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Croacia (IX): Zagreb

El día ha amanecido fresquito, ideal para salir a correr. He aprovechado para recorrer las zonas que horas después teníamos previsto visitar. De esta forma he podido comprobar que el recorrido incluía cuestas importantes para acceder a las antiguas ciudades de Kaptol y Gradec, que acabaron uniéndose para formar Zagreb y que conforman el centro histórico de la capital croata.

Al dejar el apartamento, he ido a dejar las maletas en el coche y hemos comenzado el turismo. A la entrada de la plaza principal de Zagreb, la del Ban Josip Jelacic, se encuentra sede de la federación croata de fútbol. No he podido evitar hacerme una foto junto a los Modric, Rakitic, Mandzukic, etc uniformados con la característica camiseta ajedrezada.

Una vez dentro de la plaza Josip Jelacic, podemos comprobar la grandiosidad de la estatua del Ban. Este militar es un héroe croata, cuya memoria fue recuperada tras la independencia de Yugoslavia para reafirmar la identidad nacional. En ese momento se estaba celebrando una manifestación, pero la atención ha sido copada inmediatamente por un desfile "militar" con trajes de época que ha entrado en la plaza al son de los tambores y de los gritos del personaje principal, montado a caballo. 

Dejamos la plaza por la Ulica Pavla Radica, que nos avisaba de las cuestas que separaban las dos colinas en las que se ubicaban Kaptol (desde donde veníamos) y Gradec (a donde nos dirigíamos).

Pasamos al lado del puente sangriento, lugar que unía antiguamente las dos ciudades, atravesando el río que las separaba. Debido a la rivalidad, se producían enfrentamientos continuamente, de ahí el nombre. Actualmente no queda ni río, ni puente; pero la calle sigue conservando el nombre.

Uno de los productos cuyo origen es Croacia son las corbatas. Hace varios siglos los franceses se las vieron puestas por primera vez a los militares croatas que luchaban con ellos (en su forma original, un pañuelo anudado al cuello) y las comenzaron a llamar como a ellos (Hrvatska), con lo que quedó la palabra francesa "cravate", que a nosotros nos ha llegado como "corbata".

Tras continuar la subida por la calle, llegamos a los alrededores de la Puerta de Piedra, donde se encuentra una estatua de San Jorge.

La puerta se encuentra en obras en el exterior, pero en el interior hemos podido comprobar la devoción de los lugareños y el ambiente íntimo que reina allí (excepto en el momento en que nos hemos vuelto a encontrar con el desfile militar).

Por fin estábamos en la ciudad alta o Gornji Grad. Ante nosotros se encontraba la plaza de San Marcos, que me había sorprendido gratamente cuando la he visto a primera hora durante mi carrera. A la izquierda se encuentra el palacio del Ban (el Gobernador). A la derecha el Parlamento croata. Y en medio la famosa iglesia de San Marcos, con su tejado en el que están representados dos escudos: el del reino de Croacia, Eslavonia y Dalmacia y el de Zagreb.

Sabía que la iglesia era muy bonita, pero me ha sorprendido lo grande que es, me la esperaba mucho más pequeña. Los detalles (por ejemplo las tejas verdes en algunas partes del tejado) la hacen verdaderamente preciosa. Cuando hemos llegado estaba cerrada, así que solo hemos podido ver el interior (que también parece bonito) a través de los cristales de la puerta.

Los otros dos edificios los hemos visto desde fuera, y nos hemos recreado en los detalles de la plaza, que la hacen muy especial (aunque es cierto que por su ubicación en el punto más alto de la colina parece que solo recibe la visita de turistas y le falta el ambiente que tienen plazas como la de Josip Jelacic).

Paseamos por las calles circundantes, encontrando por ejemplo el curioso museo de las relaciones rotas, y llegamos a la Torre de Lotrscak. Decidimos subir para ver las vistas de la ciudad que se contemplan desde la misma, ya que por su ubicación se puede ver tanto la ciudad alta como la ciudad baja (la parte más nueva).

Dentro de la Torre se encuentra un cañón que se dispara todos los días a las 12, para conmemorar una leyenda que habla sobre un proyectil enviado desde aquí al campamento turco que sitiaba la ciudad.

Tras bajar de la torre hemos dado un paseo por la calle Josip Strossmayer, un camino idílico que han querido recrear como si fuera un pequeño Montmartre en la capital croata. No hemos recorrido la calle entera, porque luego había que desandar el camino y la pendiente era considerable.

Aprovechamos a la entrada de la calle Strossmayer para usar un kissing spot.

Volvemos a Kaptol y, como se puede ver, todos los caminos acaban en la plaza del Ban Jelacic.

Un punto importante de la plaza es la fuente Mandusevac. Según la leyenda, el nombre de la ciudad está relacionado con esta fuente, puesto que un soldado le pidió a una chica de nombre Manda (de ahí el nombre de la fuente) que le cogiera agua. Coger agua en croata es "zagrabiti", y de ahí viene el nombre de Zagreb.

Llegamos finalmente a la Catedral de Zagreb (Kaptol, que da nombre a la antigua ciudad). Es enorme: uno de esos edificios que impresionan cuando te pones cerca de ellos, levantas la vista y ves hasta donde se eleva. Una pena que una de las torres del campanario se encuentre en obras.

El interior es el que te esperas en una catedral de una gran ciudad (no hay que olvidar que Zagreb es la capital del país): suntuoso y grande. Se nota que ya nos hemos alejado de la costa dálmata, porque tanto la catedral como las callejuelas de la zona tienen un aire que recuerda a las ciudades del centro de Europa, más alejado de la luminosidad de las poblaciones bañadas por el Adriático. Una de las maravillas de Croacia es precisamente su diversidad.

En la explanada de la catedral se encuentra la fuente de la Madonna con 4 ángeles de oro.




Desde la catedral hemos decidido dar otro paseo para conocer otros rincones con encanto de la ciudad. Pero tanto subir y bajar cuestas acaba haciendo mella (sobre todo cuando llevamos ya más de una semana pateando el país), así que hemos decidido disfrutar de una de las actividades que todas las guías recomiendan en Zagreb: sentarse en una terraza a disfrutar del paso del tiempo y de la gente. Elegimos, ¡cómo no! la plaza Jelacic. La verdad es que nuestras vistas eran muy agradables; y el día, pese a hacer fresco, no ha impedido disfrutar de la terraza.

Al irnos hacia el coche comprobamos que en cuanto te alejas del centro de Zagreb empiezas a encontrar algún edificio que recuerda el pasado comunista de la ciudad.

La ciudad baja, por culpa del cansancio y de que no nos sobraba el tiempo, solo íbamos a poder disfrutarla desde el coche. Así que hemos callejeado un poco por sus amplias avenidas (en comparación con las de la ciudad alta). Especialmente bonito nos ha parecido el edificio del Teatro Nacional Croata.

Nuestra última parada en Zagreb ha sido el cementerio de Mirogoj, donde se encuentran enterradas numerosas celebridades croatas, entre ellos los jugadores de baloncesto Petrovic y Cosic, o Franjo Tudjman, el primer presidente croata tras la independencia de Yugoslavia. Solo hemos podido ver el exterior, pero la verdad es que merece la pena. Solamente la entrada ya es impresionante.

Desde allí hemos salido de la ciudad y, a través de la interminable autovía que recorre Croacia, nos hemos plantado en unas horas en Slavonski Brod, desde cuyas cercanías cruzamos la frontera entre Croacia y Bosnia-Herzegovina. Al entrar en el país ya nos hemos dado cuenta de que es muy distinto a Croacia. Para empezar, las carreteras son peores. Y hemos empezado a ver banderas serbias, lo cual no nos cuadraba mucho. Después nos hemos enterado de que el país está dividido políticamente en dos entidades que comparten algunos aspectos como por ejemplo un ejército unificado, pero que en otros son independientes (por ejemplo legislativamente). Las entidades son la Federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska. Nosotros hemos entrado al país por ésta última, que es la parte de Bosnia que cuando se firmaron los acuerdos de paz de la guerra de Bosnia estaba bajo dominio de los proserbios. Por eso, la bandera que usan es la serbia.

Otra cosa de la que nos hemos dado cuenta en nuestras primeras horas en Bosnia es que sus habitantes parecen menos amistosos que los croatas. El principal motivo yo diría que es el hecho de que la mayoría de las personas con las que intentamos interactuar (policías, funcionarios de aduanas...) no saben hablar en inglés, mientras que en Croacia la mayoría sí que lo habla. Seguramente el hecho de que Bosnia está mucho menos orientada al turismo que sus vecinos también influye mucho.

Finalmente hemos llegado a Sarajevo y, aunque nos ha costado encontrar el apartamento, el dueño del mismo ha sido muy amable. El apartamento es muy grande y cómodo, lo único malo que tiene es que en lugar de cama hay un sofá-cama. Tras aposentarnos, hemos a cenar por el centro. Yo no quería irme de Sarajevo sin probar el cevapi, uno de los platos más traducionales de Bosnia. Básicamente consiste en unas salchichas metidas en pan de pita y con abundante cebolla picada. Así que nos hemos a uno de los locales más tradicionales. Al ser la mayoría de bosnios de religión musulmana nos encontramos con que, al igual que en Turquía, muchos sitios no sirven alcohol. Así que he decidido aprovechar para rememorar nuestro viaje a Estambul y pedir ayran (un tipo de yogur líquido).

Tras cenar, hemos dado un paseo por el centro de la ciudad, pero rápidamente nos hemos vuelto al apartamento para descansar, ya que mañana tenemos mucho que ver y un viaje bastante largo.

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