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Último día completo en Nueva York. Hemos ido
dejando para esta última jornada ciertas áreas de la ciudad que, aunque son
pequeños barrios, le dan a Manhattan ese aire multicultural tan característico.
Sitios reconocibles en el imaginario colectivo como Chinatown, Harlem, el Soho,
Little Italy…
Pero antes de todo eso, por la mañana hacemos los
deberes. Al terminar el desayuno imprimo en el hotel los billetes de embarque para
el vuelo del día siguiente, mientras Mery hace las maletas. Abandonamos la
habitación y dejamos las maletas en una consigna del hotel.
Vamos en metro a Harlem. Resulta muy curiosa la
sensación de salir por la boca del metro y encontrarte con que toda la gente
que hay en la calle (y en ese momento había mucha gente en una gran avenida)
son de raza negra… excepto nosotros. Como con todo, al cabo del tiempo te
acostumbras y te olvidas de ello. Vemos el Apollo Theather (el famoso escenario
donde numerosas estrellas negras de la canción dieron sus primeros pasos
artísticos) y varias iglesias del barrio pero, al ser sábado, no hay misa
góspel en ninguna.
Tomamos el metro rumbo a Little Italy. La zona está atestada de gente pero conseguimos mesa en el restaurante que nos habían recomendado en internet, Il Pallazzo, en la calle Mullberry (la única calle que queda más o menos intacta de Little Italy, que está siendo fagocitado por Chinatown). Al terminar, paseamos por Little Italy y Nolita y visitamos la Old Saint Patrick, la antigua iglesia de los colonos irlandeses.
Vamos a Chinatown, recorremos Mott Street, tal
vez la calle más famosa de la zona y que más está empapada de la cultura china.
Es increíble cómo uno, si se olvida de dónde se encuentra y se deja guiar por
los sentidos, pensaría con total convicción que este sitio pertenece a China,
no a EEUU. Hay un intenso olor a pescado, todos los habitantes son de raza asiática,
y se oye una lengua extraña para los oídos occidentales. Guiados por estas
sensaciones llegamos a la Plaza Confucio y visitamos el templo budista que se
encuentra allí.
Paseamos hasta Five Points y volvemos a entrar en Chinatown, pero vamos con el tiempo justo, así que debemos acelerar el paso. Cruzamos SoHo y Greenwich Village. Tal vez por las prisas, no nos da para más que para quedarnos con la impresión de que son barrios elitistas (sobre todo el primero) y acogedores (el segundo).
Una vez más (ya de las últimas de este viaje) cogemos el metro hasta el Rockefeller Center para subir al Top of the Rock, el observatorio que se encuentra en la última planta del rascacielos y que últimamente le está haciendo sombra (en cuanto a las vistas de Manhattan) al Empire State Building. Vemos anochecer desde allí. Como digo, las vistas son parecidas a las del Empire, con la ventaja (obvia) de que también se puede ver este edificio. Además, tiene mejores vistas de Central Park.
Al bajar no encontramos la parada de metro para ir a Century 21 (el outlet que nos habían recomendado visitar para realizar compras de ropa en la ciudad). Vamos a Time´s Square y allí echamos un vistazo en las tiendas de M&M´s, Disney y Toys´r´us.
Cenamos un pretzel y un perrito comprados en un
puesto callejero. Recogemos las maletas, tomamos nuestro último metro hasta la
parada del M60 (el mismo autobús con el que entramos en Manhattan por primera
vez) y lo cogemos para ir al aeropuerto de La Guardia. Nuestra estancia
en Nueva York ha terminado, muy a nuestro pesar. Menos mal que ahora nos
aguarda otra semanita en un destino distinto pero también apasionante, la
Riviera Maya.
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