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Una tarde de capricho

El domingo pasado, después de comer, salimos a dar un paseo. El lugar elegido fue el Parque del Capricho de Madrid, al que ninguno de los dos habíamos ido nunca.
Se trata de un bellísimo parque de 14 hectáeras, construido entre 1787 y 1839 por orden de María Josefa de la Soledad Alonso-Pimentel y Téllez-Girón, Duquesa de Osuna, conocida en la sociedad madrileña de su época por su cultura, carácter e ingenio, además de por su importante mecenazgo de artistas, escritores y científicos como Francisco de Goya, Juan Meléndez Valdés o Leandro Fernández de Moratín.

El motivo por el que mandó construir este parque es la conocida rivalidad de la Duquesa de Osuna con la Duquesa de Alba y la reina María Luisa (que por aquella época comenzaba la construcción de los Jardines de Aranjuez).

La verdad es que no pudimos visitar todos sus rincones porque tuvimos poco tiempo desde nuestra llegada hasta la hora de cierre. Pero eso no nos impidió disfrutar de algunos de los lugares más bonitos del parque.

Lo primero que hicimos nada más entrar fue dirigirnos hacia donde estaba el plano del parque para organizar nuestra breve visita.

Una vez mirado el mapa, nos dirigimos a la Plaza de los Emperadores. Allí vimos uno de los conjuntos artísticos más bonitos de este singular jardín: la exedra que Pedro Alcántara (nieto de la duquesa de Osuna) mandó construir en homenaje a su abuela, fundadora del parque.
Desde la Plaza de los Emperadores, donde se sitúa la exedra, nos dirigimos al Templo de Baco. Se trata de un ejemplar único, al presentarse abierto y dedicado a Baco y no a Venus, como era lo normal.
Se trata de un templo ovalado de clara influencia clasicista, elevado sobre una plataforma con escaleras, que contiene una escultura del dios Baco desnudo (caracterizado con su racimo de uvas y sus hojas de parra), alimentando a su animal consagrado, la pantera.
Este templo nos gustó tanto que decidimos quedarnos un rato para poder admirarlo. Y no éramos los únicos: muchas personas se agolpaban en su interior para fotografiarlo.

Mientras toda esa gente rodeaba la escultura y posaba con su mejor sonrisa, nosotros decidimos, literalmente, mirar hacia otro lado. Así que nos pusimos a contemplar el paisaje que rodea el templo. Ya se empieza a mezclar el verde de la hierba con los marrones, amarillos y rojos de las hojas secas, una de las imágenes más bonitas del otoño.

Cuando nos quedamos relativamente solos, entramos en el templo para echar un vistazo más de cerca. A mí me encantaron las columnas.

Julián, más amante del vino que yo, se inclinaba más por la imagen de Baco.

Se nos hacía tarde y aún nos quedaba mucho por ver. Así que echamos un último vistazo al templo desde el lado opuesto a donde habíamos estado sentados y nos alejamos definitivamente de él.
Nos dirigimos hacia uno de los estanques y nos sentamos un rato a disfrutar de la tranquilidad y la buena temperatura que nos acompañaban.

Y nos quedamos embobados observando a los peces que teñían de rojo el fondo del estanque.


Allí se nos hizo prácticamente de noche (y eso que eran poco más de las 6). Así que, como el parque cierra a las 6:30, encaminamos nuestros pasos hacia la salida. Pero una curiosa silueta captó nuestra atención. Se trataba de la Casa de la Vieja, una construcción que imita una casa de labranza, seguramente similar a las que existirían en la finca antes de que sus propietarios de entonces, los duques de Osuna, transformaran lo que fue una explotación agrícola en este jardín.


Tan real es lá representación de la casa que cuenta hasta con un huerto. Como no podía ser de otra forma y, adaptándose a los tiempos modernos en los que tan de moda está eso de la globalización, dicho huerto estaba repleto de calabazas, las que aún sobrevivían al Halloween celebrado la noche anterior.


En medio de tanta tranquilidad, una voz estrepitosa captó nuestra atención: se trataba de una de las encargadas del parque que, recorriéndolo con un megáfono en la mano, recordaba a los visitantes que quedaban pocos minutos para la hora de cierre.
Así que, como el resto de los mortales, tuvimos que dirigirnos hacia la salida, donde había una preciosa zona con flores que alegraban la vista.

Así que, como la visita fue tan corta y nos quedaron tantas cosas por ver, prometemos volver y contaros todo lo que nos perdimos en este primer acercamiento al Parque del Capricho.

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