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Reencuentro con Murcia (casi dos años después)

El primer fin de semana de agosto nos fuimos a Murcia. Después de casi dos años (la última vez que estuvimos allí fue en la boda de Alfonso, primo de María) ya tocaba. El objetivo era, por un lado, ver a la familia, y por el otro, visitar algunos rincones de Murcia que aún no conocía yo. Principalmente de la provincia, puesto que la capital sí que la habíamos visitado en profundidad.

Así pues, el viernes al salir del trabajo cogimos el coche en dirección a tierras murcianas. Nada más llegar nos dió la primera impresión: un calor extremo, muy húmedo, nos dió la bienvenida. Sin tiempo que perder saludamos a la familia (también estaban los padres de María y su hermana) y salimos corriendo a la calle, antes de que cerraran las tiendas. María quería echar una ojeada a las tiendas que tanto había frecuentado en sus años murcianos. El D-Sastre, el Rincón de María, el Isis... fuimos visitando todas (aunque la primera estaba cerrada, los efectos del verano).

Tras ir a casa de Isabel, la tía de María, donde nos alojaríamos este fin de semana, y pegarnos una buena ducha (el calor fue verdaderamente agobiante) salimos a cenar en el Mesón de Juan. Con eso, dabamos por concluido este primer día.

El sábado nos pusimos en marcha rumbo hacia el interior de la provincia. La primera parada fue Bullas, en cuyo término municipal se encuentra el Salto del Usero. Este paraje es un salto de agua producido por el río Mula, que forma una gruta acuática. Desde arriba no parece gran cosa, pero cuando se baja hasta casi el interior de la cueva, el paisaje merece la pena. Incluso hay gente bañándose en el interior.





Después fuimos a Caravaca de la Cruz. Nada más llegar visitamos la Basílica de la Vera Cruz antes de que la cerraran. En el interior de esta basílica se encuentra la famosa Cruz de Caravaca, que le da a la ciudad el privilegio de celebrar el Jubileo (uno de los 5 únicos lugares jubilares de la cristiandad, junto a Jerusalen, Roma, Santiago de Compostela y Liébana). Los carteles relativos al Jubileo se encontraban a la salida del recinto amurallado que contiene a la Basílica.








Cerca, nos hicimos una foto junto a una estatua conmemorativa de los Caballos del Vino, la fiesta más importante de Caravaca, en la que se realizan carreras de caballos con los jinetes desmontados.



Tras la comida, de nuevo vuelta al centro histórico de Caravaca, donde buscamos una pilita de cerámica y recorrimos la zona. Por la tarde, visitamos a las tías de Salva en su casa de Cehegin y regresamos a Murcia.


Esa noche salimos a cenar por el centro de Murcia y después nos fuimos María y yo a Molina de Segura, donde Tere inauguraba un pub. Estuvimos con ella y con Belén toda la noche, hasta que ya nos despedimos cuando el local estaba más que cerrado.



El domingo decidimos ir a visitar la Santa de Totana y el Castillo de Aledo. Lo primero fue visitar el Santuario de Santa Eulalia de Mérida. Está en las afueras de Totana, en las faldas de Sierra Espuña. Al llegar no pudimos visitar la iglesia por dentro, puesto que estaban celebrando misa, así que fuimos a recorrer (con el coche, eso sí) el via crucis del paraje del Corazón de Jesús, que está muy cerquita. Después volvimos a bajar a la Santa y ahí sí que lo vimos por dentro, una iglesia muy bonita.



Lo último de la mañana fue visitar Aledo, lugar donde ya estuvimos en la Vuelta a Murcia de hace 2 años.



Por la tarde dimos un paseo por Murcia, comprando el consabido helado y granizado de sandía y visitando la Catedral. Antes de eso también había caído una ración de mejillones en la mejillonera, con las excelentes vistas de la Plaza Belluga y la Catedral.





Y tras eso, la despedida de la familia y la vuelta a Madrid, deseando no tardar tanto en volver a la capital de la Huerta.

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