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Maratón de Semana Santa (Capítulo III)

Nuestro primer día de aventura asturiana salimos de casa de Pelayo y Alma y nos dirigimos al este de la Comunidad. El primer destino era Covadonga y los lagos. Nada más llegar nos dirigimos a los lagos, para no subir muy tarde y que no hubiese demasiada gente (imposible, por otra parte, en sitios tan turísticos como este). Desde la carretera de subida pudimos contemplar la basílica de Covadonga, que visitaríamos más tarde.



La primera (y única) parada fue en el Lago Enol, el que se sitúa más abajo y el de mayor tamaño.



Y digo que fue la única parada porque tuvimos que dejar allí el coche (en un aparcamiento provisional) porque estaban arreglando la carretera de subida al Ercina y había que subir andando. Tuvimos suerte de no encontrar niebla allí arriba, así que pudimos hacer unas fotos muy chulas de los dos lagos.








Al bajar paramos en la basílica de Covadonga para visitarla y ver los alrededores, como la estatua de Don Pelayo y la gruta donde se encuentran la Santina y la tumba del famoso rey (en esa zona no está permitido hacer fotos, así que el recuerdo queda sólo en nuestra memoria).







Justo debajo de la gruta hay una cascada y una fuente donde existe la tradición de beber el agua de la Santina. Nosotros nos acercamos a beberla después de... (ejem, ejem) ... tener un momentito rómantico.






Como ya se nos hacía un poco tarde, nos dirigimos a Cangas de Onís para comer y ver el pueblo.



Nada más aparcar, fuimos a buscar un sitio donde comer. El lugar elegido fue la sidrería "El Corchu", donde pudimos degustar un menú típico (con su fabada y todo). Para digerir unos platos tan ligeros, nada mejor que un paseíto por el pueblo. Desde la sidrería fuimos hacia el puente romano, deteniéndonos un momento en un mercadillo de artesanía que habían colocado en la calle principal. Lo malo es que en ese momento empezó a llover un poco y nuestra visita fue un poco apresurada. Eso sí, dio para unas cuantas instantáneas.







Como ya se nos hacía un poco tarde, nos fuimos a la zona de la iglesia, para terminar rápido nuestra visita y seguir con el viaje. La placita donde se encuentra el templo me gustó mucho porque es muy completa: tiene su fuente, sus estatuas... no le falta ni un detalle.




De camino a Llanes hicimos una parada totalmente improvisada. Y es que nos llamó muchísimo la atención ver una cascada al pie de la carretera (mucho más bonita al natural que en la foto, todo sea dicho).


Sin más interrupciones conseguimos llegar a la playa de Gulpiyuri, una de las más bonitas que he visto en mi vida. Es una pequeña playa situada en medio de un prado, pequeña pero muy curiosa.













Justo detrás de esta playa hay un acantilado, con unas vistas preciosas. Pero el camino de subida está custodiado por las vacas, así que hay que hacer un verdadero alarde de valentía para disfrutar de la bellísima panorámica.





Una vez superado lo de las vacas (hay que encontrarse con ellas a la subida y a la bajada) nos dirigimos a Llanes. Como ya era un poco tarde no pudimos visitar gran parte del pueblo, así que nos dirigimos a la zona del puerto y pasamos un buen rato contemplando los "Cubos de la Memoria" de Agustín Ibarrola. Tuvimos algún problemilla para hacer las fotos por culpa del viento, pero al final lo solucionamos y conseguimos nuestro propósito.












De vuelta a Oviedo paramos en la playa llamada "Cuevas del Mar", donde pudimos encontrar unas formaciones rocosas muy bonitas que dan nombre a este lugar.





Al volver a casa de Pelayo y Alma pudimos disfrutar de una cena "tradicional" asturiana, con algunas de las delicias toledanas que llevamos de regalo a nuestros anfitriones.



Al día siguiente (el último para nosotros en el Paraíso Natural), Julián me dio una gran sorpresa: me llevó a Candás, el pueblo donde hace casi tres años estuve de veraneo con mis padres y mi hermana. La verdad es que me hizo mucha ilusión volver allí y recordar tantas cosas (sólo las buenas, por supuesto, porque ese verano tuve algunos altibajos).

Quizá el monumento más característico del pueblo es la iglesia de San Félix. En ella hay una réplica de un Cristo que hallaron los pescadores candasinos en las aguas del mar de Irlanda y que trajeron al pueblo. Pero, como muchas otras tallas, el original fue destruido en la Guerra Civil.





También pasamos por la puerta de la que aquel verano de 2006 fue "mi casa", aunque había mejorado bastante su aspecto y casi no la reconocía. Me hizo tanta ilusión volver allí...



Desde la casa dimos un paseíto hasta la playa. Durante el recorrido le iba contando a Julián mis recuerdos y le iba enseñando cosas del pueblo, como las pastelerías donde venden los dulces típicos del lugar: les marañueles de San Félix.

Una vez llegados a la playa, estuvimos un ratito tomando el sol y disfrutando de la más que agradable temperatura.






Desde Candás nos acercamos al Cabo de Peñas para ver el famoso faro. Las vistas desde allí son impresionantes, y algunos también disfrutaron viendo a unos simpáticos personajillos que había en las inmediaciones del faro.







Teníamos poco tiempo y muchas cosas que ver, así que sin perder ni un minuto nos dirigimos a Avilés. Muchos se estarán preguntando por qué allí, pero es que a mi me sorprendió muchísimo cuando conocí esta ciudad. Me imaginaba la típica ciudad industrial, sucia y fea, y me encantó el centro histórico, con sus soportales, sus casitas como sacadas de los cuentos, sus iglesias... sobre todo, la de Santo Tomás de Canterbury.








Como no encontrábamos ningún sitio que nos convenciese para comer, nos fuimos al centro comercial "Parque Astur", donde comimos genial y muy barato. Eso sí, productos típicos, nada de hamburguesas ni ningún otro tipo de comida rápida.

Lo más curioso de este centro comercial es que la decoración (tanto interior como exterior) representa un pueblo típico asturiano (con sus plazas, sus calles, sus casas típicas...). Digno de ver.



Después de comer volvimos a Oviedo y dedicamos nuestras últimas horas en el Principado para visitar su capital. Nuestra primera parada fue en el Naranco, donde hicimos una visita guiada a las iglesias de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.






Después bajamos a la ciudad y visitamos lo poco que pudimos, que fue mucho teniendo en cuenta el escasísimo tiempo con el que contábamos. Pudimos ver el Teatro Campoamor (donde se celebran los premios Príncipe de Asturias)...




Una de las cosas que más nos gustaron de Oviedo es la cantidad de estatuas que tiene repartidas por todo el casco urbano. Nosotros nos hicimos varias fotos con algunas de ellas. Quizá alguno de nuestros lectores pueda reconocer a algún personaje famoso entre ellas.







Y poco más nos dio tiempo a ver: el ayuntamiento y alguna que otra pastelería donde compramos carajitos, carbayones y preñaos como recuerdo de este viaje.
Eso sí, antes de irnos, Julián aprendió a escanciar sidra como todo un asturiano.


Al atardecer quedamos con Pelayo y Alma para tomar algo en plan de despedida. Fuimos a una sidrería llamada "Tierra Astur" donde cenamos de lujo (si es que en Asturias todo esta bueno, con decir que es el único sitio donde Julián ni se acuerda del McDonalds...)

Después de la cenita volvimos a casa de nuestros anfitriones para cargar las maletas en el coche y emprender el duro viaje hasta Salamanca. Cuatro horas de viaje nos esperaban (bueno, sobre todo a Julián, porque yo iba durmiendo) hasta llegar a Navarredonda de la Rinconada, el pueblo de Julián, donde decidimos dormir para acortar el camino hasta Lisboa, ya que de hacerlo de un tirón, el cansancio iba a ser demasiado.

Queremos agradecer a Pelayo y Alma su hospitalidad. Le damos a su casa la puntuación de "hotel de seis estrellas" y rogamos encarecidamente a Michelín que lo incluya en su guía a partir del año que viene. Queremos agradecerles también el habernos prestado su cámara de fotos, sin la cual no podríamos haber tenido ni un recuerdo de nuestro paso por Asturias, debido a que las memorias de nuestros móviles estaban a tope y no llevábamos cámara.
Muchas gracias, chicos. Os debemos una.


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