues para mí fue la idea que me quedó al marcharme de la ciudad. Me sentí desde el primer momento parte de la ciudad, supongo que gracias a su multiculturalidad y tolerancia. Como decía la audioguía que llevaba en mi MP4: "al llegar a Amsterdam no se te ocurra juzgar a nadie, ya que aquí no serás juzgado".
La verdad es que me pareció una ciudad cercana, familiar y acogedora. Y creo que eso le pasa a la mayoría de los turistas, independientemente de su procedencia.

Y para muestra, un botón. Aquí me tenéis mimetizándome con el ambiente.


El sol se iba ocultando y se iba haciendo la hora de regresar. En ese momento disfrutamos de una de las imágenes más bonitas de la ciudad. Cuando el sol se está poniendo y la luz de las farolas se refleja en los canales. Inolvidable.

Ya sin luz y con algo de lluvia recorrimos el Barrio Rojo. Sus inicios se remontan a principios del siglo XIII, con la creación de burdeles donde los señores iban a divertirse y buscar la compañía de alguna señorita para satisfacer sus deseos. El puerto de Ámsterdam siempre tuvo entre sus visitantes a gente de negocios y hombres de mar que frecuentaban la ciudad. Aunque no fue hasta el siglo XVII que comenzaron a aparecer las típicas vitrinas donde las chicas se exhiben y que caracterizan y dan nombre a esta zona.



Y por fin llegamos al punto de partida, Centraal Station.

Desde allí cogimos un tren que nos llevaría al aeropuerto de Schipol, donde teníamos que coger de nuevo un avión. Éste nos llevaría a Estambul, ciudad que no empezaríamos a visitar hasta el día siguiente. Pero eso os lo contaremos próximamente. De momento nos quedamos con el maravilloso recuerdo de Amsterdam, donde esperamos volver pronto. 

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