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Fin de semana extremeño (I): Olivenza y Mérida

Desde la primera vez que estuvimos en Mérida, allá por el 2007, Julián ha dicho varias veces que le encantaría ir al Festival Internacional de Teatro Clásico de la ciudad. Esta 59ª edición ha sido la elegida para cumplir su deseo. Como ya habíamos visitado la romana Emérita Augusta hace unos años, decidimos hacer alguna visita a otros lugares cercanos a la ciudad. El primer destino elegido fue Olivenza, en la comarca de La Raya, muy cerca de Portugal.


Al llegar al pueblo dejamos el coche fuera de la muralla y la recorrimos por el exterior hasta llegar a la puerta de Santa María, por la que entramos a la ciudad antigua. 




Tras entrar a la oficina de turismo a pedir un plano y algo de información, nos encaminamos a la capilla de la Santa Casa de la Misericordia. Habíamos leído que es una capilla con mucho encanto, llena de azulejos portugueses que representan escenas de la Biblia. Desafortunadamente no pudimos comprobarlo, puesto que al llegar nos encontramos con la puerta cerrada (a pesar de que en la oficina de turismo nos habían dicho que estaba abierta). Así que tuvimos que conformarnos con ver su sencillo exterior. 


Lo que sí que pudimos contemplar fue el suelo de las calles, adornado con unas baldosas muy de estilo portugués (influencia de la época portuguesa de la villa). 


Justo enfrente de la capilla se encuentra la puerta de los Ángeles, uno de los accesos a la antigua ciudadela amurallada.

En la misma calle donde están la capilla y la puerta de los Ángeles (la calle Caridad) se encuentra uno de los cinco pasos de Olivenza, que simbolizan las cinco estaciones de la Vía Sacra. Se trata de un especie de capillas situadas en las calles, adornadas con azulejos y rejerías. Este paso, en concreto, reproduce la segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas


Seguimos paseando por la misma calle hasta llegar a la plaza de la Constitución, donde se encuentra el ayuntamiento (antiguo palacio de los duques de Cadaval). Se trata de un edificio con una bonita puerta de estilo manuelino, en cuya entrada podemos admirar un plano de la ciudadela amurallada de Olivenza, construido con baldosas.




El ambiente en esta zona es muy bueno: es una especie de paseo peatonal con varias terracitas donde lugareños y turistas pueden disfrutar de las vistas mientras toman un aperitivo.



Al lado del ayuntamiento se encuentra la iglesia de la Magdalena, una de las joyas de la ciudad. 

De estilo manuelino y con motivos marineros, fue sede del Obispado de Ceuta, cuando ambas ciudades formaban parte del reino portugués. 

Su decoración interior es chocante al principio: una mezcla de piedra, azulejos y retablos barrocos que se funden creando un ambiente maravilloso. 

Pero el gran espectáculo que se produce al mediodía es lo más destacable del templo: a esa hora, el sol entra por las coloridas vidrieras, tiñendo las columnas, las bóvedas y el suelo de colores rosados, amarillos y azulados. Por esta imagen de singular belleza este monumento ha ganado la distinción de "Mejor Rincón de España 2012", otorgada por la Guía Repsol.


Volviendo sobre nuestros pasos, nos dirigimos a la calle Duque Cadaval para llegar a la plaza de Santa María, donde se encuentra la zona del castillo.


En esta plaza se encuentra la iglesia de Santa María del Castillo, situada en el lugar donde se erigió la primera iglesia de la ciudad.



Es una iglesia más sencilla que la de la Magdalena, en la que también destacan los azulejos del retablo mayor.


 Pero, sin duda, la joya del templo es el espectacular Árbol de Jessé, (el mayor de los que se conservan, con más de 10 metros de altura), inspirado en la profecía de Isaías. 




Justo al lado de la puerta principal de este templo se encuentra otro de los cinco pasos de Olivenza. Éste representa a la Verónica limpiando el rostro de Jesús.



En la misma plaza también encontramos un monumento dedicado al grupo de coros y danzas "La Encina", que se encarga de hacer pervivir las tradiciones folklóricas de la ciudad. 



Un singular edificio que se levanta en la misma zona es la Panadería del Rey, de estilo pombalino. 


En ella destacan las cuatro chimeneas que, en aquella época, pertenecieron a los cuatro hornos que albergaban, respectivamente, una tienda de ultramarinos, una bodega, una almazara y una fragua. 




En cada rincón de esta localidad se respira ese aire portugués que nos evoca su pasado luso. Por ejemplo, en todos los carteles de las calles, aparece el antiguo nombre que tuvo la vía en la Olivença portuguesa.


Cruzando la puerta de Alconchel para salir de la plaza, se puede observar parte de la muralla, magníficamente conservada.

Dando un paseo por la zona extramuros llegamos a la Plaza de España, un agradable paseo con una típica calzada portuguesa llena de terrazas.


Justo al lado de la plaza se encuentra la Avenida de Portugal, donde está otro de los pasos de la villa. Éste representa la cuarta estación del Vía Crucis: Jesús encuentra a su madre.


Muy cerca de este paso comienza la calle Colón, donde tendría lugar nuestra siguiente parada. Esta vez no para deleitar a nuestros ojos, sino a nuestro paladar. Nos detuvimos en el restaurante "Casa Maila" para cargar las pilas, y el acierto no pudo ser mayor. Decidimos comer de tapas, y las elegidas fueron las de salmorejo, rulo de cabra al gratén con cebolla caramelizada, brochetas de gambón con mojo picón y solomillo ibérico al horno con reducción de Pedro Ximénez.

De postre, un flan y una tarta de galletas que nada tenían que envidiar a las elaboradas tapas.


Después de la abundante (y baratísima) comilona, nos dirigimos de nuevo al coche para salir de Olivenza en dirección a Mérida. Antes de llegar al coche, pasamos por la plaza de toros (construida en el interior uno de los baluartes de la muralla, en concreto, el de la Cortadura).


Una vez en el coche, y saliendo de Olivenza, pudimos admirar algunos de los baluartes mejor conservados de la ciudad.

Cuando nos disponíamos a poner rumbo a Mérida, vimos un cartel que indicaba que el puente de Ayuda estaba sólo a 11 kilómetros de Olivenza, así que decidimos ir a verlo.

Situado entre los municipios de Olivenza (España) y Elvas (Portugal), este puente sobre el río Guadiana se construyó por orden del rey portugués D. Manuel (a principios del siglo XVI) para facilitar la conexión con Olivenza (en aquella época, territorio portugués). Se trata de un puente de 380 metros de largo y 19 arcos, siendo el central el de más amplia luz de su época.

Pero las continuas guerras entre portugueses y españoles por la posesión de esos territorios tendría fatales consecuencias para dicho puente. Por ejemplo, durante la guerra de Restauración (siglo XVII), en la que se consigue la independencia de Portugal de la corona española) se produjo la destrucción de un arco a cada lado del puente para colocar puentes levadizos.

Pero la última y más importante destrucción tuvo lugar durante la guerra de Sucesión española, cuando el Marqués de Bay (general de las tropas españolas) mandó volar los arcos centrales del puente para cortar los socorros a la plaza de Olivenza.

Una vez visitado el puente, nos dirigimos al nuevo puente que se construyo para recuperar esta conexión hispano-lusa. Desde él se puede apreciar con mayor detalle el estado del puente de Ayuda. 



Una vez tomadas las fotografías de rigor, volvimos al coche (que habíamos dejado en una cuneta) para dirigirnos a Mérida.


Mirando el mapa de carreteras nos dimos cuenta de que la manera más rápida de llegar a nuestro destino era pasando por Portugal, en lugar de deshacer nuestros pasos y volver a Olivenza. Y eso hicimos: una excursión al país vecino que duró apenas unos minutos y en la que ni siquiera nos bajamos del coche.

Una vez llegados a Mérida nos dirigimos a nuestro hotel, el Nova Roma, que habíamos elegido por su excelente ubicación. Al llegar nos echamos una siestecita reparadora antes de volver a salir a la calle.

Una vez descansados, duchados y arreglados, nos dispusimos a salir.


Lo primero que hicimos fue dar un pequeño paseo por la zona cercana a nuestro hotel, donde se encuentran monumentos como el pórtico del foro municipal de Augusta Emérita, que data de mediados del siglo I y está hecho a imagen y semejanza del del Foro de Augusto de Roma.


A escasos metros del pórtico se puede ver el templo de Diana, dedicado al culto imperial.


Parece ser que el excelente estado de conservación de este templo se debe a que, durante siglos, sirvio de cimiento para otros palacios, como el renacentista del Conde de los Corbos, que aún se conserva en parte.

Nuestro paseo prosiguió hasta la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento de Mérida.


Se trata de una plaza muy concurrida y con un ambiente muy agradable para pasear o tomar algo en una de sus terrazas.

Pero nosotros ya teníamos decidido dónde íbamos a cenar. Julián había encontrado en internet una recomendación de un sitio que nos había gustado, así que no nos quedamos con las ganas de probarlo.

Se trataba de "La Despensa del Castúo", casi enfrente del museo romano.


Después de esperar un buen rato de cola (menos mal que fuimos con tiempo) pudimos sentarnos en la terraza y degustar algunas de las especialidades de la casa. La verdad es que estaba todo buenísimo y muy bien de precio. 




Una vez finalizada la cena, nos pusimos a la cola para entrar en el recinto del teatro romano. Da la casualidad de que esta cola estaba a tres o cuatro pasos de la mesa en la que nos sentamos, así que no tuvimos que andar mucho para encontrarla. Tras unos minutos en la fila, entramos rápidamente al teatro y nos acomodamos en nuestras respectivas localidades, no sin antes hacer alguna foto del monumento.


El teatro estaba lleno, y entre el ambiente del público y la iluminación nocturna se creaba un clima mágico que nos hizo sentir como dos romanos acudiendo a uno de sus espectáculos favoritos.

La obra elegida, el "Julio César" de Shakespeare, nos gustó mucho.




Aunque se echaba de menos (al menos yo lo sentí así) la ambientación romana, puesto que las túnicas de la época fueron sustituidas por unos trajes militares bastante modernos. Eso sí, conservaron el texto original del dramaturgo inglés. Tanto gustó la obra que los actores tuvieron que salir a saludar en varias ocasiones, a petición del público.



Al salir, unas cuantas fotos por el teatro y a dormir al hotel.


O al menos eso fue lo que pensamos. Pero cuando estábamos saliendo del recinto vimos que había una terracita con muy buen ambiente y decidimos dar media vuelta y quedarnos a tomar algo (no tengo fotos propias de la terraza, así que tomo prestada una de su página de Facebook). 


Y después de la copita ya sí que tocaba ir al hotel, que era tarde y estábamos cansados del madrugón, el viaje y las visitas turísticas. Y había que coger fuerzas porque todavía nos quedaba otro día muy intenso antes de terminar el fin de semana. 




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