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Galicia, el país de las maravillas (III)

El lunes nos despertamos contentos porque aún nos quedaban muchas cosas bonitas por ver, pero un poco más tristes que los días anteriores porque nuestras mini-vacaciones ya estaban llegando a su fin.

Así, después de un abundante desayuno en el hotel, bajamos las maletas al coche para iniciar nuestro viaje. Pero antes de ponernos en marcha decidimos dar un pequeño paseo por la playa que durante esos días habíamos visto desde la ventana de nuestra habitación.

El paseo fue más breve de lo que pensábamos por culpa del tiempo. Empezaron a caer unas gotillas bastante escasas y, en menos de dos minutos, una lluvia intensa nos estaba calando hasta los huesos. Así que corrimos hacia el coche y, empapados, nos pusimos en marcha rumbo a Lugo.

Al llegar, y para ser fieles a nuestra costumbre, dejamos el coche en las afueras, al lado de la muralla, y entramos a la ciudad vieja por la Puerta de la Rúa Nova.

Aprovechando que el tiempo nos daba una tregua, decidimos subirnos a la muralla y pasear contemplando la ciudad desde las alturas. A la derecha, la ciudad vieja. A la izquierda, la parte nueva de la urbe.

Como no teníamos demasiado tiempo, no pudimos completar los 2117 metros que conforman el recorrido total de la muralla, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Pero el paseíto pot el adarve, aunque corto, mereció la pena.
En uno de los puntos pudimos ver, sobre una torre, una estructura con ventanales, donde se ubicaban las armas defensivas.



La muralla se encuentra casi en perfecto estado: de las aproximadamente 85 torres originales se conservan unas 70. Aunque, como desde arriba no se aprecian bien, decidimos bajar de la muralla para contemplarla desde otro ángulo.


Así que salimos por la puerta de Campo Castelo para ver la Plaza de la Constitución. Esta explanada fue elegida en la época romana para alojar el cementerio en inhumación, aprovechando la cercanía del río Miño, donde el viento sopla durante todo el año, para evitar el fuerte olor de los cuerpos en descomposición. Siglos más tarde la plaza sirvió como aposento de ganaderos y artesanos. Hoy en día podemos contemplar en ese mismo sitio un bonito espacio ajardinado custodiado por este singular legionario romano.




Cruzando la Puerta de Campo Castelo hacia el interior de la muralla nos encontramos la Plaza de Campo Castelo. En esta plaza destaca lo que queda de la antigua cárcel episcopal barroca, que se levantó en el lugar que ocupaba el castillo medieval. Aún hoy se puede apreciar alguno de los torreones y la puerta de la muralla, al fondo.



A escasos metros de este lugar se encuentra la Plaza Mayor, de visita obligada por ser el punto de encuentro de los lucenses.
El Ayuntamiento es el edificio más importante de la plaza. Construido en el siglo XVIII, es uno de los máximos exponentes del barroco gallego.

Uno de los elementos más llamativos de este edificio es la torre del reloj. Según se cuenta, parece ser que fue encargado a Londres para la catedral de Málaga, pero en el momento de la entrega nadie hizo frente al pago, por lo que quedó guardado hasta que otro pudiera estar interesado. En 1871, Lugo compra el reloj y encarga una torre para albergarlo. Se pretendía que esta torre fuese tan alta como la de la catedral, para que las campanadas del reloj se oyesen tan altas y claras como las del templo.


Como anécdota, cabe destacar que en esta plaza tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes de la vida medieval lucense: en el año 1405, 15 personas fueron condenadas a muerte por el asesinato del obispo don Lope, contra quien se había levantado gran parte de los habitantes de la ciudad. La mujer de uno de los instigadores de la revuelta, Martín Cego, se abanderó como defensora de las reivindicaciones del pueblo ante la violencia y autoridad de los gobernantes. Esta mujer era María Castaña, a la que se recuerda gracias a la expresión coloquial "en tiempos de María Castaña".



Una vez contada la anécdota, seguimos nuestra visita por la plaza. Nos detenemos esta vez en el monumento conmemorativo de la fundación de la ciudad de Lucus Augusti. Entrega por parte del emperador, César Augusto, a su legado, Paulo Fabio Máximo, de la orden para fundar la ciudad de Lucus Augusti.


Nuestra siguiente parada la realizamos frente a la catedral de Santa María. El templo, majestuoso por fuera, parece mucho más pequeño al entrar en él.



Toda la sencillez que se observa desde el exterior se convierte en barroco al cruzar el umbral de la puerta. No tenemos fotos del interior, así que os dejamos otra bonita imagen del templo, tomada esta vez desde un ángulo distinto.




Una vez visitada la catedral, donde destaca la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes (primera patrona de Lugo), salimos por la puerta principal para terminar la vuelta alrededor de todo el perímetro del edificio.

Una vez más, se nos hacía tarde para comer, así que nos dirigimos a la Rúa Nova para buscar algún sitio donde tomar algo antes de abandonar la ciudad. Tras unas cuantas racioncitas de productos típicos gallegos (pulpo a feira, zamburiñas, etc.), nos encaminamos hacia el coche, encontrando durante el recorrido la Plaza de la Soledad, presidida por la iglesia de San Pedro.


Y ya sí que nos despedimos de Lugo, que las horas seguían corriendo y nosotros teníamos que regresar a Madrid para trabajar al día siguiente.
Pero aún teníamos pendiente una pequeña parada. Tras algo más de dos horas de viaje, nos detuvimos en Astorga, ciudad que yo quería visitar hace tiempo. Lo malo es que ya eran más de las 7 de la tarde y los monumentos estaban cerrados.


Uno de los edificios más importantes de la ciudad es la catedral, dedicada a Santa María. Este templo reúne características de diferentes estilos arquitectónicos: gótico florido en el interior con un claustro reformado en el siglo XVIII en estilo neoclásico, exterior barroco en torres y fachada, y pórtico con toque renacentista.
Pero sin duda lo más llamativo de esta catedral es la combinación de piedra blanca y rojiza en su fachada. Esto se debe a la reconstrucción de las partes afectadas por el terremoto de Lisboa de 1775.




Pero para mí, sin ninguna duda, el edificio más bonito de Astorga es el Palacio Episcopal, proyectado por el arquitecto Antoni Gaudí para reconstruir el antiguo palacio episcopal, totalmente destruido en un incendio.
Tras servir de cuartel de la Falange durante la Guerra Civil se inició la restauración para convertir el edificio en residencia del obispo, función que nunca llegó a consumarse. En la actualidad alberga el Museo de los Caminos, dedicado, entre otros temas, al Camino de Santiago.
Y después de ver estos dos monumentos ya sí que pusimos rumbo a Madrid, donde llegamos bastante agotados. Así que nos fuimos a dormir para recargar las pilas, que al día siguiente nos tocaba sufrir una agotadora jornada de trabajo. Pero a pesar del cansancio estabamos contentos por todo lo que habíamos disfrutado durante esos 3 días.
Además, como ya sabéis, la parejita no para. En menos de tres semanas estaríamos otra vez de viaje...

3 Response to "Galicia, el país de las maravillas (III)"

  1. Pelayo Says:
    9 de junio de 2010, 12:57

    No es Asturias, pero Galiza no está mal ;)
    Bonito viaje, pero os queda muuuucho de Galicia por ver, comer y beber: Rías Baixas, Ourense, Rías Altas, As Catedrais, albariño, ribeiro, marisco,...

  2. Mery Amparado says:
    9 de junio de 2010, 13:15

    Ya sabemos que nos dejamos muchas cosas por ver, pero es que 3 días no dan para mucho más. Tranquilo, que volveremos.

  3. Pelayo Says:
    10 de junio de 2010, 11:13

    Ya,ya ,era sólo para meteros en ganas :)

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