Free counter and web stats


Maratón de Semana Santa (Capítulo I)

Después de casi 3000 kilómetros de coche y otros tantos andando (quizá esto último sea exagerar "un poquito"), hemos necesitado unos días para recuperarnos y para intentar recopilar todas nuestras fotos (dispersas por varios puntos de la geografía española, como Oviedo o Salamanca) antes de ponernos a escribir sobre nuestro viaje de Semana Santa. Es mucho lo que hay que contar, así que nos llevará algún tiempo. Pero confiamos en que nuestros fieles (y escasos) lectores lo comprenderán.
Comenzaremos, como es lógico, por el principio. El sábado 4 de abril, después de pasarme toda la mañana trabajando en el aeropuerto, atendiendo a cientos de turistas que no encuentran su maleta o la estación del metro, Julián vino a recogerme e iniciamos el viaje hacia Bilbao. Nuestra primera parada fue Burgos, ciudad que tenía muchas ganas de conocer (como enamorada del gótico, era imperdonable que no conociese su catedral).

Como teníamos poco tiempo, debido a la hora de cierre de la catedral y a que tampoco podíamos llegar a Bilbao demasiado tarde, no nos dio tiempo a visitar gran cosa. Pero al menos vimos lo esencial. Aunque Julián ya había estado en Burgos, apenas se acordaba. Así que los dos disfrutamos mucho recorriendo la preciosa catedral de Santa María y descubriendo cada uno de sus sorprendentes rincones. Después de visitarla por dentro, admiramos sus fachadas. Después de varios intentos fallidos de hacernos una foto los dos juntos dejándo la cámara en infinidad de sitios, al final encontramos un alma caritativa que nos hizo una foto medio decente (la parte de arriba del monumento cortada, para variar, y un poco oscura), nos fuimos a tomar un refresco a un bar que hay en frente de la catedral, desde donde pudimos ver, además de la fachada de la catedral, una procesión, la primera de esta Semana Santa.


Después nos dirigimos al coche, saliendo del casco antiguo por el Arco de Santa María (por el que también habíamos entrado), una de las puertas de entrada a la ciudad vieja.




Ya cerca de donde teníamos el coche encontramos la iglesia de la Merced, que también visitamos.


Y ya sin parar nos dirigimos a Bilbao. Llegamos a la capital vizcaína sobre las diez de la noche, así que no nos dio tiempo a hacer mucho. Después de dejar las cosas en nuestro hotel (el Conde Duque), salimos a dar un paseo y a tomar algo para cenar. Fuimos a la calle del Licenciado Poza, donde había bastante ambiente. Aquel día jugaba el Athletic en Bilbao, así que os podéis imaginar cómo estaban los bares del centro. A Julián le sorprendió el hecho de ver tanta gente en la calle (creo que nunca se había parado a pensar como está la Castellana y alrededores después de un partido del Real Madrid). Después de cenar volvimos al hotel, pasando por algunos de los edificios más importantes de la ciudad, que comentaremos en nuestra "visita diurna" a la ciudad. Antes de llegar al hotel, estuvimos haciendo algunas fotos en el puente Zubizuri (en euskera "puente blanco") de Calatrava, que estaba justo delante de la puerta del mismo.



De allí fuimos directos a la cama. Llevábamos muchas horas de coche en el cuerpo (algunas también podíamos sumar algunas horas de trabajo) y nos esperaba una semana intensa, así que había que dormir bien para no desfallecer.


A la mañana siguiente, salimos del hotel dispuestos a conocer todos los rincones de la ciudad. Empezamos la visita en el Campo Volantín (donde estaba nuestro hotel), en la orilla derecha de la ría. Justo enfrente del hotel estaba el puente Zubizuri, que ya visitamos la noche anterior, así que nos dirigimos hacia el Ayuntamiento, que estaba justo en la misma calle de nuestro hotel.





Desde allí, por el Muelle del Arenal (donde había un mercado de flores), llegamos a la iglesia de San Nicolás, al Kiosko de Música y al teatro Arriaga.




Seguimos por la calle Bidebarrieta (donde está la biblioteca del mismo nombre) llegamos a la Catedral de Santiago (en el casco viejo medieval), que no pudimos visitar por dentro porque había misa (no hemos dicho que era Domingo de Ramos). Desde allí nos dirigimos a las Calzadas de Mallona, la zona donde comienzan los cien mil escalones que suben hasta la basílica de Begoña (bueno, exactamente eran 213, pero se hizo duro). Esta zona es el casco viejo moderno.


Allí también tuvimos que esperar para visitar la basílica, porque, para variar, había misa. Eso sí, allí no nos dejaron tranquilos, ya que cada 5 minutos (o menos) venía alguna gitana a ofrecernos un ramito de mimosa (y a echarnos porque no se los comprábamos). Al ratito empezó a salir la gente de misa y entramos a ver la basílica.

Nos gustó bastante, más que la catedral. Después de visitarla volvimos al centro de la ciudad, pasando por una panadería que olía a gloria, donde compramos una barra de pan que nos comimos por el camino. La bajada por los escalones de las Calzadas de Mallona se hizo menos dura que la subida. De camino a la catedral vimos la iglesia de los Santos Juanes (museo vasco). La visita a la catedral fue lo más desagradable del día, no por el monumento en sí, sino porque en la puerta escuchamos a una señora diciendo que habían cortado algunas calles del centro de la ciudad por un aviso de bomba. Después de oir aquello, me costó bastante recuperar la tranquilidad, pero gracias a la inestimable ayuda de Julián conseguí pasar un día bastante agradable.



También vimos otras cosas, quizá menos conocidas, como las Siete Calles, la estación de ferrocarril de Santander, la Fuente del Perro o la casa natal de Miguel de Unamuno.






Desde allí fuimos a la zona de la Gran Vía aprovechamos para comer y visitar algunas cosillas, como la Iglesia del Sagrado Corazón, situada al lado de El Corte Inglés. Por aquella zona se nos hizo la hora de comer, así que paramos en un Fresc Co donde nos pusimos morados. Por la tarde nos fuimos hasta la zona del Sagrado Corazón, cuyo núcleo es la plaza del Sagrado Corazón. De la zona, también visitamos el estadio de San Mamés, conocido por los aficionados al fútbol como "la catedral".






De vuelta a la zona de Gran Vía estuvimos en el Parque de Doña Casilda de Iturriza, donde dimos un paseito muy agradable.








Cuando salimos del parque, nos dirigimos a la zona de Abandoibarra, donde visitamos varias cosas. Lo primero que vimos fue el Palacio Euskalduna y el puente del mismo nombre. La verdad es que nos decepcionaron un poco, así que ni siquiera hicimos fotos. Lo que nos gustó mucho fue el puente Pedro Arrupe, desde el que hicimos unas bonitas fotos de la Universidad de Deusto y el Guggenheim (y algún que otro primer plano "indecente").








Y, como no podía ser de otra manera, nos acercamos al Museo Guggenheim, visita obligada, y más en esta ocasión, con la exposición de Murakami, cuyas flores me encantan. Pero antes de entrar, lo rodeamos para verlo en su totalidad y admirar por unos momentos al gran Puppy, la gran escultura floral de 12 metros, con forma canina, que custodia la entrada del museo diseñado por Frank Gerhy. La visita al museo nos gustó, tanto por dentro como por fuera, y nos dejó algunas instantáneas bonitas.







Al salir del museo volvimos al hotel para descansar unos minutos y coger algo de ropa de abrigo, pues habíamos quedado con Teresa (una amiga de Julián) para que nos enseñase la zona de Getxo y Las Arenas, donde ella vive, y la desembocadura de la ría. Lo que más nos gustó de la zona, aparte del pueblo de los pescadores, fue la zona de pintxos, donde cenamos de lujo.


Tras los pintxos volvimos al hotel para descansar. Un largo día visitando Cantabria nos esperaba.

0 Response to "Maratón de Semana Santa (Capítulo I)"

Publicar un comentario